El maestro Fito

  

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A veces me invitan a platicar a algún programa de radio o televisión. Y lo agradezco de antemano, y a veces me digo que me invitan porque no me conocen bien. Se arriesgan que diga algo políticamente incorrecto, pero tengan la seguridad de que trato de no hacerlo. Poco acepto charlas vía zoom. No porque las menosprecie, sino porque la tecnología no se me da, y a veces logro conectarme cuando ya casi está terminando el programa. “Pero sí es tan fácil”, me dicen. Pues sí. 

 

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Me acuerdo cuando Fernando Nieto, (poeta ecuatoriano radicado en Tabasco, donde falleció) andaba en mi carro de copiloto. Y me decía “yo no sé manejar auto, Calvillo”. Y mi respuesta imprudente era: “pero si es tan fáci, que lo aprende cualquiera”. Y su respuesta sagaz era: “sí, pero yo no soy cuaquiera”.

 

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Mi primera duda me asalta ante las invitaciones a hablar en programas: ¿sobre qué hablar? Y así lo expreso. Y la respuesta siempre es muy generosa: “de lo que gustes, de tu trayectoria, de tus proyectos. De educación y literatura". Y bueno, ya me conforta algo saber que será sobre lo que bien conozco por mi experiencia laboral e inquietudes.

 

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Pues sí: ni modo que me pregunten qué hay después de la muerte, cómo es la cara oscura de la luna; o si creo que hay vida en otro planeta o un burro llegue a Marte. Entonces hay un equibrio entre la persona que te va a preguntar. Y las respuestas que uno debe dar. Y uno podría considerar que es importante para algún sector del público. 

 

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En el descanso de la redacción de este texto veía un video. Y me entró humo en los ojos al verlo. Un hombre adulto cuenta cuando estudiaba en una escuela nocturna. Y recuerda que el maestro de matemáticas una ocasión entró y les dijo: “mañana van a traer un producto de alimento perecedero o imperecedero, con eso voy a calificar la materia”. El que lo cuenta dice que le dio coraje que de esa manera calificara, no le pareció justo, porque él sabía que con examen sacaría diez. Y en su casa no había nada que llevar. Así que su puso a ayudar a su papá en el taller donde arreglaban zapatos para sacar algo y llevar cuando menos una libra de arroz. Pero no hubo nada. Y al día siguiente fue a la escuela con las manos vacías y coraje por la forma de califica, maldiciendo al maestro. 


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El maestro se llamaba Fito. Entró el maestro con una canasta. La puso en el escritorio. Y dijo: “voy a ir llamando a los de adelante de ls filas para que vayan dejando el producto alimenticio”. Y así fue. El que cuenta siempre se sentaba adelante, pero es vez se sentó a lo último. Antes de que lo nombrara, y para no verse en ridículo, se adelantó y le dijo al profesor: “Profe, yo no traje nada porque nada hay en la casa ni para nosotros. Pero si gusta le ayudo a cargarlo”. El profe le dijo: “Ya lo sé, huevón, claro que la vas a cargar, pero la vas a llevar a tu casa porque la pedí por ti”.

 

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Sigue contando el del video que vi: “En una ocasión el mismo profe dejó una tarea de 400 ejercicios de derivadas. Yo las sabía hacer. Pero mis compañeros no, así que ellos me pidieron que organizara un taller de derivadas para resolver esos 400 ejercicios. Y el sábado y domingo lo llevamos a cabo. Y cada uno me pagó 50 dólares. Así que hice mi dinerito con ese taller. Pasaron los años. Mis hermanos  más chicos fueron a esa misma escuela y en matemáticas les tocó el mismo maestro, Fito. 


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Y una vez les dijo a mis hermanaos el maestro Fito: “díganle a su hermano que venga porque le quiero contar un secreto”. Y a la semana siguiente fui. Y me dijo: “te voy a contar un secreto. ¿Te acuerdas de las 400 derivadas que encargué una vez y que tus compañeros no las sabían hacer. Pues yo encargué esas 400 por ti, y a ellos les sugerí que organizarn un taller, y que tú lo podrías impartir, y que te pagaran algo, unos 50 dólares”. 

 

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El maestro de matemáticas sabía de la pobreza extrema en la que el muchacho vivía y le ayudó de esa manera. De tal manera que pudo estudiar y fue ingeniero en matemáticas gracias a su maestro Fito. Es seguro que los mejores maestros saben leer el rostro de sus alumnos, y con solo verlos, saben las condiciones socioeconómicas en las que vive cada uno de ellos. Y a veces basta un pequeño gesto, un pequeño detalle, para lograr que el destino de un alumno vaya y siga por el camino correcto.


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El caso es que mañana sábado estaré en el programa  El Rinconcito literario, de El Bocao, Televisión Tabasqueña, a las 13: horas. Y será un gusto platicar con mi amiga Erica Rodríguez Padrón, que es poeta, promotora cultural, cantante, locutora, etc.  


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