Cada vez que te miro

1. Cada vez que me siento nostálgico virulento, me levanto de la sala y abro la ventana. Y miro la claridad del día que me llama casi a grito de lúmenes a vivir la vida. Y entrecierro los ojos y miro el universo todo representado por la vecina que sale a su trabajo, por el pájaro que canta, por el viento suave que acaricia mi rostro, por la arboleda que tiene otro tono de verde, por el pasto con rocío. Y la tristeza ha huido como delincuente que me quiere robar la alegría contenida que espera una oportunidad para desbordarse.

2. Cada vez que me siento alegre, me detengo de improviso. Y miro hacia todos lados, para tratar de adivinar por dónde viene el golpe, el traicionero, el que busca aniquilar las esperanzas. No es verdad que todo sea gris. Ni que todo sea radiante. Sí que algo sucede en nuestro interior cada vez que nos miramos a nosotros mismos desde el exterior, como si me fuera extraño ese que me habito y que no soy yo, aunque coexistamos. La alegría brota de mi interior como un éxtasis oportuno.

3. Cada vez que me cuestiono sobre las utopías, me recrimino ante la duda. Si nada es cierto. Si nada es falso. Si hay una realidad que se me impone. Y hay hilos que no muevo. Es entonces que agradezco al titiritero que me ha dado cobijo en su teatrino para decir lo que digo, con los movimientos que hago, con el papel guionado que me ha tocado representar de bufón, loco y soñador. La utopía es el horizonte hacia donde me muevo y a cada paso tengo la vaga sensación que me acerco y no me engaño. Dejo al artista de los títeres que me mueva. Buen día, señor titiritero.

4. Cada vez que escucho discursos interesados en la plaza le paso el filtro que atribuyen a Sócrates, de si está seguro que es verdad lo que dice, si le consta, si es para mi bien lo que se dice. Hay falacias que se presentan como verdad. Y no me interesa si los demás las creen. Yo también las he creído, y por eso no los culpo. Solo que han pasado los años. Y me sigo ilusionando con mi vida, que es lo único que tengo.

5. Cada vez que dudo me doy tres golpes en el pecho (metafóricos). Y espero el milagro de que lleguen hacia mí las certezas con las que se manejan todos. Si la verdad es propiedad absoluta de los otros, qué caso tienen ya las discusiones. Yo no he llegado aún a la verdad. Es más, casi pierdo la esperanza de encontrarla cuando miro alta la obra del hombre como montañas de descubrimientos e inventos, como que le ha sido tan natural desde las herramientas simples hasta los motores que impulsan naves a la luna o a Marte. Quedan algunos pendientes, como el viaje para llevar alimento a la mesa de los pobres, o viajar y amarte.

6. Amanece y corro hacia la ventana para abrirla para que entre luz y aire. Y luego abro la puerta y salgo al patio para constatar que sigo vivo y que tengo los sentidos puestos para las sensaciones del exterior. Vibro ante la vida, la flor, las cerezas. Siento el viento en mi cuerpo y la luz del sol que me entibia. Y si lloviera miraría la lluvia son mojarme y mojándome, pleno, animal. Y si fuera de noche estaría aquí afuera mirando regresar a sus casas con prisas a quienes vienen de las oficinas y las fábricas. Y absorto miro las estrellas en este fasto de os uridad, luces y silencios.

7. Y recuerdo por supuesto. Y me detengo en detalles del pasado donde viví con creces la alegría y dicha de un encuentro, de un abrazo, de unas miradas, tañer de camoanas y fricciones pedernal. Y la dicha de encontrarme con el libro, la historia que nadie me había contado. Y escucho la canción de hace cuarenta años en la que se cuenta una historia de amor, y la nostalgia me toma por el cuello y aprieta como recordándome que no se vive dos veces. Que el pasado ya se fue y que solo tengo este día y probable el de mañana para seguir suspirando. Sueña.

8. Cada vez pienso más lento. Cada vez camino más lento. Mi corazón late más lento. Porque no hay competencia, nunca debió de haberla. Porque la meta es la misma. Y la estación de llegada es la misma. Por eso regreso al poema Itaca, para recordarme que el viaje es lo importante y no la llegada a ninguna parte. Hemos de encontrarnos con la piedra. Y será nuestro y seremos de ella. Y hemos de seguir construyendo. Porque no hay de otra. La vida como siempre estaba en otra parte. Y esa otra parte estaba dentro de ti, nunca afuera.

9. Me detengo. Me preparo mi café. Y regreso a escribir. cada vez que escribo siento que es como otra respiración tan necesaria. Escribir no es una justificación por la inasistencia. Es una manera de sentir el movimiento. No de uno, porque uno puede estar a la orilla del río, o en lo alto de la montaña, o bajando un rascacielos en esa combinación de elevadores, y seguir siendo extraño del uno mismo, del ser que uno es. Porque la mirada la tenemos físicamente puesta hacia fuera. Y tenemos conciencia para asomarnos hacia adentro. Pero no, siempre no, mas no. Porque me desconozco y me digo que realmente este no soy yo. Y no es ante el espejo que me digo.

10. Sueño. He soñado. He de seguir soñando. Y a veces sueño que estoy soñando. Y cuando despierto es al sueño donde me encuentro, como decir que la vida es el sueño mismo. Es entonces cuando me levanto y abro la ventana. Y me asomo, a través de ella, al universo todo, representado por las pequeñas cosas del día. Esas que dice la canción: "uno se cree que las mató el tiempo y la ausencia, pero su tren compró boleto de ida y vuelta..."  Porque cada vez que te miro es el milagro. Y la vida misma es el milagro.

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