¿Por qué me haces esto?

Es buena la sonrisa, aunque duelen los músculos si es permanente. Y vale mucho más en el sanatorio de la salud mental donde me encuentro. Otro fino dicho en el discurso del oro. Van las palabras en tanto signifiquen algo, si no ni al caso. De eso se trata, de saber del pez sin llegar a ser pescado. Y de jugar al trompo con la tierra misma. Es el caso del punto de apoyo para mover al mundo. Una bolsa celofán para el libro no sirve. Ni pensar en otros sin decirlo. Ayer encendí la lámpara. Me llamo Diógenes.
Ahora escribo con ganas de alcanzar y de soltar la manzana del árbol. Es una maravilla. Estás aquí, aunque en sueños. Y remar ríos en remansos de frescura. Jabón a los ojos, para limpiar la vista y verte. Escribo ahora escondido de la guardia. Escribo atrás de una receta del médico. De una receta del médico de la infancia. De una receta donde vienen nombres en otro idioma. Palabras del renacimiento para esculpir estatuas como moldes para dar vida. Es la novedad del día.
Ahora todo va al fin. Y todo fin siempre es el mejor comienzo. Tú entiendes a esta boca loca mía tan llena de palabras. Alas sonoras para llegar al lugar donde te encuentras. Las lleva el viento hasta el pico de montaña. Cima donde habitan las hadas. Hadas que en verdad no existen. Pero estás allí, sola tú, instalada con ropa especial y la mejor sonrisa al paso de los años. ¿Por qué me haces esto?, preguntas sin saber exactamente eso qué significa. Somos nosotros en otra era.

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