Mis amigos: Joel Zúñiga

A carcajada suelta la plática siempre. Con la anécdota o el chascarrillo. Así es Joel Zúñiga Castillo, oriundo de La Peña, Tamaulipas. Lo conocí en la Normal 1977. Declamador y orador. No había concurso de la escuela donde estudiamos, en el que no apareciera su nombre como participante y luego en los primeros lugares. Fogoso en la palabra. Entrón en la chamba. Uno de los artífices del triunfo de la planilla Verde sobre la Negra que tenía más de 25 años ganando las elecciones para la sociedad de alumnos. Llegaba a la casa en el barrio bravo del callejón 6 para platicar y ensayar al ritmo de la tarde o la noche. A eso de las 11 de la noche retumbaba su voz de orador entre el caserío, un trueno juvenil para derribar muros de indiferencia. Y cuando nos hemos reunido, que han sido pocas veces a la fecha, saltan las anécdotas de esos tiempos. La imagen esa donde queda su mano de orador detenida para recibir el flashazo que no aparecía de mi cámara en los juegos internormales de Cd. Madero. "Todos tenemos alguna gracia, hasta los que no", en referencia a los amigos pasados de peso. La patada fuerte -sin la bota petrolera punta de fierro- a una inocente y grande tortuga nocturna en la avenida Sandino, y el dolor de momento y lo morado de la punta del pie al día siguiente. Y cuando llegaba a ayudar como fraterno peón a construir la casa de mis padres. O cuando cargaba la cubeta de agua ayudando a mi madre. Lo vi hace dos años en Ciudad Victoria. La escena norteña se adorna con lo típico: carnes asadas y limonada (No lo creo, dice). La incofundible carcajada. Las anécdotas al vuelo de la nostalgia. Y los datos de esa parte que no conocí cuando salió a estudiar a otras normales para terminar la carrera. O cuando fue dirigente obrero, siempre con el sello de la oratoria, su marca. Un abrazo al gran Joel Castillo, maestro y hermano.

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