Aquella tarde

1. Ahora llueve en Villahermosa, la temperatura es fresca, y escribo sobre Óscar Eligio. Más bien sobre la visita que le hicimos apenas dos meses antes que falleciera. Estaba enfermo de cáncer. Muy enfermo. Y sabíamos que era cáncer terminal. Quienes lo conocimos y convivimos con él, le debemos mucho. Y lo que digamos verbal o escrito será poco y limitado para hacer justicia en la gratitud que le tenemos. Formamos parte de la misma generación normalista en Matamoros, la 1975-1979. Y más que nuestro líder, fue nuestro guía.

2. Queríamos verlo. Queríamos abrazarlo. Queríamos escucharlo. No nos queríamos despedir de él, sino vislumbrar una posibilidad de esperanza para que sobreviviera a ese mal que le aquejaba. Que se hiciera un milagro en el que no creemos, pero queríamos creer. Que quien nos había dicho que estaba mal, y luego muy mal, se hubiera equivocado. Que incluso hubiera exagerado. Pero racionalmente sabíamos que no, que la realidad se imponía y se impone. 

3. Rogelio me había hablado previo. Él es uno de quienes más había convivido con Óscar. No solamente en esos cuatro años febriles de la Normal, sino tambien en los años de estudios en la facultad de Filosofía de Monterrey. La llamada se me hizo extraña, porque si bien nos comunicábamos por mensajería de internet, la llamada una verdadera sorpresa, así que el saludo correspondiente, y "el motivo de la llamada es que Óscar está muy enfermo. Y te llamo para que estés atento". Un mensaje de este tipo era indicativo de que efectivamente algo andaba mal en la salud de Óscar Eligio.

4. Brillante en la Normal Óscar Eligio, pero a diferencia de los brillantes de calificación 10, él era brillante de luz verdadera, de los que ya saben para qué es el estudio, las ideas, que lleva a reflexionar y cuestionar lo establecido. Ya él era lector ferviente. Ya escribía. Y ya volaba en filosofía, principalmente. Su casa en el poniente del centro de Matamoros era una especie de sede donde se reunía y crecía una generación de jóvenes con ojo crítico. Cada uno con sus limitaciones por sus orígenes, pero atraídos por las ideas de lucha, de cambio, de participación para que las cosas sean diferentes. Allí vivía Óscar con su papá, Don Isaías. Pero siempre estaba llena de jóvenes que miraban y trataban de tú a tú al futuro. 

5. En 1979 egresamos y nos separamos todos. Cada quién agarró rumbo, motivo por el que estudiamos: las escuelas rurales del país. Y en las primeras vacaciones nos buscamos de nuevo. Quizá en 1980 o1981 un abril Óscar repartió libros. "Llévate los que quieras. Y escuchábamos de un casete las nuevas de Joan Manuel Serrat. "Llévatelo para que lo escuches en Tabasco", me dijo. Y así nos separábamos luego de desayunar huevo revuelto, frijoles, barbacoa. Y cada quien contaba en lo que andaba, lo que nos íbamos encontrando en nuestro destino en la educación, y de la novia pasada y presente.

6. Cuando Rogelio me avisó de lo enfermo que estaba Óscar empecé a repasar todos los recuerdos en mi mente. Lo generoso que Óscar fue siempre, maestro nuestro en la vida, en ese coincidir en una ciudad fronteriza, en una generación y en una escuela. Pero sobretodo lo que representó en muchos de nosotros como motivador para buscar lo oculto en las ideas, lo que no se nos dice, pero tenemos que descubrirlo sea por lecturas, por intuición. Y ver lo que está a nuestro alrededor, las injusticias, el triunfo de lo banal, el elevamiento  como modelo de lo gris, de lo inocuo. Todo ello Óscar lo comentaba no con desgano, sino como fundamentos para la esperanza, para tener razones y vivir con alegría.

7. Y nosotros andábamos cada quien en lo propio. Los normalistas un puñado grande, y los compañeros que tuvo en Filosofía, otro tanto. El caso es que llamó Rogelio. Y había que estar al pendiente, por si sucedía algo inesperado en la salud de nuestro hermano Óscar. Y sí. Yo esperaba que fuera exagerado Rogelio en su apreciación de lo grave. Estuve todo el mes de mayo en Matamoros. Y me volví a Villahermosa. Y a los dos días de mi regreso, otra llamada, esta de Ubaldo. "Ya está acordada una visita a Óscar, está mal, ya te lo dijo Rogelio, aceptó que fuéramos. te hablo por si quisieras ir". Me acordé de mi tarjeta de crédito por los boletos, hotel y comida. No lo pensé dos veces, "sí, claro que sí". Nos dimos fecha y hora. Y me vi comprando mi boleto vía aérea a Monterrey. Me hospedé frente a la central. Y al día siguiente nos empezamos a reportar en la hora fijada. Primero llegó Martín, luego Bogar, Joel, Ciro y Rogelio.

