Habría que detenernos

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Habría que detener el mundo de vez en cuando. Que todo quedara en imagen de tres dimensiones congelada. Para corregir el rumbo. Tanto de la sociedad y sus locos acontecimientos. Como del planeta entero, para corregir el giro sobre sí mismo y alrededor del sol, y revisar ese mecanismo celeste y hacer las correcciones necesarias. Que si se inclinó un poquito sobre la vertical de su eje, que si va más rápido o mas lento. Pues corregirle acelerando o frenando, o empujando todos para corregir los grados de su vertical. Parece loco todo esto, ¿Verdad?

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A todos toma por sorpresa, es cierto. Y unos dirán que es imposible, que es algo loco, que ¿de cual fumó ese redactor desde la mesa de su casa? Pero si no lo hacemos en las interpretaciones que cada quien le demos, entonces todo va a seguir igual, los bosques desapareciendo, extinguiéndose los animales en peligro de extinción, las fábricas echando más bióxidos de carbono a la atmósfera, cultivando con pesticidas, los peces en el río muriendo, los niños naciendo con menos calcio y tomando aguas negras en botella, el hombre convertido en lobo del hombre, y queriendo comprar todo incluyendo la luna y Marte.

3

Habría que detenernos, congelar el tiempo y analizar cada cosa que se ha hecho, se hace, y si todo sigue como va, se hará para continuar con este deterioro ambiental y social. Señalamos todo lo que sucede y nos espantamos. Escuchamos cada vez más veneno en las noticias, lo saboreamos, y continuamos en esa ruta desdichada de abandono, dejadez, y vamos a un precipicio de la vida, destrucción de las especies, deforestación de la selva, nuestros pulmones verdes, por lo cual se desatan huracanes atípicos, se suceden terremotos en lugares donde nunca había sucedido, se salen ríos de su cauce, sube y baja la marea de manera exagerada, queda varadas ballenas en la arena de las playas y boquean hasta que mueren. Y mucho se dice en discursos pero finalmente no se logra nada.

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Por eso es necesario hacer algo. Detenernos en nuestra vida loca, que no es poco lo que podemos hacer de individuo a individuo, en la colectividad interna de las casas y de las comunidades, sin dejar de observar, señalar y acusar a quienes nos dirigen. Porque no engañan, todo lo hacen a la vista, eso de rellenar lagunas, vasos reguladores, ser permisivos con los nuevos asentamientos humanos irregulares (pero muchas veces no les queda de otra) en bajos en extremo que requerirán por presión regularizaciones y servicios públicos. Y todo vuelve a girar en un círculo vicioso que parece no tener fin.

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La vida en sociedad parece que sigue en su ruta de destrucción de la colectividad. Nos ponen como moda formas y colores que son ajenos a nuestros valores e idiosincracias. Nos ponen como modelo el consumo indiscriminado de cosas que nadie necesita para una vida saludable. Y se permite que compañías fraudulentas vendan mercancías para adelgazar con cremas y menjurjes en una semana, consumiendo polvos húmedos que "van a curar" lo que la ciencia no cura, sin excluir por supuesto la medicina naturista, que es benigna, cierta y económica. Se promueve el individualismo, el egoísmo, la competencia para derrotar a los otros, se promueve la discriminación, la poca o mínima ropa, se promueve el agandalle, el yo primero, y tantas y tantas actitudes que van acabando con el verdadero ser humano integrado a una naturaleza madre de todo lo que es y existe.

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Habría que detenernos en nuestras prisas. Bajarnos del tren de la individualidad, egoísmo, que promueve la discordia, no la concordia. Habría que mirarnos al espejo y analizar lo vertiginoso de nuestra vida que va en ruta de un vacío existencial donde nada importa, mejorar es imposible, la culpa es del otro, de los otros. Y tomar decisiones para entrar en una vida saludable, armónica, que detenga el infarto, elimine el colesterol y el triglicéridos, el cáncer, la diabetes, los accidentes de carretera, los suicidios, las depresiones y angustias, las ansiedades, etc.

