Amigos: Roberto Martínez

Compañeros de escuela. De pocas palabras ambos, pero las suficientes para comunicarnos. A veces en el receso nos quedábamos en el salón de clases. A veces salíamos a ver alrededor del salón. Digo, cuando coincidíamos, porque andábamos también con nuestros amigos cercanos. Él en el fútbol. Y recuerdo dos o tres tiros de basquetbol desde lejos, de los de tres puntos. Yo en la rondalla, o el periódico El Opositor, que hacíamos con Raúl Paredes (¿dónde andas Raúl?). Pero coincidíamos. Y era también en la penuria de los bolsillos vacíos. Regular de estatura, ni alto ni bajito. A veces juntábamos nuestros céntimos y comprábamos un gansito cada quien. O dos tacos de harina y compartíamos con un solo refresco. Siempre tuvo un gran corazón. Una sencillez que tienen los grandes seres humanos. Y su don de buena gente la profesa con admirabilidad. Yo me quité de Matamoros y nunca lo vi. Hasta que me animé a llegar a las reuniones de grupo, apenas hace dos años. Y me di cuenta que había desarrollado bastante en el trato a los demás y es uno de los principales motivadores y organizadores. Va mi abrazo cálido, Roberto Martínez Amaro, este diciembre del 14.

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