Mi primera novia formal (1)

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De la primera novia formal qué tuve no escribiré su nombre. La conocí en la escuela Normal en mi segundo año. Ella en primero. No era de Matamoros. Su lugar era una ciudad serrana a 4 horas de distancia. Eso lo supe luego cuando nos hicimos amigos. Tenía una sonrisa tal que se le hacían hoyitos en las mejillas. Y me sentí profundamente enamorado. De hecho, el primer enamoramiento, que fue maravilloso, luminoso  en ese despertar verdadero a la vida de pareja. 

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"Conocí a Toño en la Normal. Flaco, desgarbado y de ojos verdes, pelo largo. Lo veía jugando basqutbol y voleibol en los espacios del recreo. A veces nos cruzábamos, pero él ni en cuenta conmigo. Al principio yo sentía que se creía mucho. Ya después, al conocerlo, supe que es de esos tranquilos que traen la música por dentro, mosquita muerta, les dicen. Me atraía sí, pero nunca creía que pudiéramos ser novios. Sobretodo porque yo tenía muchos pretendientes y mi novio de tres años de antigüedad. Pero algo pasó cuando empezamos hablar, que no sé ni cómo sucedió. Fue algo mágico'.

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En el grupo donde yo estaba ya se habían efectuado dos o tres fiestas. Ya había bailado con dos o tres compañeras y yo sentía que a alguna podría pedirle fuera mi novia. Era algo así como un reto, algo de curiosidad tener novia, de vanidad y orgullo. Así que en eso andaba hasta que la conocí. Fue como un choque agradable de emociones. Una mirada que se encuentra con otra mirada. Se coincide en sonreír. Como dicen que son los flechazos de Cupido, a primera vista.  Me gustaría poner aquí su nombre. Salvo que no tengo cómo preguntarle si está de acuerdo o no. Y para no arriesgar, mejor quede así por mientras. Una consonante labial oclusión del abecedario,  entre varias. Mas todo se concentra en ella en este recuerdo de adolescencia. Una letra, su nombre. Ya después veré si va su nombre.

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Todo destino es incierto. Y desde el momento en que el nacimiento de uno está definido en un lugar geográfico, son nulas probabilidades entre millones las que van definiendo rutas, disgreciones, y en ese camino se han dando encuentros y desencuentros.; y más bien no encuentros. Los padres tienen una historia de vida separados, por supuesto, y a través de los años se dieron los encuentros que nadie puede prever, y tampoco hacer caso omiso. Ellos, nuestros protagonistas asimismo nacieron en lugares distantes. Y bastaba que hubieran tomado cualquier otra decisión, para que este coincidir no se diera. Y sin embargo sucedió. Fue una tarde de octubre. Pero aún más: fueron necesarias otras circunstancias, como las de los encuentros de sus abuelos y padres. Y en ellos que hubieran recorrido precisamente la ruta que siguieron. Una linea en el inicio de la serranía, en las faldas de una cadena montañosa. La otra, la migración del centro del país al norte terregoso, abrupto, desértico. 

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El norte del país era un conjunto de colonias que se iban reproduciendo alrededor del centro de las ciudades pegadas al río Bravo. Se iban levantando nuevos caseríos de madera vieja, lonas y cartón, amuebladas con mesas y salas de segunda o tercera mano, que hacía menos incómoda la vida cotidiana de los norteños migrantes. Las calles eran irrespirables en tiempos de sequía y viento, e intransitables en tiempos de lluvia y huracanes. En estos días, los trabajadores y estudiantes tenían que salir de su casa con los zapatos en las manos y el pantalón a la rodilla, para luego ponerse los zapatos en los lugares altos o medianamente pavimentados. Autos viejos, americanos, circulando. Deshuesaderos por todos lados. Y un río Bravo indiferente a quienes se aventuraban a cruzarlo en búsqueda del sueño americano. 

