Adiós, Tokio; nos vemos París (desde la tele)

Hoy terminaron los juegos paralímpicos, efectuados en Tokio, Japón. Llamados 2020, porque es su nombre, solo que se aplazaron por causa de la pandemia. Y es la primera vez en mi vida que los veo con detenimiento. Ahora porque estoy jubilado me da tiempo para mucho. Y entre ello el ver a atletas que aman la vida y que nos enseñan que nada justifica el desánimo.

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Cada atleta con su historia de vida, cada cual, más impactante, en función de su condición física. Lo que sobrellevan con energía, algunos desde su nacimiento, y otros, que en el camino un accidente les ha afectado su físico, limitando su movilidad, o su percepción de lo exterior. Mi admiración para todos ellos y ellas (no utilizo el elles, perdón). Si yo supera de cada uno de ellos, lloraría no por ellos, sino por mí, por los que me rodean y quiero, por la dicha de contar con lo que cuento, y con la tristeza de no saber valorar eso que tenemos. 

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Lo que he visto me llena de fe y esperanza. He aprendido mucho. Tanto en el concepto de lo paralímpico, como en lo que exactamente es, con sus diferentes clasificaciones. Y el mirar la actitud de los y las diferentes atletas, su vuelo, su risa, su fuerza, su inagotable entusiasmo, me motivan a asomarme a mí mismo, y decirme: adelante, Antonio, tú igual que ellos, puedes.

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Miré voleibol, tenis, tenis de mesa, atletismo (sin duda alguna), rugby, basquetbol, canotaje, arco con flecha. Tan pronto lo estaba viendo, y me asomaba al internet para saber las reglas, y las claves que tienen cada discapacidad, lo que significaba en los atletas. Sobretodo que en mi concepto no veía nada diferente o especial en muchos deportistas. Sobretodo cuando en natación miraba competir a personas con brazos y a personas sin brazos, lo cual de entrada me parecía que unos sobre otros tenían ventajas. Aunque luego para mi sorpresa algunos de los que no tenían brazo y se impulsaban por un pie (porque no tenían el otro) y por el ondular rítmico de la cabeza con el tronco, le ganaban a quienes sí tenían brazos. Entonces investigaba sobre las categorías de la discapacidad.

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O en el caso de la maratón donde algunos corrían solos y otros con el apoyo de guía, aún siendo de la misma categoría. En el caso de esta competencia se corrieron cinco categorías. Las de sillas de ruedas, hombre y mujer; las de débiles visuales, igual hombre y mujer; y la de falta de un brazo, solo hombres. Ojalá que todos tuvieran oportunidad de practicar un deporte. Y sin duda alguna el reconocimiento que hago con estas modestas palabras, es porque ellos a pesar de, lo practican con una entrega feroz, que si todos hiciéramos esa parte en todas nuestras actividades, el destino personal y de grupo, sería otro, para bien de todos. Son un ejemplo.

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Miré los partidos de basquetbol varones por el oro y el bronce. La medalla aúrea la disputaron los equipos de Estados Unidos contra los locales de Japón. Muy diferentes las dos escuadras. Los japoneses eran jugadores jóvenes (entre 20 y 25 años), delgados. En cambio los de EEUU se les ve como de entre 25 y 35 años, son fuertes, robustos. Y en el primer cuarto los japoneses dominaron teniendo una diferencia a su favor de 8, la cual casi perdieron al final de esa parte, para al final terminar perdiendo por una diferencia mínima.

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Por el bronce fueron los equipos de Inglaterra contra España. Sin mayor contratiempo los ingleses demostraron superioridad durante todo el partido. Fue grato mirar al final de ambos partidos, en los que disputó el oro y el bronce, que los jugadores siempre tuvieron respeto mutuo, juego limpio, y al final por el oro los ganadores aplaudieron por varios minutos a los jugadores jóvenes japoneses, quienes lloraron por la emoción. Todo un futuro por delante como grandes jugadores.  

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Muchas historias personales. La velocista venezolana, Lisbeli Vera, que desde niña sin un brazo, las penurias con sus abuelos, el bulling en su escuela, la soledad a causa de esconderse por la timidez generada por esa ausencia del brazo, y cómo el atletismo la salvó al ganarle a sus compañeros en la escuela, y luego en un evento atlético popular donde ganó, fue descubierta por esas personas que andan con ojo al chícharo descubriendo talentos, en este caso fue por recomendación de su maestro de educación física. Y de allí su ascenso pasando de lo local, regional, nacional y luego internacional, llegando a los juegos mundiales y paralímpicos donde es toda una estrella. La atleta de Zulia, ganó en estos de Tokio oro en los 100 y en los 200 metros planos y plata en los400.

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Y asimismo la atleta cubana, Omara Durand, (Santiago de Cuba, 1991) también reina de la velocidad, solo que en categoría de ciegos y débiles visuales. Omara acumula siete medallas de oro en los últimos tres Juegos Olímpicos en las distancias de 100, 200 y 400 metros planos en su clase de discapacidad visual T12 (visión restringida a de 5 grados o menos) y t13 (visión a 20 grados o menos).

Y andaba tan emocionado buscando amedianoche, luego de la final varonil de basquetbol, que buscando otro partido, localicé y vi la final de voleibol femenil. Una algarabía ver la destreza, la entrega, el pundonor de las atletas chinas y las de Estados Unidos. Un dominio absoluto de las orientales. Solo que hasta el finalizar del segundo set, que daba empate a ambas escuadras, me di cuenta que era la final sí, pero la de Sidney 2012. Y ya emocionado, pues vi todo el partido en el que finalmente las chinas ganaron.

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Y encarrerado con este ser aficionado a ver deportes, ya mañana lunes empieza la serie final de béisbol de la liga mexicana, en el que Leones de Mérida, zona sur, se enfrenta a Toros de Tijuana, zona norte. Y yo, que no soy conocedor, y que solo pensaba ver los juegos de Olmecas, nuestro equipo local, ya estoy encarrilado. Así que vamos con Leones, de Yucatán. Mare linda.

 



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