8. Martín: "Yo lo vi hace poco, a principios de mayo. Hasta salimos a comer algo. No noté que estuviera mal. Ni él me lo dijo. Me parece extraño". Contaba Martín que siempre que venía a Monterrey se comunicaba con Óscar, sea que solo se saludaran, por los compromisos laborales de cada quien, o si tenían tiempo se reunían para intercambiar ideas sobre cualquier tema. Yo casi no me comuniqué con él, pero de vez en cuando nos mandábamos mensaje. Yo con agradecimiento. Él para felicitarme por algo que se enteró, sobre un libro o algún encargo oficial que rebasó en noticias la distancia. Estábamos en el restaurant del hotel. Yo no había visto a Martín desde nuestra salida. Alto y participativo en las asambleas estudiantiles, preciso y directo en sus opiniones

9. Rogelio nos dijo que ya iba siendo la hora. Que había que irnos. El vehículo de Rogelio es de 11 plazas. Cabíamos muy bien para el traslado. Íbamos vacilando lo normal. Yo veía cómo de manera vertiginosa iban pasando los edificios, las construcciones de ese Monterrey industrial con su gente franca y amigable. Al fin localizamos la colonia y luego la casa de Óscar. Bajamos. Y Rogelio   se encaminó para avisar que ya estábamos. Salió Rocío a recibirnos. El saludo correspondiente. Rogelio le propuso que si gustaba entrábamos de tres en tres, para que no hubiera aglomeración en la sala. "No, él dijo que todos juntos". Y así nos acomodamos.

10. A la izquierda de la entrada está la sala. De frente a la entrada el comedor y más allá la escalera para la primera planta, y a la derecha la cocina. Nos repartimos los espacios los 9 que llegamos. Yo quedé en el individual de la sala y Martin en el comedor. Quiero decir con ello que tono vería la bajada de Óscar. Mientras nos explicó Rocío sobre los generales de la enfermedad de Óscar, un cáncer muy agresivo. El tratamiento que estaba llevando y las condiciones en que se encontraba. "Le dio mucho gusto cuando supo que vendrían, aunque no sabe exactamente quiénes, solo que es Rogelio y amigos de la Normal". Luego nos dijo que subiría para ayudarlo a vestirse y darle uno de sus medicamentos. Nos había ofrecido refresco. "Hay cerveza también por si alguien gusta". 

11.  Se me cruzó la idea de tomar fotos y grabar la plática. Me arrepiento de no haberlo comentado con Rocío. Estábamos en silencio asícomo por cinco minutos. Mi imaginación superaba mis temores y miedo. ¿De qué? de verlo en la incertidumbre de no saber sus condiciones. Miedo a soltarme a llorar allí con él. Cada uno andábamos en nuestras divagaciones. Y solo puedo dejar constancia de las mías. De pronto se escucharon pasos lentos. Bajaba Óscar de la primer planta. Cuando de pronto se escuchó un llanto fuerte, que yo imaginé, sin voltear que pudiera ser por el dolor físico inmenso. Y no, estaba llorando de alegría al abrazarce a Martín y ser abrazado por este. Gigantes ambos en el amor recíproco, en esa amistad que rebasa el concepto. hermandad plena. Y luego así uno a uno. Lo nombra, se mantienen abrazados. Y les dice palabras de reconocimiento, de vínculo pleno en la historia personal de cada uno con él, dentro de un grupo.

12. Yo no puedo interpretar el llano y el abrazo. Solo lo imagino como escena de una película de amistad indisoluble: un grupo de amigos que han dejado de verse, unos poco tiempo, y otros mucho (entre ellos yo), reunidos en una ciudad, y que ellos vienen de distintas partes, para ver un amigo, que ha sido su guía y mentor, como parte del destino de todos ellos, y que están agradecidos por las enseñanzas y motivación a hacer las cosas diferentes en lo cotidiano. que ha mostrado el camino de la luz en lo incierto de la vida. 

13. Y me toca a mí en el encuentro, en el reencuentro, y el abrazo es así tan emotivo que basta sentirlo para saber que es un acontecimiento, que somos dos personas que se quieren, que no hay distancia que separe. la amistad. "Toño, que bueno que viniste desde tan lejos". Y yo no lo dejé hablar, no porque no quería escucharlo, sino porque yo quería decirle lo que nunca le había dicho:  quería que me escuchara que mi agradecimiento es tanto, que él representa la inteligencia viva y generosa, la brújula que señala el camino hacia el norte de la lectura, pero no cualquiera, sino la historia, la política, la filosofía y la literatura, para saber que del otro extremo es el doliente sur americano. Y tener claro esa circunstancia nuestra. Se lo dije, estábamos abrazados con vehemencia. Y luego le tocó el turno a otros. Y le dejé mi lugar individual en la sala.

