Alumnos inquietos (1)

1. Un amigo: "oye profe Toño, de casualidad tienes en digital el libro "Poema pedagógico", que tanto nos has hablado de eĺ?" "De "casualidad" no, pero sí lo tengo". Es uno de mis libros de cabecera. Tuve conocimiento sobre él en mi escuela Normal. Es una novela de memoria mediante anécdotas del pedagogo ruso Anton Makarenko, quien relata en ese libro las peripecias por las que pasó como director de una escuela de jóvenes delincuentes.

2. Todos los grupos en lo general tienen entre 1 y 5 alumnos inquietos. Sucede en todos los niveles, porque son los mismos alumnos que van pasando de grado y nivel. Los y las maestras de educación especial tendrán explicaciones profesionales al respecto. Y el maestro en general que no tiene este apoyo o aún  teniéndolo (en las pocas escuelas) deberá trabajar con todo el grupo y para ello requiere saber que tener estos alumnos no es ni con.mucho un problema. Es sí un reto y un desafío que hay que echarle manos a la obra y razón más emoción en lo cotidiano.

3. En aquellos años de primera juventud leí unos dos o tres capítulos, pero se me quedó grabado el tema: trabajar en la enseñanza a jóvenes delincuentes. Y me acordé del libro en el 2020, cuando mis compañeros maestros me alertaron que el grupo que me habían asignado, el "D", estaba conformado por diez alumnos de cada grupo "A", "B" y "C", los cuales sus respectivos "maestros" no querían.  Ante la noticia que las oficinas centrales les habían autorizado un nuevo grupo, aprovecharon su oportunidad para "deshacerse"  y evitar las preocupaciones y el sufrimiento cotidiano de "lidiar" con ellos.

4. La relación con el libro no porque fueran delincuentes, sino en lo que cabe de inquietos. Allá con Makarenko, en la Rusia de 1925, los habitantes de lo que después sería conocida como Colonia Gorki, eran ladronzuelos de casa y a mano armada, que al defenderse las víctimas de los hurtos, en ocasiones se convertían en asesinos, rebeldes a los cuales sus familias ya no los podían controlar, jugadores de naipes, bebedores de alcohol y personas así. En resumen inquietes mayores. Ante circunstancias así, mis nuevos alumnos eran angelitos De Dios, para dar una idea. Pero, inquietos, sí.

5. El docente ante un nuevo grupo no sabe cómo viven sus familias. Varias de ellas de manera genérica les decimos disfuncionales. Y no es precisamente así, sino que cada quien vive en circunstancias distintas. Para mencionar algunas: viven con padre y madre y hermanos; viven con sus abuelitos porque su madre trabaja; madres solteras y su figura paterna la ejerce bien el hermano mayor, el tío, el abuelo, etc. Ahora bien, si en cada circunstancia se vive con armonía, las consecuencias en las conductas serían menos. Pero hay situaciones de violencia leve o extrema. Y en ocasiones asuntos más graves, como golpes, gritos, violaciones. Etc.

6. Los alumnos en su conducta reflejan lo que sucede en su casa. Son como espejos. O los liderean bien en su entorno familiar, o no los liderean. Y ellos esperan cobijo emocional en la escuela. Sea que son tímidos en exceso, ensimismados por la represión familiar, o son rebeldes porque es la única manera de encausar su cotidianidad. Y el maestro y la maestra es lo que tienen ante sí a diario. Y en estos tiempos todo ello lo agravan los distractores de las redes sociales. No es tarea fácil. Y más si esto se agrava con condiciones de infraestructura escolar pésimas, pupitres a punto de caerse, baños insalubres. Los alumnos buscan consuelo, estima, y en ocasiones encuentran más represión.

7. Me olvidaba comentar que el mismo autor Makarenko tiene un libro que se llama "20 conferencias sobre educación infantil", y recuerdo que su planteamiento central es que el trabajo en casa es fundamental para fomentar la disponibilidad en la cooperación y trabajo de grupo. En casa ellos juegan y les gusta jugar a barrer, a regar las plantas, a pintar la casa, aunque no barran bien, terminen todos mojados o tiren algo de pintura y el padre tenga que volver a pasar abrocha y limpiar el piso. Pero es una parte educativa. Lo mismo pasa en la escuela, y ha de explicárseles a los padres la función pedagógica de la colaboración en el trabajo (con todos, pero más con los padres de los alumnos inquietos).

8. Me tocó una escuela telesecundaria abandonada -y por tanto en declive- en Nacajuca, en la que trabajé tres años, pasándola de 15 alumnos por grupo a 28. Ya ni las familias pobres querían mandar a sus hijos e hijas allí.  En lo primero que me ayudaron los alumnos más grandes e inquietos, con el consentimiento por escrito de sus padres, fue a habilitar una bodega ruinosa en dirección bien pintada y con su letrero, a limpiar un pozo de agua que rebosaba en basura, a crear un jardín con cerca de isora, y a limpiar un área para la practica de futbol. Me detengo en lo del pozo de agua.

9. El pozo no estaba profundo, pero sí rebosaba de basura. Les pregunté si conocían a alguna persona que se dedicara a limpiar pozos, que le dijeran que yo quería hablar con él. "Nosotros lo podemos limpiar, si a eso nos dedicamos los fines de semana", me dijeron seguros. "Nooo, si sus padres se enteran me van a denunciar a la SEP", les dije. "No, maestro, les vamos a decir a nuestros padres que vengan a hablar con usted para que les firmen el permiso de autorización". Un viernes fueron sus padres y firmaron el documento.

10. Al sábado siguiente en la mañana empezaron el trabajo de limpieza Del Pozo bajo mi vigilancia. Reían al sacar esqueletos de pupitres, mochilas podridas y hasta un cuadro de bicicleta oxidado, plásticos. Al final ya estaba limpio el pozo, el agua transparente "mejor que la entubada" de la ciudad (ellos lo dijeron). Les dije que se acercaran y lentamente dejé caer agua de una jarra a contraluz del sol. Se miraba el arcoiris. Y les dije: "esto se logró gracias a ustedes: Esteban, Miguel, Carlos, Juan, Ernesto. Gracias a ustedes, nunca lo olviden que yo nunca lo olvidaré". Sus nombres los pronuncié fuerte y mirándolos". Y vi sus rostros orgullosos de servir.    ´


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