A mis amigos y amigas

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"Crees que tienes muchos amigos, pero en esta responsabilidad laboral de la Subsecretaría, te vas a dar cuenta que son muy pocos. Que varios te ellos te van a buscar para que les des trabajo, para que los cambies de adscripción, para que favorezcas a sus hijos, y como legalmente no vas a poder, entonces te van a dejar de hablar". Era un 24 de diciembre. Me daba la noticia del nuevo encargo, yo realmente sorprendido, y me obsequiaba una serie de consejos. Dos cosas te pido: cumplir la ley y tratar bien a las personas". 

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Muchos refranes populares, que son muestra de la sabiduría de los pueblos, lo dicen bien: "a los amigos los puedes contar con los dedos de tus manos. Y te sobran dedos". "A los amigos como a los caballos, no se les cansa".  "Mejor tener un amigo, que un peso en la bolsa". "A los amigos se les conoce en el hospital y en la cárcel". Y muchos más. cada uno con el enfoque preciso. Cada uno de ellos no requiere mayor explicación y a través de los años, o en la criba del tiempo, los fuimos comprendiendo a cabalidad.

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Cuarenta años estuve de activo en educación. En Matamoros muy apenas durante los primeros años me reuní solo con dos o tres amigos y amigas. Estaba ensimismado. Me la pasaba disfrutando a mi familia, padre, madre y hermanos y hermanas. Llegaba un amigo, una amiga. Los visitaba yo. O nos poníamos de acuerdo para tomar un café y solo eso. No tengo mayor explicación por qué de esa conducta de semi ermitaño. Pero disfruté esa etapa.

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Me gusta mucho porque lo aclara bien una frase del enorme argentino Jorge Luis Borges: "La amistad no necesita frecuencia. El amor sí. Pero la amistad, y sobre todo la amistad de hermanos, no. Puede prescindir de la frecuencia o de la frecuentación. En cambio el amor, no. El amor está lleno de ansiedades, de dudas. Un día de ausencia puede ser terrible".

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El caso es que una buena vez, luego de veinte años contacté con un amigo de Matamoros, y otro día con una amiga, para vernos y tomar café. Luego de veinte años la plática fluyó como si nos hubiéramos visto apenas la semana o mes anterior. La misma risa de los 17 años, los mismos temas, y sobretodo el enorme cariño que no destruye el tiempo, la distancia. E inevitable recordar anécdotas de ese tiempo, y reírnos a carcajada suelta, para sorpresa de parroquianos de otras mesas y meseros.

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He contado la anécdota de una reportera compañera de trabajo en 1995 en el periódico La Verdad del Sureste. A quien le dije que yo fincaba toda mi esperanza humana en la amistad. Ella me respondió que no existía la amistad. Me sorprendió sobremanera. y mi respuesta creo que no pudo ser mejor: "yo creo firmemente en la amistad, aunque tenga muy pocos amigos. Pero si solo tuviera uno solo, seguiría creyendo en la amistad. Y si ese amigo (o amiga) por alguna razón dejara de serlo, seguiría confiando en la amistad con la esperanza de tener uno nuevo".

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Una pregunta que siempre he escuchado es si un hombre y una mujer pueden ser amigos. A veces me la hacen amigas, a veces amigos, como una manera de dilucidar cosas







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