Un viejo, un muchacho de corazón gigante y el mar

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Imagínate un viejo, un pueblo de mar, barcazas, anzuelos, olor a tripas de pescado ya de días, y la lucha diaria por la sobrevivencia mediante el trabajo. Imagínate un viejo en su pequeña lancha, tres días seguidos esforzándose por dominar un pez de casi seis metros de largo y mil kilos de peso. Y la lucha del mismo viejo contra tiburones que le quieren hacer gane de su preciado pez.

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La novela El viejo y el mar, de Ernest Hemingway, precisamente de todo eso trata: de un viejo "salao" que no ha pescado nada en 85 días, todo un récord. Siempre era acompañado por Manolín, un chico de unos 15 años, hasta que el papá del experimentado muchacho le prohibe acompañarlo  para que gane dinero con otros pescadores que sí tienen suerte y traen por el mediodía o tarde carga sustanciosa para su venta en las cooperativas del lugar.

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Yo leí esa novela a los veinte años. Y la releí ayer. Entra humo en los ojos por tanta ternura, tanta vejez digna, y el corazón gigante del muchacho. La ventaja del libro es ser una obra corta. Y con un lenguaje sencillo, con imágenes y descripciones que te hacen sentir hasta los olores a pescado rancio, la manera como ponen la carnada, el café caliente en latas,  y te hacen vibrar las lágrimas de Manolín cuando mira, cuida y protege al viejo pescador. Y sin lugar a dudas, esa descripción del oleaje que detalla el autor, no la encuentra uno en cualquier otra obra literaria (al menos que yo sepa).

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No voy a contar la trama y mucho menos el final de dicha novela. Porque a mí no me gusta que me platiquen películas ni novelas o cuentos. Solo que es conmovedora, muy humana, y podría semejar la lucha que todo ser humano enfrenta en la vida, con las vicisitudes correspondientes, y la manera cómo las personas tienen cada vez que echar mano de la experiencia para adquirir nuevas experiencias que enriquezcan su vida, y enfrentar los nuevos retos. Al final cada uno sabrá cómo enfrentar los últimos años; y se anticipa será una cosecha de la siembra en la vida. 

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Solo imagine el lector que el viejo, solo, sin la ayuda de Manolín, logra pescar un animal de casi seis metros, con lo que se acaba su mala racha. Aficionado al beisbol, parte de sus diálogos en solitario y con el muchacho son sobre las grandes ligas del beisbol de Estados Unidos, Y el chico es una persona agradecida con el rústico y experimentado viejo, noble, que le enseñó a pescar desde los cinco años. La novela trata solo de tres días. En ese lapso se tensa toda la trama. 

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Los sucesos se desarrollan en un pueblo costero cubano. Recordemos que su autor, Ernest Hemingway (Illinois. 1899Idahi, 1961) fue un escritor y periodista que ganó el premio Nobel de literatura en 1954 por toda su obra, y un año antes, obtuvo el prestigiado premio Pulitzer, por esta novela que reseño, El viejo y el mar. Vivió varios años en Cuba, fue asiduo al mítico bar habanero La bodeguita del Medio; vivió en Europa como corresponsal de varios periódicos y tuvo residencia en Florida y en Cuba. Aquejado de dolores y quizá a causa de su alcoholismo acendrado, a los 61 años se sorrajó un balazo en la cabeza. Pero dejó una gran obra, entre ella: "Adiós a las armas", "Fiesta", "Por quién doblas las campanas", y "El Viejo y el mar", entre otras.

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Además, dentro de los libros que bien pueden formar parte de un conjunto, no muy grande, que pueden seleccionarse para los muchachos de secundaria, sin lugar a dudas esta novela formaría parte de ellas, al igual que Macario, de B. Traven. Por muchas razones, entre ellas, que su lenguaje es sencillo, por decirlo fácil, con un manejo ágil de las situaciones, y sensible para tocar el corazón de las personas.

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Nunca dejaremos de insistir en la importancia de desarrollar el hábito de la lectura en las personas, de preferencia desde niños, para que desarrollen un pensamiento más ágil, entusiasta, lógico y por tanto más claro, y por tanto estén en mejores condiciones para el aprendizaje. Sí, a pesar de tantos distractores.

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