Domingo, Oh, qué gusto de volverte a ver.

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Es domingo último de febrero. Hoy termina un nombre. Y se enlaza marzo mañana. Al fluir del tiempo eso le es indiferente. Escribo fluir, y es pretencioso. ¿Qué se yo lo que es el tiempo? Si fluye, discurre, sucede, pasa, etc. Nada de eso sé en lo preciso. Solo sé que tomo café. Que la claridad del día es inmensa. Y que la noche nunca ha estado tan iluminada como hace horas con la radiante luna. De nieve, le dicen.

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Ayer sábado leímos poemas de Don Álvaro Mutis, poeta caballero y de Francois Villón, poeta pendenciero.  Calificarlos es manera de llamar la atención sobre su obra. Sobretodo hacia la obra de Villón, ocurrida su vida ya hace casi 600 años, en un París de enfermedades y sin retretes. Menos retratos. Nos queda del francés solo una imagen de libertino, ojo alegre, más su obra, un conjunto de poemas rutinarios sobre la vida disipada, la carne vil y magra, y sobre la existencia tan breve, tan temporal, tan efímera. Como si él fuera el autor, digo, como si lo fuera, de esa frase: vive y bebe que la vida es breve.

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Las lecturas de las que hablo refiero a las de después del programa. La transmisión de ayer quedó cortada, quedando fuera precisamente los poemas de Villón, las citas sobre la vida y el video de mi amigo Rabelini, viejo vendedor de libros viejo, en donde habla de los famosos tacos del finado Ciro Morales, en Villahermosa.

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Un café siempre es bienvenido. Por unas semanas más será muy suave, como agua de calcetín mientras me repongo completamente en mi salud. Ya casi. Pero no hay que descuidarse.

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Hay tantos escritores, tantos libros, que el día no da para asomarse a muchos. La vida no alcanza para leer muchos. Uno de los genios ha sido Charles  Bukouski, provocador y procaz. Temas: vino, mujeres, hipódromo. Muchos jóvenes escritores se fueron con el gancho que era fácil escribir como él, y vivieron vidas disipada, ciegas. Pero no pasaron de dos o tres librillos, donde lo intentaron todo. La obra de Bukouski no es gracias al alcohol, es a pesar de esos Salud, constante y risas tibias. Algo de pose.

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Mucha hoja seca en casa. Algunas ya con más antigüedad a las que se les acumulan las más recientes desprendidas de su árbol. Sí, las hojas secas son un lugar común. Las plantas verdes con flores, lo mismo. El canto de los pájaros, igual. Lugares comunes que conforman nuestra vida diaria. La diferencia la hace el hombre. Allí está escondida la paloma de todos los lugares, entre frondosos árboles, emitiendo sus mensajes, de cu, cu.

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Me dicen que el negocio Canelo, giro box, peleó ayer, pero que fue tan rápido como un coito precoz. No lo creo. Pelea precoz, sí. No sé los detalles. Solo que en el tercer raund fue el desenlace. "Ya no salió para el cuarto". Como las ganancias del casino en la ruleta. Todos ponen. La casa recoge todo. Es el neoliberalismo. El espectáculo, la nada, el entretenimiento. 

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Para las peleas de box de los sábados, nos acercábamos a la tienda de Don Chano, atrás de la secundaria federal 2. En la colonia Treviño Zapata. Era un abarrotes con venta de cerveza. Yo a veces sueño que ando allí. Tendría yo unos 10 años, mis hermanos llegaban a ver las peleas, y yo con ellos. ¿Eran buenas peleas? Pues nomas los nombres de los boxeadore lo dicen. Rubén Olivares, Chucho Castillo, Rafael Herrera, Mantequilla Nápoles, y tantos otros, gladiadores, fajadores, técnicos, especialistas en el jab, el oper, los ganchos. 

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Me gusta la figura del gambusino. El forastero que se dedica a buscar en ríos y viejas minas algunos gramos de oro. A veces pasan días y nada. Y a veces la suerte anda de su lado. Pero más bien su perseverancia. Ahora que el tiempo va cobrando factura, me dedico a buscar a manera de gambusino fragmentos de autores, que entre 15 y 30 palabras son oro literario filosófico. Que otros acometen la lectura de sus obras completas. De esas novelas de 2 mil páginas. El tiempo ya no me da para tanto. 

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Anoche las nubes andaban aborregadas. Y la luna se miraba más grande y su luz irradiaba todo, dando un toque mágico a las siluetas de árboles, cercas y plantas. Y el amanecer se vistió de color naranja. Como si todo fuera fácil y se concretara a pintar paisajes. La sucesión de noche y día, fue un espectáculo sin pago por evento.

Tenia varios días de no venir a este lugar, cerca de mi casa; acepté la invitación de un amigo para estar el fin de semana en el campo. Tan pronto al llegar, colgar una hamaca,  y recostarme, y de pronto hubo dos detalles: el árbol de naranja empezó a soltar su olor de azahar, lo mismo que el arbusto de gardenia. Y los pajaritos cantaban. Como una bienvenida, como un ¡oh que gusto de volverte a ver!

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