14. "No, no puedo ocupar este lugar _dijo_, requiero el grande porque puedo sentarme en diagonal". Y nos mostró el lugar de su operación. Y se recostó, iniciando una charla sobre varios temas, como si nos estuviera dando una conferencia sobre la izquierda en México y la revolución usa, con sus detalles que pocos conocen, pero que él domina el tema a la perfección. Incansable. inmensamente lúcido. Nosotros absortos, tristes por su condición física, y alegres por verlo y escucharlo, por star en su casa, con él, recordándonos hace 43-45 años. Fiero en la defensa del balón en algún partido de basquetbol. Lúcido y ameno en sus pláticas. Deslumbrante en sus participaciones en oratoria y declamación; alegre siempre y entusiasta en todo momento.

15. Y así por varios minutos. Los demás escuchábamos. Poco a poco se le empezó a notar el cansancio natural. Su voz no era la misma de meses antes. Parecida sí en lo esencial de su timbre y matiz, pero su tono no. Suspendía la idea que estaba planteando para expulsar la saliva que se le acumulaba, y que no podía tragar, precisamente por su mal. Y volvía en el hilo de la plática como si nada. Y pudo haberle seguido así en el tema de las ideas, de los cambios, de los amigos de la Facultad de filosofía. "Martov", apodo de un compañero. Y seguía con alguna anécdota. Y otra más como los muchachos traviesos de los 80s. Ciro le preguntó por su hija, una joven ya. Y cambió completamente su cara a tranquilidad y paz. Y empezó a comentar.

16. "Ustedes saben de mis ideas de siempre, y quizá no me crean. Pero en estas semanas he visto a mis padres y abuelos, que sonrientes me esperan, que saben que voy". A veces por la emoción de la plática yo no le entendía alguna palabra, aunque sí captaba el contexto. O quizá era a causa de mi sordera. Comentaba Óscar de lo desconocido, de lo que no sabemos, pero que existe. Y comentó de ciertas facultades de su hija desde niña, que los ha llevado como familia en un proceso de discernimiento de lo que significa. No me extiendo ni detallo más, por la confidencialidad de la plática, aunque tampoco es algo que no se pueda o deba contar. Solo que hay personas cuyas miradas van no solamente desde lo físico de la visión, sino que tienen otro tipo de visiones, seguramente con otros sentidos.

17. Me arrepentía de no haber grabado la amplia plática, para ser preciso en mi relato de esa tarde. Hacía calor, con algo de viento. Allí estábamos un grupo de 9, incluyendo a Rocío y Óscar Eligio. En otra edad, con la que se lleva cúmulo de experiencias. Estábamos con el corazón en la mano y los sentimientos dispuestos al abrazo, al detalle de los movimientos, al servicio de la nostalgia por ese pasado que sigue persistiendo con nuevas formas en nosotros. En cada uno de nosotros. Que andamos por otros rumbos. alegres. Sabiendo que a cada paso vamos a una meta final en la existencia.

18. El tiempo habría sido lo adémenos. No sé si fueron 5o minutos o algo más de la hora. Lo cierto es que Óscar cada vez se le venia más fatigado. Y eran más constantes el cúmulo de saliva que tenía que depositar en un recipiente. A veces se le escapaba un quejido de dolor. Y reía con nosotros y nos hacia reír con un chiste, con otra anécdota. "Ya nos vamos". Está bien. Y como en el inicio, en ese círculo de la familiaridad de hermanos, y también del reconocimiento de que le debemos en parte este soñar despiertos, esta imaginación por la vida y lo que no es la vida, nos despedimos de uno a uno.

19. Cada uno tiene dentro de sí, como un tesoro, las palabras que Óscar les dijo. Una parte importante para este relato en un colectivo de recuerdos. Que atención puse a todo, pero no me gustaría decir algo que no fue. "Ya nos vamos Óscar". "Qué bueno que viniste, Toño. ¿Qué haces ahora?" "Estoy jubilado apenas desde el 2020, Óscar, y escribo a diario de 7 a 10 todas las mañanas". "¿Y sobre qué escribes?" "Temas culturales, recuerdos, memoria, anécdotas, de lo que se me vaya ocurriendo en el día". "Te dejo una tarea_así dijo_, escribe una novela donde los personajes sean personas buenas". Yo le respondí que la haría. Y le recordé que en 1981 me había regalado dos libros. Sin buscar en el recuerdo, tenía los datos en la lengua: "El profeta armado, y El profeta desarmado, de Isaac Deutcher". Se acordaba muy bien. Y nos abrazamos, sabiendo, sin decirlo que lo más seguro era que no nos volviéramos a ver más.

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