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Si tu interior no está bien, sufrirás lo mismo en casa grande y lujosa, que en una chica. Si tienes un carro, siempre habrá otro mejor, sin duda el auto que llevaba a la princesa Diana, por mucho, es mejor que la carcacha que uno trae, por poner solo un ejemplo. Y siempre habrá quien quiera mejorar, pero si no estás conforme con lo poco, no estás conforme con lo mucho, porque no son las cantidades de cosas, sino lo que hay en el interior de tu pecho y los pensamientos que tengas en tu cerebro.

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Hay quienes patean un perro solo por diversión, hay quienes les echan el auto en la calle o carretera. Hay quienes contratan sicarios para matar a alguien que "les estorba", o para echarle ácido a alguien que ya no quiere nada con ellos. Hay quienes se apoderan de terrenos públicos, hay quienes roban de la hacienda pública, quienes hacen malos trabajos  de obra pública, y supervisores que se hacen ciegos, sordos y mudos (y me refiero a la disparidad física, pero es licencia para señalar la discapacidad moral). Y en todo esto navegamos a diario, lo vemos, y sentimos que la tarea es enorme y nos sobrepasa. Pero hacer cada quien la parte que le corresponde es la clave.

9

Quien tiene un helicóptero para su uso personal y de familia quisiera un avión. El que tiene un auto, sueña con un helicóptero. El que tiene motocicleta quisiera un auto. Quien tiene bicicleta quisiera tener motocicleta. Quien anda en autobús le gustaría tener bici o moto. Quien anda a pie y se traslada como peatón, le gustaría tener mínimo una bicicleta. Pero quien se mueve en silla de ruedas, quisiera tener sus pies y piernas con movilidad. Así cada corazón nunca está satisfecho con lo que tiene. Y hace hasta lo imposible, legal o ilegal, por tener una vida distinta a la suya.

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Un día un conferencista dio su conferencia. Vinieron las preguntas y respuestas. El tema era la educación en México, teoría y praxis (práctica plus). Vinieron las preguntas y respuestas. Aquí los trabajadores de la educación, que sirven al pueblo, preguntaron cómo hacerle en las condiciones en las que trabaja la escuela mexicana con limitaciones, sin agua potable, baños deteriorados, vidrios rotos, canchas inservibles, con tableros rotos, pizarrones y no pintarrajes, exceso de papeles que piden, mucho calor, mucho frío, directores sin conciencia social, timbre que no funciona, niños que no saben los conocimientos de los grados anteriores,  etcétera y etcétera. Y a cada pregunta el conferenciante (se dice ¡conferencista, señor!) respondía con tranquilidad y ecuanimidad. Hasta que se cansó de tanta queja, cierta por cierto, y es probable que se queden cortos.

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El conferencista respiró profundo, una vez más. Ya estaba sobre el tiempo. Ya las participaciones no variaban del tono y hasta de la burla y reclamo "ustedes porque solo dan conferencias en hoteles de lujo, con aire acondicionado, no están sufriendo en las aulas y etc"). Entonces dijo el conferencista: "cuando menos me quedará la satisfacción plena y humana de decir al final de la jornada o de movida "al menos yo hice mi parte, lo que me correspondía hacer".

12

Sí, hay que tenerse, y en ese alto de la vida reflexionar sobre los pendientes que tenemos, si perdonar, si caminar, si despojarnos de lo superfluo, de lo fatuo, de lo mezquino.  Y también si no has dicho que quieres y amas a quienes quieres y amas, si tienes pendiente escribir carta o llamar. Sí, hay que detenerse. Hacer un alto, para continuar mejor en este tiempo y circunstancia que nos ha tocado vivir, que es la vida única, y como lugar común: efímera y fugaz.



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