Estúpida muerte; tú tan serena

1

Ante la muerte, lo entendible como normal es que los viejos sean enterrados por los jóvenes. Cuando sucede lo contrario es un fenómeno biológico. Y duele sobremanera.

2

Yo quisiera tener el pasaporte para cruzar breve la frontera entre la vida y la muerte y pedirle explicaciones a esa esquelética armada con su guadaña. Y gritarle para que me dé sus razones. Y tirármele al cuello para mostrarle mi enojo y morderle los huesos con enojo y tanta rabia.  Sacudirla de manera violenta de todo su esqueleto. Pero sé que eso es imposible. Nos vamos cuando nos toca. Y la edad no importa.

3

Ya ves, llega el momento de irnos. Nada queda pendiente. Bien o mal lo hicimos, cumplimos. Era así y no de otra manera nuestro destino. Y nada más ya era necesario. El libro del momento queda a la mitad. Ya no acudiste al notario para una firma pendiente. No hiciste cita con nadie. Ya no hubo manera de ver un día siguiente, un nuevo amanecer. 

4

Y las prisas no eran necesarias, ni las horas extras ni el doble turno. Tampoco nueva ropa. El perfume quedó allí, intacto, para ocasiones especiales.  El proyecto inconcluso lo mismo. La vida es siempre otra. Lo que se espera no llega. Lo que fue se alejó. Lo que se busca con desesperación siempre se aleja más. Y por sobretodo, entre todos los puntos posibles, siempre está disponible el punto final. La última estación. El triunfo de la vida no es permanecer, sino morir. Es el Ítaca.

5

No. Ya no estoy aquí. Ando en todas partes. No estén tristes. Yo estoy bien. No les pido que canten y bailen. Solo piensen que yo estoy muy bien. Sin preocupaciones ni prisas. Sin ansias ni curiosidad. Sin necesidad de saber ni tener más. Todo tranquilo aquí. La nada es siempre el todo.

Y qué bien, nos abrazamos. Nos miramos. Nos dimos la bienvenida. La despedida. Qué bien las palabras, los mensajes, las sonrisas. Qué bien las Navidades con las anécdotas y las risas interminables. Los consejos médicos en estos meses aciagos. Qué bien tigra de luz grande.

7

Sí. Yo me rebelo. Debieran ser los jóvenes quienes nos entierren. Y nada más es posible. No hay fórmulas. Solo resignarnos y quedarnos con los mejores recuerdos. Los más grandes recuerdos. El destino de los ángeles terrenales es batir las alas en el cielo. 

8

Nada nos llevamos. La vida siempre se acaba. Solo los recuerdos quedan. Sí. Un puño de tierra.

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