Libros

La palabra libro es muy parecida a la palabra libre. Y su vínculo es claro. Aprender a leerlos, logra en gran medida que las personas comprendan lo que significa la palabra libertad. Y por supuesto, que la ejerzan. No de otra forma podría ser. Aunque también es cierto que aprender a leer, y no desarrollar el hábito de la lectura, no significa nada, o muy poco en el desarrollo intelectual de las personas.
Atribuido a Mark Twain, escritor norteamericano, es el siguiente enunciado: elque sabe leer y no lee no tiene ninguna ventaja sobre el que no sabe leer. Así de directo.
Exactamente no recuerdo cuál fue el primer libro que leí. Pero sí tengo claro que el maestro Carlos Martínez Cabello, que me daba primer grado de primaria, llegaba al salón con su portafolio, y sacaba uno pequeñito con canciones de Gabilondo Soler, el grillito cantor, Cri Cri. A mi edad de seis años, casi siete (nací en noviembre), me parecía maravilloso ver que él empezaba a cantar una canción asomándose a ese susodicho libro. Y luego nos ponía a cantar verso a verso Caminito de la escuela, o La marcha de las vocales. Y era maravilloso y mágico. "Que dejen toditos los libros abiertos, ha sido la orden que dio el general..."
Ya con los libros de texto gratuito, en cualquier grado, y con nuestros maestros, fuimos aprendiendo que el mundo era más grande que nuestro barrio. La plática entusiasta de ellos, los maestros, sobre cualquier tema nos marcaba. Veíamos los dibujos. Leíamos los textos. A mi me gustaban los libros de todas las materias. Pero sin duda fueron los de historia y español los que me fascinaban.
Lo mismo me paso en secundaria. Solo que a diferencia de los de primaria, los de secundaria no eran gratuitos. Estamos hablando de principios de los años 70, A.C. ¡No, apenas del siglo pasado! Casi todos llegaban con los libros nuevos. Yo llegaba con libros usados. Don Juan, mi padre, los pedía en las casas donde trabajaba, de los muchachos que ya estaban en otro grado. Así que yo llegaba orgulloso con mis libros distintos, pero que traían los mismos temas, solo que en distinta página.
Allí me hice lector. Mis maestros de español fueron Hilarino Jiménez, y Carlos Abad. Entusiastas siempre, llegaban ellos por las tardes a dirigir nuestras prácticas de poesía coral, declamación individual o discursos. También ellos practicaban de tarde en la escuela cuando se preparaban para los juegos magisteriales, y me gustaba llegar a escucharlos. Del maestro Carlos escuché por primera vez El sembrador, de Blanco Belmonte:
"...Quise saber, curioso, lo que el demente/sembraba en la montaña sola y bravía;/
el infeliz oyóme benignamente/y me dijo con honda melancolía:/Siembro robles y pinos y sicomoros;/quiero llenar de frondas esta ladera,/quiero que otros disfruten de los tesoros/que darán estas plantas cuando yo muera/..."
Me quedó muy grabado ese poema de Carlos Rafael Blanco Belmonte, El sembrador. Un hombre loco que sembraba arbolitos que tardan muchos años en dar frutos, y que por su edad él no disfrutaría. Pero disfrutaba sembrando. Lo que cuando estudié en la escuela normal para maestro, lo relacionaba con la labor docente: sembradores de ideas, conocimientos, gusto por la vida.
Y ese poema venía en mi libro, y no en los otros que les compraban nuevos a mis compañeros. Y se lo mostraba con orgullo al maestro Carlos. Y él sonreía beatífico, con una gracia como de monje. 
Platicando con Víctor Orduña, amigo desde la secundaria recordábamos de nuestros intentos por ser declamadores, lo que él sí logró, y yo no. Yo escogía poemas chicos, para podérmelos aprender. Y aún así se me olvidaban. De él, de Victor Orduña escuché un poema sobre América, que aún no sé si era de Pablo Neruda o de Walt Whitman. 
Ya en la Normal recibimos libros de texto gratuitos también. Eran compendios de temas sobre Didáctica y Psicología infantil. Los que no teníamos dinero para comprar libros, que éramos la mayoría, teníamos con ellos una pequeña biblioteca personal. Una amiga, Isabel, en la biblioteca de la escuela me habló de los poemas de Pablo Neruda. Precisamente los que vienen en 20 poemas de amor y una canción desesperada.
Con los compañeros la Normal, de otros grupos, me inicié en la lectura de temas sociales.
Pero destaco que teníamos de compañera, que por cierto acaba de cumplir años, a Gloria Luz Rodríguez, que declamaba muy bien, y lo sigue haciendo mejor ahora.
El caso es que gracias a los libros de texto gratuito, como base, y con los que fuimos agenciándonos después (los que compramos y los que no regresamos) somos lo que somos.
A veces parece muy cruda la afirmación: escuela de educación básica que no promueve la lectura libre (de la que no se piden informes, de los que no se hacen resúmenes, ni es obligatorio terminarlos) no está cumpliendo con la tarea fundamental. Fin.

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