Para escribir

Para escribir tenemos memoria e imaginación. Y debemos tener disponibilidad, por supuesto. En la primera tenemos los recuerdos de todo lo que hemos vivido. Será poco o mucho, según la edad. En la segunda recordemos la imaginación de la que escribieron los grandes; a mejor ejemplo los griegos con sus dioses y animales que existieron solo en la mente de quienes los concibieron, entre ellos sirenas, tritones, dragones, por decir algunos. Además de las fábulas y mitos. Para eso hay que leer mucho. Y modestamente la propia, integrada por los sueños y las construcciones de lo que no existe pero lo hacemos posible en el texto.
Yo por ejemplo ahorita imagino una invasión militar en Estados Unidos, y mi hipotético lector, recordará la de Pancho Villa en Columbus; o la invasión silenciosa (y ni tanto) de latinoamericanos, California tiene un porcentaje muy alto, etc. Pero no, yo me refiero a la invasión militar por parte de estados árabes.
En la imaginación todo es posible.
Pero para escribir también debemos de tener disponibilidad. Es decir, tomar papel y pluma, tener un cuadernillo especial o una computadora. Hay también la opción de dictarle a una grabadora y luego transcribir. Cada quien "se rasca la espalda" como puede. Cada tiene manera distinta de matar los piojos.
La memoria es como un pozo de recuerdos. A semejanza del pozo de agua. En este, cuando necesitamos agua, acudimos a él, con un mecanismo conocido, sea simple o mecánico. En el simple, aventar la cubeta sosteniendo la lía, para luego con esfuerzo sacarla. La cubeta debe llevar un peso en un extremo de su borde para que se hunda con facilidad. En el mecánico tenemos una polea para facilitar, con menor esfuerzo, la sacada de la cubeta.
Escribir es una necesidad, por eso acudimos al pozo de los recuerdos, o a la imaginación. Si no es necesidad no pasa nada. Solo que no vas a escribir.
Le escuché decir a Augusto Monterroso en un Encuentro de Escritores efectuado en Mérida, Yucatán, allá por 1994, que aconseja a los principiantes y a los no tanto, dejar de hacerlo, dejar de escribir. Y si no sucede nada. Ya está resuelta la inquietud del gusanito. En cambio si estás inquieto, ansioso, entonces, escribe. Pero dedícate a ello.
Mi amigo desde secundaria, Víctor Orduña, recordaba ayer, por ejemplo, de alguien que pasaba vendiendo unos polvorones sabrosos por nuestro barrio cuando niños, o el pan que vendían al lado de la escuela, y que le ponían caldo de chile con unas rajas y zanahoria. Y yo le digo que todo ello lo escriba.
La imaginación en cambio es la que te abre todo un abanico de posibilidades. Y aquí ya no hay recetas que valgan. Solo que hay que leer parte de lo que escribieron otros, que por cierto es mucho. Para no andar de presuntuosos con textos producto de una imaginación fácil.
Leviatán, hidra, ave fénix, pegasso, cerbero, minotauro, unicornio, quimera, fauno, centauro y un largo etcétera, y los ya citados sirena y dragón, son apenas algunos de los animales que tan bien fueron creados desde la antigüedad por la imaginación del hombre, que "viven" con tan buena salud en nuestros días, que hay muchas películas de dragones, hay una sobre la sirenita. Silvio Rodríguez concibió la canción Unicornio Azul, Rigo Tovar La sirenita y El sirenito. Se cita mucho el Leviatán. Se utilizan las figuras del ave Fénix, para resurgir de las cenizas; del cerbero, y se le agrega el cancerbero, como cuidador a ultranza. En fútbol se utiliza para llamar al portero que cuida muy bien la portería.
Y a memoria e imaginación, para escribir, le agregamos la disponibilidad. El levantarse a la hora que se decida, y acudir a una cita con la máquina de escribir en una mesa, con café alado y al lado, un pan. Y dejar fluir lo que el que dicta te haga decir por escrito.

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