La vocación
Imagino al joven de 22 años estudiante de guitarra. Su emoción en el dominio de notas y acordes. La armonía que se desprende en la ejecución del instrumento.
Imagino al joven estudiante de pintura. Su emoción en el conocimiento de la cromática de colores. El resultado en los contrastes. Las mezclas.
Imagino al estudiante de cirujano. Aprendiendo el manejo del bisturí en la disección de músculos y órganos. El cuidado de no dañar otros órganos y de no romper venas. Imagino su alegría en el aprendizaje. Son vocaciones. Y el aprendizaje para llegar a ser neurocirujano. La delicadeza en el manejo del bisturí o el láser.
Imagino al muchacho hijo del carnicero en el aprendizaje de degollar ovejas y cerdos. El aprender el lugar exacto para encajar el punzón que llegue exacto al corazón de la joven o vieja vaca.
Imagino al joven avezado policía. De valor. Intrépido. Y algo inteligente. Lo imagino en el aprendizaje de estrategias para crear terror en la sociedad. Lo que se denomina terrorismo de estado. Lo imagino.
Son vocaciones.
Imagino al joven estudiante de pintura. Su emoción en el conocimiento de la cromática de colores. El resultado en los contrastes. Las mezclas.
Imagino al estudiante de cirujano. Aprendiendo el manejo del bisturí en la disección de músculos y órganos. El cuidado de no dañar otros órganos y de no romper venas. Imagino su alegría en el aprendizaje. Son vocaciones. Y el aprendizaje para llegar a ser neurocirujano. La delicadeza en el manejo del bisturí o el láser.
Imagino al muchacho hijo del carnicero en el aprendizaje de degollar ovejas y cerdos. El aprender el lugar exacto para encajar el punzón que llegue exacto al corazón de la joven o vieja vaca.
Imagino al joven avezado policía. De valor. Intrépido. Y algo inteligente. Lo imagino en el aprendizaje de estrategias para crear terror en la sociedad. Lo que se denomina terrorismo de estado. Lo imagino.
Son vocaciones.
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