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"Una vez iba caminando a un lado de la cancha de basquetbol, y él, mi Toño, jugaba las clásicas retas de muchachos, sea de uno a uno o tres contra tres. Y él, todo sudado, despeinado, me invita a entar. Yo me sorprendí porque no nos hablábamos aunque ya habíamos cruzado miradas. Y entré a botar la pelota, que lo había hecho en algunas ocasiones en la secundaria, y a partir de allí entablamos plática en los recreos, y luego me acompañaba a la salida, que era a las 9 de la noche, y nos íbamos caminando cuando salíamos más temprano, o en camión si ya era tarde, y según como anduviéramos de ánimo. Yo sentía gusto por esperarlo o que él me esperaba. Era el nacimiento de una nueva amistad que tenía la característica de nosotros, hombre y mujer, ingenuos adolescentes."

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"Sí, tengo novio", me dijo. Y seguimos caminando en silencio. Luego de minutos olvidé la respuesta y  ella la pregunta. Y nos tomamos de la mano. Era tarde. Y nosotros caminábamos por una larga avenida que yo no quería que terminara. En el transcurso platicamos poco. Pero intercambiábamos miradas cómplices que dicen más que mil palabras. Y así fue por varios días. Recuerdo cuando la vi por primera vez. Era un ensayo de coro en su grupo. Nos pidieron a un amigo de guitarra y a mí, que las apoyáramos en poner un coro para concurso escolar. Fuimos. Ya tenían la canción. Y nosotros empezamos a seguirla con acordes de guitarra. Y, entre todas ellas  su mirada fue como un rayo de luz, o flecha de Cupido, o mariposa que se encontró con la mirada. El hecho estaba allí, como una promesa de algo posible, poderosamente humano. Flaca, con una sonrisa de ángel. 

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Ella estaba por terminar secundaria. Tenía ante sí estudiar la preparatoria o la Normal. En familia decidieron esta última por económica, y carrera corta. "Que se venga a la frontera", dijo una de sus hermanas. "Sí, que viva en mi casa", dijo otra de sus hermanas. Eran los clásicos conciliábulos de los hermanos mayores para apoyar a los menores. Sobretodo en las familias de origen humilde y extensa en integrantes. Los viejos hicieron lo posible con los grandes, en medio de tantos sacrificios. Y venía el relevo en la ayuda económica.

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"Era como una aventura para mí. Mis 15 años en mi pueblo, con mis amigos y amigas, y sobretodo en la casa familiar. El cambio iba a ser brutal, pero ya estaba hecha a la idea. Una nueva vida en la frontera norte y la posibilidad de conocer a plenitud otros lugares y otras personas. Se lo dije a mi novio. Y le dije que me podía ir a visitar, o nos veríamos solo en las vacaciones. Él, serio,  estuvo de acuerdo en vernos en vacaciones. Yo tenía tres años con él, prácticamente toda la secundaria, con nuestros pleitos de a mentirillas, y nuestro acontecer en los besos casi infantiles, que era para mí parte de la normalidad. Todo fue hasta allí, aunque tuvimos muchas oportunidades de pasar a otro nivel tibio, solo que era miedo que teníamos ambos". 

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Padre, no me pague hoy. Guárdeme ese dinero. Guárdemelo, porque quiero que se junte, para comprarme una camisa y un pantalón, que me quede algo para ir al cine con mi novia, para invitarle palomitas y soda. Y luego al salir convidarle una nieve;  porque sepa usted que ya tengo novia y la quiero mucho. Es muy linda y agradable. Ella también me quiere, me lo ha dicho. Y le creo. Porque nos tomamos de la mano con fuerza, porque nos besamos los labios y la cara con mucho ímpetu. Porque cuando salgamos de la Normal y trabajemos nos vamos a casar. Porque me ha jurado y le he jurado amor eterno". Mi padre sonrió. No dijo nada. Solo sonrió. Y dijo: "Yo te lo guardo, hijo. No te preocupes. Me lo pides cuando lo vayas a necesitar. estará disponible." Y sonrió de nuevo a la vez que me acariciaba el cabello.

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Fue mi novia formal porque yo empecé a llegar a su cada. Y ella a la mía.  Parafraseando a Serrat: "Tiene muchos defectos, dijo mi madre; y demasiados huesos", dijo mi padre". De la mujer que yo quiero.

(Texto en construcción)

 

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