Las horas más lindas


1

Leo Dan dejó dicho de que "las horas más lindas las paso contigo". Y queda bien como planteamiento cliché de la memoria desde los años juveniles. Y lo retomamos como halago para ofrendarlo en el altar de los egos. En mi caso, a la edad que tengo, las horas más lindas son las que duermo. Seis, siete horas, en las que me paso vagando en situaciones en que los delirios y la lógica se revuelven para darme un sueño grato, las más de las veces. Placentero casi siempre.


2

Tantas muertes pasan por mi mente. Ayer recordaba que ha pasado ya un año de la muerte de mi hermano mayor.


3

Las horas más lindas, permítanme lo diga así, son en las que respiro y mi corazón pulsa en tensión, rítmico, a razón de 60 por minuto, acompasado, y se eleva un poco cuando paso junto a razones esperanzadoras de juegos en los que las miradas se cruzan y entrecruzan y provocan suspiros que alientan hacia atreverse a pedir una cita para un café en par posible con pan y con plan o lo que salga ya en casos extremos.


4

Y han pasado ya dos semanas de la muerte de mi sobrina Lupita. Ya dos semanas sin ella, ni la esperanza de verla aparecer.


5

Ahora bien, estas horas de la mañana, en las que me enfrento al "qué" y "cómo" escribir, tenga tema o no, y me aferre a una palabra escuchada, a una imagen o al recuerdo de unas pequeñas cosas para dejar por escrito mis quietudes e inquietudes del día. Esas horas, de 6 a 9, a m, sí que son gratas, ya pasado el despertar, que es condición primera, y respirar, que es condición segunda, quizá un café a modo, y luego ponerme a escudriñar entre ideas y recuerdos, inquietudes y nostalgias, y escribir. 


6

Ayer me puse a leer el texto sobre la muerte de mi hermano mayor a un año de distancia. Y entra humo en los ojos. Luego leo el pésame de Lupita "tío, que en paz descanse su hermano".


7

Tanto preámbulo para decir que efectivamente y con razón las horas más lindas de mi vida las paso frente a esta pantalla y teclado, y son por ahora tres, y las siguientes, en buen plan, busco qué leer, y salto de un libro a otro, inquieto, anhelante, por encontrar un ritmo y estructura que me orille o empuje a escribir mejor, pero resulta que luego de leerme en lo propio escrito, caigo en la cuenta que pude escribirlo mejor, pero allí lo dejo con as esperanza que tal vez mañana o pasado mañana efectivamente me quede un mejor texto. Sea lunes como hoy o martes.


8

Leer las palabras escritas a un año de distancia. Y recordar que desde hace quince días a esta fecha ella, Lupita, ya tampoco está en la vida. Que todo han sido como un sueño. La espero ver entrar a mi casa, sonriente. 


9

A veces es un rotundo fracaso el resultado. Y no me amilano, sino queda como ejercicio para un día estar en mejores condiciones de habilidad redactora, creadora e imaginativa para encontrar el hilo negro y el agua tibia de la creatividad. Ahora una idea, ahora otra, unirlas como se zurcen las partes de la tela, ya cortada, y así elaborar la nueva prenda y que las costuras no se noten.


10

Una de mis hijas cuenta un sueño. Otra cuenta otro sueño. Y cuentan de la prima, hermana de Lupita, que también sueña. Y coinciden en ese sueño donde Lupita se presenta y les habla. Miedo. Nostalgia. Dolor por la ausencia.


11

Imagina que te vas a una isla desierta, donde no hay internet, ni energía eléctrica, tampoco libros, ni receptores de señal como radio y televisión, tampoco periódicos. Tampoco reloj para medir las horas. Ni batería para una lámpara, ni compañía para el diálogo, ni dios o diablo, ni criaturas extraterrestres, ni hoja y pluma para carta, ni vaca para ordeña, ni esperanza de correo, ni con quien pelear ni en quien confiar cuitas o compartir alegrías, ni taza pata café, ni aquí ni allá objetos que relacionen a manera de puente con la civilización y la vida), los otros, ni querer fugarse y cómo, un fluir solamente en el alternarse días y noches. Algo ha de salir allí en es admiración del agua y tierra, mar azul y cielo con horizonte y crepúsculos luminosos.


12

Y reunidos cada quien expresa su sentir sobre la ausencia reciente de Lupita. EL último momento en que la vio cada quien. Revisamos fotografías recientes y antiguas donde ella está. Se le extraña. Se le ama. 


13

Ni conciencia de soledad, ni necesidad de compañía, ni quejarse, tampoco prisas. Hay paraísos así que se procuran por cierto tiempo. Y qué razones se pueden esgrimir para hacer comparaciones de dónde viene en pensar en las razones de búsqueda de respuestas ante preguntas que de vez en cuando nos hacemos. El cómo, cuándo, qué, por qué y para qué. Ah, tampoco hubo espejo que te hiciera denotar surcos de piel generados por la erosión de carne sin otra carne ni sonrisas. Un buen día llega la muerte y soluciona. inquietudes.


14

Un buen día no estaremos. Y mientras tanto. De vez en cuando hace uno repaso de los familiares, amigos, vecinos y conocidos que se han marchado. 


15

Pero sí, hago un paréntesis. Me miro al espejo. Y como acto reflejo de la memoria que me lleva a versos de canciones, canto mirándome fijamente a los ojos y esbozando una sonrisa: las horas más lindas, las paso contigo. Me digo a mi mismo. Y la imagen poco a poco se difumina. Y lloramos. Nada de humo en los ojos.


* Fotos tomadas de internet

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