Cartas al mar del recuerdo y el olvido


1

Piedra 

Muchas piedras me lanzaron. Lancé varias. Esquivé la mayoría. Y aún cuando varias me daban en la frente, y sacaban sangre, yo seguía altivo como si nada. Otras magullaban mi cuerpo. Y al día siguiente amanecía todo adolorido. Mas me recuperaba y seguía en el camino, con el entusiasmo y esperanza de siempre. Justifico que, cuando lancé, lo hice en defensa propia. Y siempre que me lanzaban, la mayoría de veces anónima, de esos que lanzan la piedra y esconden la mano, lograba saber de parte de quién, con la máxima de: "la piedra lanzada lleva en sí la huella digital y seudoideológica de quien la lanza".


2

Lápiz

Yo en la escuela perdía mucho mis lápices. Llegaba a la casa y pedía para otro. Me lo compraban a regañadientes. Y así, hasta que mi madre me regañó lo suficiente, y le amarró un pequeño cordel para que me lo colgara al cuello. Así me duraba un poco más pero luego inevitablemente se me volvía a perder. Sea porque me lo quitaba del cuello y por breves instantes lo dejaba en el pupitre. Y desaparecía con todo y cordel. No entendía cómo algunos compañeros lo llevaban nuevo y día a día lo iban desgastando entre escribir y el sacapuntas o navajita, y lo terminaban en cabito chiquitito. Y al día siguiente, allí sí, bien merecido, uno radiante y nuevo. Yo no. Nunca pude.


3

Lápiz 2

Es todo un milagro la conjunción de madera, borrador y grafito. Es un instrumento de gran valía por lo que lleva dentro. El grafito, sí, pero sobretodo la gran cantidad de palabras que va develando en cada transitar alegre por sobre la hoja blanca. A mí me maravilla que aparezca de pronto mamá, papá, hermano, amigo, pájaro, estrella, luna sol. Y quisiera se rebelara cuando la maestra me hace escribir cien veces: "esa cosa no se hace". Pero el lápiz no tiene la culpa.


4

Iglesia

Miro y admiro la construcción centenaria. Y pienso en quien la imaginó y describió al arquitecto, y el ir reuniendo dinero como hormiguitas, el material acarreado de distintos lugares, y luego el acomodo como un lento rompecabezas. Y los obreros muchos de ellos fervientes creyentes pavimentaron su camino a un cielo prometido. Y miro algunas fotografías donde quedó el registro cómo se fue levantando. Imagino el sudor y en ocasiones la sangre de miles de trabajadores anónimos que ahora acuden orgullosos a rezar al Dios de los cielos que con ellos camina a diario por todo lugar.


5

Carbón

Me pregunto a mí mismo. Me digo: ¿qué sería de los pobres sin carbón a la mano cuando el tiempo de frío? Y me refiero al objeto por arder, como si dijera también leña. Yo recuerdo la infancia en los inviernos alucinantes con menos cero grados centígrados. Y sentir que el frío se encaja como aguja en la carne y llega hasta los huesos. Eso cuando íbamos a un mandado entre calles y callejones. Helada de agua de lluvia, y pies morados por descalzo. Y regresar a acurrucarnos alrededor del bracero. Había el milagro del carbón, o en todo caso la leña, que nos cobijaba con su tibieza en esos días de enero y febrero en la frontera noreste.


6

Libro

Tan solo ahora imaginarlo. Para acudir a la cita con el libro. Sentir de antemano su textura, el recorrer sus hojas, amarillentas, de los usados, y oler lo nuevo de los libros recién salidos del horno de la imprenta, como pan recién calientito. E imaginarnos un mundo de palabras, ideas, viaje al pasado, al presente. En general todo tiempo, vida y muerte, amores logrados o malogrados, suspenso, sexo, sangre, humillaciones, gestos heroicos y cantos por la buena vida. El libro es el equilibrio favorable a lo humano. Que penetra en los recónditos caminos laberínticos del ser.


7

Libro 2

Yo me pongo a pensar de los destinos del hombre sin los libros. En mi caso agradezco la primer cara con sonrisa y manos que me acercó un libro, como siembra en mi corazón y cerebro. Y recuerdo asimismo el primer día de clases, por varios años durante la infancia, cuando repartían los libros. Ver cómo abrían las cajas, y el maestro o maestra sacaba uno, lo acariciaba para adelantar el gozo sublime de la palabra escrita. Y de uno en uno nos lo iba adjudicando. "Lo cuidan bien". "No lo dejen al alcance de sus hermanitos menores". Y nosotros ya con el papel forro listo para vestirlos y evitar que una gota de sudor o lágrima lo dañara. Y el lugar donde los guardábamos, luego del uso, era el corazón. Y allí permanecen.


8

Cuaderno

Amé siempre mis cuadernos Monterrey. Forma italiana o francesa. Allí con cada ejercicio iba alejando parte de lo animal, y moldeaba la piedra bruta que éramos, aunque nunca lo logra uno completamente. A veces a mi padre le regalaban cuadernos usados. y nos lo entregaba. Yo no sabía para qué servía ese de hojas blancas con cinco lineas agrupadas, luego en secundaria supe que se llamaba pautado, y que servía para escribir la música, con sus alegrías y tragedias que contaba a través de las notas musicales.


9

Carta

Me gusta el género epistolar (cartas). Me hice afecto a ellas desde la secundaria. Escribir una y recibir una, era un goce sublime. Y miraba cómo mi padre dictaba carta a sus hermanos y hermanas que radicaban en Guanajuato. Y las dictaba a mis hermanos mayores porque él no sabía leer. Al final le escuchaba el bello final: "verte deseo mejor que escribirte". Y yo sentía con esas palabras que él estaba abrazando a mis tíos y tías en la lejanía, que les estaba diciendo que los amaba y les extrañaba.


10

Carta 2

Yo soy de los que escribí cartas para lanzarlas al mar. Dedicaba un fin de semana para escribirlas con las respectivas correcciones. Y un lunes o martes me iba a la playa a lanzarla metida en una botella herméticamente cerrada. Este mismo texto representa ese acto heroico y esperanzador. Carta al mar de la indiferencia, con sus olas altas y bravías. Yo soñaba que esas cartas lanzadas en Matamoros llegaran a alguna playa lejana, quizá Louisiana o Florida, y las encontrará años después un niño, hijo de su madre, que el destino lograba hacer realidad, que fuera, muchos años después, a quien se la había escrito. Y la llevara a ella -así es el destino- y ella la abriera y supera que fue escrita para ella. Y sus lágrimas se confundieran con el agua salada del mar del Golfo.

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