La espera sin fin

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Uno se mantiene siempre a la espera de algo. No se sabe exactamente qué, pero de algo que nos suceda y transforme la vida en lo cotidiano y en lo permanente. Con ligereza le llamamos felicidad o prosperidad o buena suerte, pero que nos suceda como si fuera un rayo de luz inteligente que mueva todos los resortes de la luminosidad tanto física como espiritual y nos transforme.

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Nos asomamos por la ventana y nos damos cuenta que todo sigue igual, pero no cambiamos la espera, sino la renovamos siempre en el nuevo día. Y así pasa el tiempo lento, pero sin demora. Las semanas, los meses, los años y en efecto, nos suceden cosas, pero nunca lo suficiente para llegar a ese estado permanente de gozo anhelado.

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Esperamos la feria del pueblo, el cumpleaños, el fin de semana, las vacaciones, las lluvias de mayo, la noche mexicana, la Navidad y fin de año, el fin del ciclo escolar, encontrarnos una cartera llena de dinero, sacarnos la lotería, la muy esperada llamada de Dios, encontrar un mejor trabajo, esperamos que descubran nuestros talentos perdidos en la mediocridad, descubran nuestro genio e ingenio, un nuevo amor, y así se va la vida entre la espera y la realidad a la que despertamos día a día.

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Pero también esperamos de manera automática se ausente el miedo, los temores, se resuelvan nuestros problemas, acaben las preocupaciones, nos pida perdón quienes nos hicieron daño, encontrarnos a las personas queridas a la vuelta de la esquina, nos volteen a ver quienes nunca nos miran, y nada de esto sucede.

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Solo que las cosas suceden siempre y cuando, y esa es la condición, demos el primer paso, tomemos la iniciativa, compremos el cachito de la lotería, toquemos una puerta y otra y otra, salgamos a que nos dé el sol, escribamos y mandemos la carta con la dirección correcta, mientras tanto se alinean los astros para otros menesteres más urgentes del universo.

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La llamada del "hola, cómo estás, me da gusto escucharte", no llega, pero la esperas. Mientras tanto enciendes la televisión y miras las noticias y en ninguna aparece lo que esperas, enciendes la radio y más noticias o música variada, y así los días se deslizan poco a poco, a veces te parecen lentos y a veces rápido, cómo se fue esta semana, este mes, ya de nuevo en "diciembre". Nuevos propósitos que como globos se desinflan en febrero, cuando mucho en marzo, pero ya está Semana Santa y nos vamos a la playa, "como esperando abril", canción, pasan por la radio.

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El espejo lo mirabas a diario, hasta que por fin decidiste deshacerte de él, como mal negocio, si no me responde en fotoshop la imagen que espero ver, y me trae la realidad de mi cada vez nuevo rostro al paso de los años. "Ven ya, putita muerte", retas inesperadamente, porque sabes bien que eso no depende de nadie más que del destino y las circunstancias, no de una expresión pretendidamente graciosa o poética.

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Esperas los 15, para la fiesta, los fines de semana para el descanso, la boda para la felicidad íntima y conyugal, el nacimiento del hijo, que ya camine, luego ya entre al preescolar para hacer amistades él y tu con las maestras. Esperas terminar la carrera, la titulación, el nuevo empleo con el ascenso ahora sí por los estudios, y así sigues a la espera. Mientras tanto miras alrededor de tí y todos sonrientes como si no esperaran, bobos, nada más que subsistir en el día a día sin preocupaciones como lastres.

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Y sin embargo por allí andan las pequeñas cosas, a tu alrededor, las que realmente valen la pena, y en conjunto son la felicidad diaria, sin esperar nada a cambio, como lluvia fina que transmina la tierra de manera lenta, como la vida con sus segundos acumulados, los minutos ensamblados, las semanas y meses en conjunto. Las pequeñas cosas: el olor del pan recién salido del horno, ¿lo recuerdas? La sonrisa de esa desconocida que sucedió solo una vez y fue para siempre en el recuerdo, la página en blanco cuando dejó de serlo, el beso no dado, el amor platónico con la estrella cinematográfica del barrio, la imagen del carpintero en su toc toc, la mariposa y el colibrí que entran en la flor diurna o nocturna y la saborean con fruición. 

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Son esas pequeñas cosas, la sustancia verdadera de la vida, esta, tan corta en el individuo, tan larga y casi eterna en la manada renovada en cada generación. Vida y muerte. Cara y cruz.

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Toma el café mujer, y deja que el mañana llegue siempre con la esperanza de un día mejor. Y nos sorprenda con el amanecer ruidoso en laminada de rojos y naranja. O gris con sonrisas para entibiarnos.. 






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