Parte 12 Mis cuarenta años en educación

Me regresé a la escuela. Seguí trabajando con ahínco y entusiasmo. Era grato el trabajo. Los niños con una sed de juego y aprendizaje. El director no se quitaba de su afán de quitarme de la escuela. Más oficios en mi contra. El supervisor me citó a las 12 del día para una junta sobre mi caso. Estaban cinco contra mi y yo solo. El supervisor, el director, el delegado si dical, el de Conflictos y el de Organización. Debatimos por 3 horas. Empatamos. No me quitaban de la escuela. Y me ofrecían a ir de director a un internado. Mi respuesta clara. No. De allí salí cansado, contrariado y fui al parque. Me esperaban mis amigos. Les conté del empate. No hay acuerdo. Y me entró humo en los ojos. A los tres días, de nuevo a la Supervision. Ya me tenían mi orden de comisión como flamante director de un internado. En eso no quedamos. Ustedes son mis mayores. Yo aprendo de ustedes. Pero así no me vencen. El supervisor se rascó la cabeza. Respiró profundo y contó hasta 10. Crei que iba a perder la paciencia. Calmado ya, me dijo: mira hijo. No te puedo sacar de tu escuela. No hay razón para ello. Pero el director es terco y te va a poner una trampa. Y tarde que temprano vas a cometer un error. Vas a estar intranquilo. Como un tío tuyo, te sugiero aceptes tu cambio. Así me habló. En un tono franciscano. Y acepté. No al internado como director. Sino a una escuela. La primaria de Santa María. Muy cerca de la laguna de Pomposú. Al otro extremo del municipio. El director, Maestro Canul, era un hombre bajo de estatura, de un gran corazón. De la carretera a la escuela hay que caminar un kilómetro y medio. Me dice el director: un alacrán va a tu escuela, me dijo el delegado sindical. Ya va a ver usted que es mentira. Usted no tendrá queja de mi.

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