La filosofía y mi amigo Diógenes
Imagínate la escena, hipotético y paciente lector: seis u ocho muchachos y muchachas, de entre 16 y 18 años. Asomándose a las mieles de la juventud. Bajo un árbol, quizá nogal, me parece que sí era nogal, sentados en un pasto fresco, cualquier tarde de esos años, 77-79, en la Colonia Jardín de H. Matamoros, Tam, leyendo el libro Principios fundamentales de filosofía, del checo George Politzer, para luego comentar sobre esos temas.
Punto uno: no eran temas de tarea escolar. Punto dos: nadie llegaba obligado. Era la amistad simple, grande y llana. Cada quien hacía comentarios, sin saber que estábamos ejercitando el pensamiento. Sin saber exactamente para qué nos serviría. Solo que nos gustaba estar allí. Una tarde por semana. Y seguimos teniendo en la distancia de cuarenta y tantos años, la misma amistad.
Luego cuando en Tabasco ingresé a la Facultad de Ciencias de la Educación de nuestra UJAT, que por cierto a partir de hoy 23 de enero estrena rector, tuve una materia que se llamaba Filosofía de la Educación. Y llevaba yo algunos elementos ya, que me facilitaron comprender los temas, saber algo de su importancia, y sacar 10 de calificación. Nos daba clase un maestro interino, ya grande de edad, para nuestra edad. No sabía de esos temas, pero le echaba muchas ganas. Se basaba en el temario y en una libreta vieja de apuntes.
El caso es que luego va uno encontrando opiniones diversas sobre la filosofía, por supuesto de personas que no son lectoras, y afirman aberrantemente que la filosofía, lo mismo que la poesía, y en general las artes, no sirven para nada. Que lo importante son las carreras que dejan dinero.
Aquí rescato un mensaje que circula por internet, y que se lee siempre desde la perspectiva del cansancio, pero que es una interrogante importante: ¿acaso la vida es solo trabajar para pagar deudas, comprar cosas y llegar a la casa solo a descansar, para luego envejecer y morir?
Me dicen que antes en preparatoria se llevaba la materia filosofía. Y que la mayoría de jóvenes se aburría. Y que por eso, para optimizar el tiempo, el panismo en el poder reformó los Planes de estudio de ese nivel y quitaron Filosofía. Recordemos lo fatídico que han sido los panistas en el poder, y que estuvieron del 2000 al 2012. El viejo zorro Fox, fue gerente nacional de la Coca Cola y tiene el orgullo de haber logrado que México se convirtiera en el mayor consumidor de Coca Cola en toda Latinoamérica. Ese botón sobra para mostrar la forma como gobernó el país, y con qué criterios mercantilistas. Pero dejemos la política y volvamos al tema.
La filosofía nos enseña a pensar. A pensar mejor. Con mejor lógica para la toma de decisiones personales y de grupo. Más allá de las clásicas preguntas: de dónde venimos, para qué existimos, origen de la materia y de la vida, necesitamos a la filosofía para mantener la calidad humano del hombre, comprender la razón de ser de la vida y de la naturaleza.
Miren nomás, y pensemos: circula en internet un breve reportaje de un perro que cuando la lluvia, frente a la casa donde vive, y pasa en corriente el agua, se dedica a recoger basura, como un juego. Logra hacer montones de basura, para que sus dueños la embolsan. Explica su humana dueña, que así lo hace porque mira a sus hijos jugar a recoger la basura. Ese animal la recoge, ¿y quienes la tiran qué son?
¿Se puede vivir sin filosofía? ¿Se puede vivir sin arte? Seguramente que sí. Trabajar, comer, dormir. Pero eso no lo quiero para mi ni para mis semejantes.
Me cuentan la anécdota de una niña de preescolar que llegó a su casa , y le dijo a su papá: hoy la maestra nos explicó sobre Adán que fue el primer ser humano. Yo me pregunto -dijo la niña- ¿y quién le daba su biberón, si él fue el primero?
En la última escuela donde trabajé había un alumno, de otro grupo, de nombre Diógenes. Se acercaba mucho a mi salón por la promoción de lectura que mis alumnos y yo hacíamos. Y le pregunté: ¿sabes de dónde viene tu nombre? No, fue su respuesta, sonriente él. Es un bonito nombre y de mucha responsabilidad, le dije. A mi me gustaría llamarme así, Diogenes Antonio. Me preguntó: ¿Y eso? Entonces me puse a platicarle varias de las anécdotas populares que se le atribuyen a Diógenes.
Una: le decían loco, porque se paraba frente al mercado y reía de manera rara, interminable. ¿Por qué ríes?, le preguntaban. Su respuesta: porque veo tantas mercancías, y yo no necesito para vivir ninguna de ellas.
Dos: Diógenes caminaba por las calles de Atenas con una lámpara encendida a plena luz del día. ¿Y por qué haces eso?, le preguntaban. Su respuesta: es que ando buscando personas honradas en Atenas, y no las encuentro.
Tres: vivía en un tonel, en la calle. El rey sabía que era uno de los grandes pensadores vivos. Y fue ante él. ¿En qué te puedo ayudar? Soy el rey y puedo darte lo que quieras. Su respuesta: solo quiero que te quites, para que me dé el sol.
Y le platiqué de otras. A partir de esa plática vi que Diógenes caminaba más altivo, mas sonriente, más seguro de sí mismo. Fin.
Pd. Diógenes de Sinope, también llamado Diógenes el Cínico, fue un filósofo griego perteneciente a la escuela cínica. Nació en Sinope, una colonia jonia del mar Negro hacia el 412 a. C. y murió en Corinto en el 323 a. C.
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