¡En esta esquinaaa!

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“¡En esta esquinaaaaaa: El Balam”. Estamos en la arena Alebrijes, de la casa del mismo nombre. Hay varios luchadores mezclados entre el público, rudos y técnicos. La arena es pequeña, pero está llena de luchadores por la vida y el arte. Se enfrentarán a dos de tres caídas. La entrada es gratis. La salida es lo que la voluntad y el tamaño del corazón ordene. No se apresuren. Y además pueden llevar tamales para cenar.

 

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En la obra está un teléfono a la espera de dar un mensaje a quien uno quisiera. Era asunto de quienes nunca han pasado un escenario. Era una carta de la lotería. Era asunto de valientes. Y así ueron desfilando con mensajes sencillos, aunque ingeniosos. El más tierno, quizá por la cercanía con el 14 de febrero: "solo llamé para decirte que te amo".

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Estamos en una obra de teatro en Casa Alebrijes. Y es Ángel Fuentes Balam, peninsular mexicano, actor joven, que, desde el anonimato de la máscara, condujo al "bello púbico, perdón, perdón, bello público", por los laberintos de un conjunto de historias breves: la muñeca guapa que ejerce prostitución, medicina para los solitarios; la Ixtabay que devora al Francisco Chi y lo convierte en árbol; la pederastia de Altagracia, que es una santa caída o elevada en el ejercicio de la justicia, y otras historias.

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Ya en la tercera llamada empieza la función. La obra se llama “Lotería pelangocha”. Se reparten cartas de la lotería tradicional. La obra se irá desarrollando conforme sale una figura de las cartas. Entre el borracho y la mano; entre la dama y el catrín; entre el corazón sentimental y el árbol. Todas ellas cargadas de significado y diría mi maestro: de "significante".

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La obra, con sus distintos cuadros, es un espejo de la sociedad, en distintos frentes: la tragedia y el ultraje; la pobreza indignante; la tradición oral; El barrio y la degradación social con Zovek, además del ninguneo, del influyentismo, la tragedia, la impunidad, etc. La camaradería del Tlaloc, con sus churros e ideas; la marginación en general, y el arte que sobresale junto con el ingenio popular. Todo ello en una hora y media de espectáculo popular, que quiere decir, del corazón y sentimiento de lo que somos.

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Premio para los luchadores de la vida: cerveza por carta. Así que atentos mis muchachos y muchachas. Y empiezan las historias, los cuentos, la magnífica actuación. El uso del lenguaje cotidiano, de la obra como tal, común, nuestra riqueza lingüística, las variantes en el doble sentido, la hilación de ideas que van tejiendo parte del día, enriquecido con la amistad de los asistentes, y el conocer el trabajo escénico-literario de Fuentes Balam. Que sigo siendo el rey, porque no vale nada la vida.

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Sale la carta. Estamos atentos. Balam baja la voz y la levanta. Se mueve en el pequeño escenario de manera natural. Es un cuarto, con sus cartones de cerveza, la guitarra para la bohemia, el tequila, el teléfono viejo, como gritando en silencio, “y cómo pasan los años”; velas; y otras objetos en la escenografía, sobre una mesa pequeña de pino. La máscara le queda justa al Balam. La nariz le queda apretada. Los ojos reflejan maldad escénica, inteligencia de los personajes. Todo apropiado para el ambiente de la vida en su conjunto de carnaval, con alegría, creatividad, y nostalgia por lo que ya se fue, pero sigue siendo.

 

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Cierra el actor con la lectura de una carta. Y el tono junto con el estilo del escrito, cierran el conjunto de historias, que es un fresco interior y exterior de la sociedad mexicana, atribulada, con prisas, con atavismos, tradiciones, amores y rencores. Pero todo ello es como una mezcla del sentimiento del pueblo mexicano. Es un blues mexicano con letra parecida a Armando Ramírez, el del Tin Tin con la magia popular de Chava Flores. Pero es asimismo el padre amaro, es la nota roja, es la esperanza, la magia. En fin, que me quedo corto.

 

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Y el ganador de esta lucha somos todos los asistentes y los anfitriones, y sin duda nuestra agradecimiento al Balam. Siempre bienvenido a Tabasco. Porque cuando se va, nos deja parte de él.

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Angel Fuentes Balam, Mérida-1988) es joven con trayecto largo. Baste decir que es sencillo en su trato, valora la amistad y el amor, es sentimental, creativo con imaginación, lector acucioso, propositivo y siempre dispuesto a romper los moldes impuestos por la burocracia cultural y los grupos amancebados con dicha tortugesca y pedregosa burocracia. Además por supuesto de ser poeta, narrador, dramaturgo, cuentacuentos, actor, director, promotor, maestro, autor de varios libros en solitario y colectivos, además de un largo etcétera. 

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Y hoy sábado, los espera Casa Alebrijes, con Jaime Ruiz y Delia Cantoral, como anfitriones en la segunda función, a las 8 de la noche. No se van a arrepentir: El Balam se les quedará en la memoria siempre.

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