El paraíso existe

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Me pasa, que cuando voy escuchando música, las canciones me ponen a pensar. Aún las más sencillas, y con más razón las complejas. Las que son solo música, sin letra, me hacen imaginar. Pero ese es otro tema. De entrada con la letra de las canciones me maravilla que el compositor de una manera aparentemente fácil se le vayan ocurriendo palabras, que luego hacen versos, los cuales conforman la canción. Y en ellos vaya una historia de amor, de desasosiego, de paz, de tranquilidad, es decir, de todos los posibles sentires humanos.

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Porque hay canciones para todo tipo de sentimientos. No es que al irlas siguiendo en lo que dicen se refieran a la vida de uno, solo que a veces coinciden y ni modo. Y cada una nos hace imaginarnos asimismo situaciones que pasamos, que estamos pasando, o que le pasaron al primo de un primo.

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Unas canciones se adaptan a serenatas. Al mensaje que se le quiere dar a una mujer (o la mujer a un hombre, o una persona a otra) tocando y cantando frente a su ventana. A veces sale el papá o la mamá, enojados, y los de la serenata salen corriendo, o si hay mucho valor enfrentan a los futuros suegros. A veces ella no sale, se hace la dormida, o la indiferente. Y a veces sí, se asoma, sonríe, y suspira.

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Hace semanas vi un video viral de un muchacho que le lleva serenata a su ex con el mensaje de que quiere volver, volver, solo que estaba encendida la luz de la habitación en un segundo piso, con la cortina transparente se veía que ella estaba acompañada por una nueva pareja y realizaban actos propios de esas intimidades. Creo que eso fue montado, por la casualidad aparentemente de los sucesos. El muchacho asimismo le llevaba un ramo de flores.

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Volviendo a las composiciones. La maravilla de los creadores compositores que van hilando palabras. Y hasta parece fácil como van diciendo las cosas acompañados con la música: "se te olvida, que me quieres, a pesar de lo que dices, pues llevamos en el alma cicatrices, imposibles de borrar...etc". Esta es de Don Álvaro carrillo, compositor oaxaqueño.

Y Juan Gabriel, con sus cientos de canciones, llorosas: "lloviendo está y a través de la lluvia, hay un triste adiós, y un amor termina...etc". Digo, uno al escucharlas las siente tan propias, y su composición tan sencilla, que hasta nosotros podríamos haberla escrito, pero no lo hacimos; esa la concibió Juan Gabriel. O esta otra: "no tengo dinero, ni nada que dar, lo único que tengo es amor para amr..." Huy, cuántas veces no se nos ha ocurrido ese primer verso, sobretodo con los bolsillos vacíos, al final de la quincenas. Oye, cuando pases por la cafetería compra un kilo de café. La respuesta. No, porque "no tengo dinero". Y ni nada que dar. Codo es que eres.

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Si uno escucha la canción Amigo, de Roberto Carlos, inmediatamente recuerda uno haberla utilizado en algún coro con los grupos que trabajamos en la escuela. o cuando llegó una persona de visita, y el director por quedar bien, nos pedía que la cantara el grupo a nuestro cargo.  Y allí estábamos para un desconocido  con eso de que  "Tú eres mi amigo del alma, realmente un amigo. Que en todo camino y por nada está siempre conmigo". Y esa persona de visita nunca volvió. Y entonces nosotros mejor recordamos a nuestras amigas y amigos, y en el pensamiento la cantamos para ellas y ellos.

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Hay una que siempre me ha llamado la atención por lo que dice. Alguien tiró una chancla, quizá ya muy gastada por el uso, con suela muy delgada, o quizá hasta hoyos, o despegada. El caso es que el compositor escribió: "que la chancla que yo tiro no la vuelvo a levantar". "Creibas" (por creías)... Lo mismo pasa con los zapatos o ropa que ya no le queda a uno. La tiramos y no se levanta más, mejor regalarla. Bueno, según en las condiciones en que esté, y le pueda servir a otro. 

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Unas son de nostalgia al lugar donde nació el compositor. Del boricua Rafael Hernández: "En mi viejo San Juan, cuántos sueños forjé, en mis noches de infancia; mi primera ilusión, y mis cuitas de amor, son recuerdos del alma...". O la de Matamoros querido, del inefable Rigo Tovar: "A orillas Del Río Bravo, hay una linda región, con un pueblito que llevo, muy dentro del corazón. Mi Matamoros querido, nunca te podré olvidar". O la del Flaco de oro, Agustín Lara: "Algún día hasta tus playas lejanas tendré qué volver "(Veracruz).

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Otras son verdaderas y perdurables historias de amor, como Peregrina, de Ricardo Palmerín,  que trata de la relación de Alma Reed, periodista norteamericana, con el gobernador de Yucatán, Felipe Carrillo Puerto: "Peregrina, de ojos claros y divinos, y mejillas encendidas de arrebol... que dejaste tus lugares, los abetos y la nieve, la nieve virginal, y viniste a refugiarte en mis palmares, bajo el cielo de una tierra, de mi tierra tropical...".

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Hay otras canciones que no son comerciales. No las ponen en FM Amor, ni en la Más buena de la radio. Son las del tipo de Ismael Serrano, Silvio Rodríguez, Joan Manuel Serrat, Eduardo Ante, Pablo Rodríguez y otros. Estas son melodías que tienen construcciones literarias, y que estrictamente son canciones poéticas. pero ese es otro tema del que hay que hablar. Entre muchas recuerdo en este momento una de Serrat: "La mujer que yo quiero, no necesita bañarse cada noche en agua bendita. Tiene muchos defectos dice mi madre, y demasiados huesos, dice mi madre..."

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Y para terminar, recuerdo que en la secundaria yo quería decirle algo a Rosario, una compañerita muy guapa, de mejillas arreboladas, de mi estatura, y piel como la canela, ojos brillantes, negros. Le decíamos Charito. Y estaba en mi equipo, y yo me hacía como el que sabía mucho, y ella lo creía. Entonces escuché una canción que decía lo que yo le quería decir: "Pues bien, yo necesito, decirte que te quiero, decirte que te adoro con todo el corazón". Y escribí un fragmento en una hoja. Y le puse mi nombre: De Toño, El borrado (así me decían en mi pueblo). Y la dejé en su mochila. Al día siguiente me dijo: "Oye Toñito de mi corazón, leí tu carta, que no es tuya. ¿A ver, de quién es? Dime" Y yo muy seguro le digo: "es de Cornelio Reyna".  Porque yo la había escuchado en la radio con Cornelio Reyna, lo juro. Y ella, que sabía mucho porque leía mucho, se rió a carcajada batiente, y me dijo: "estás tonto, es del escritor Saltillense, Manuel Acuña, que se suicidó joven por la mujer que amaba de nombre Rosario". Y me tomó de la mano por primera vez y fuimos a la cooperativa a comprar paletas de hielo. Y anduvimos riendo tomados de la mano todo el recreo. Sí, el paraíso existe.


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