El avión
A raíz de escuchar de AMLO que se va a rifar el avión presidencial. Y más ahora al conocer el diseño muestra del cachito de lotería, en casi todas las casas, en las redes sociales, en los bares y cafeterías, se está reflexionando entre comprar el cachito o no (tendrá un costo de 500 pesos). Y qué hacer en la seis mil millonésima posibilidad de que salga nuestro número premiado y ganemos el multicitado avión presidencial.
Comprado en el final del sexenio de Felipe Calderón, en acuerdo cómplice para el uso de Enrique Peña, desde que salió en noticias, causó revuelo. Un despilfarro la compra de un avión que ni los jeques árabes, ni el presidente Obama lo tenía, siendo aquellos muy ricos, y este, presidente de la primer potencia mundial.
País tercermundista el nuestro, o en vías de desarrollo, su presidente volaría por el planeta tierra en uno de los aviones más lujosos, ridículo, ostentoso y caro. Estúpidamente ostentoso, bien valdría la pena calificar.
Acotación al margen, al presidente Gustavo Díaz Ordaz, le apodaban El labión.
El caso es que tengo ya el dinero para dos cachitos, para tener otra millonésima posibilidad más. Ahora mi desvelo real, no ficticio, es qué hacer en caso de ganarlo.
Ya me imagino pedir que me lo entreguen a domicilio. Y luego para salir de paseo, que es francamente muy difícil, por no decir imposible, ya me imagino remolcándolo en la carretera Ocuiltzapotlán Villahermosa, previo mandar hacer dos grandes letreros, uno para cada extremo de ala, que diga: exceso de dimensiones. Y luego enfilar en la Villahermosa-Aeropuerto, sea por la desviación de Medellín, para evitar avenida Universidad.
Asimismo deberé pedir a la Policía Federal de Caminos que me escolte, y si no quiere, por ser de interés particular, muy privado, tendré que pedir a dos amigos con sus respectivos vehículos para que uno vaya de vanguardia y otro en la retaguardia.
Y luego ya en el aeropuerto si tienen entrada especial para este tipo de vehículos que entren por tierra. O si tendré que hacer un brinco de avión para cruzar la malla.
Me preocupa, claro, por lo difícil que se ve. Si me lo traen directo al aeropuerto, pienso en el costo del estacionamiento (hangar), mantenimiento. Y el costo de mantenimiento y el salario del piloto disponible.
Ya estoy listo para la compra del boleto. Dos boletos, por cierto. O como parece que todo lo anterior no es posible, entonces tendré que anunciarlo en clasificados. Aquí y en los países árabes. O algún intermediario de los que se dedican a vender bajo jugosa comisión.
En fin. O para no meterme en enredos, donarlo al Gobierno federal para que lo vuelvan a rifar. Y salga más dinero para hospitales y medicinas. Que bien lo necesita el sector salud. O mitad y mitad para educación y salud.
Comprado en el final del sexenio de Felipe Calderón, en acuerdo cómplice para el uso de Enrique Peña, desde que salió en noticias, causó revuelo. Un despilfarro la compra de un avión que ni los jeques árabes, ni el presidente Obama lo tenía, siendo aquellos muy ricos, y este, presidente de la primer potencia mundial.
País tercermundista el nuestro, o en vías de desarrollo, su presidente volaría por el planeta tierra en uno de los aviones más lujosos, ridículo, ostentoso y caro. Estúpidamente ostentoso, bien valdría la pena calificar.
Acotación al margen, al presidente Gustavo Díaz Ordaz, le apodaban El labión.
El caso es que tengo ya el dinero para dos cachitos, para tener otra millonésima posibilidad más. Ahora mi desvelo real, no ficticio, es qué hacer en caso de ganarlo.
Ya me imagino pedir que me lo entreguen a domicilio. Y luego para salir de paseo, que es francamente muy difícil, por no decir imposible, ya me imagino remolcándolo en la carretera Ocuiltzapotlán Villahermosa, previo mandar hacer dos grandes letreros, uno para cada extremo de ala, que diga: exceso de dimensiones. Y luego enfilar en la Villahermosa-Aeropuerto, sea por la desviación de Medellín, para evitar avenida Universidad.
Asimismo deberé pedir a la Policía Federal de Caminos que me escolte, y si no quiere, por ser de interés particular, muy privado, tendré que pedir a dos amigos con sus respectivos vehículos para que uno vaya de vanguardia y otro en la retaguardia.
Y luego ya en el aeropuerto si tienen entrada especial para este tipo de vehículos que entren por tierra. O si tendré que hacer un brinco de avión para cruzar la malla.
Me preocupa, claro, por lo difícil que se ve. Si me lo traen directo al aeropuerto, pienso en el costo del estacionamiento (hangar), mantenimiento. Y el costo de mantenimiento y el salario del piloto disponible.
Ya estoy listo para la compra del boleto. Dos boletos, por cierto. O como parece que todo lo anterior no es posible, entonces tendré que anunciarlo en clasificados. Aquí y en los países árabes. O algún intermediario de los que se dedican a vender bajo jugosa comisión.
En fin. O para no meterme en enredos, donarlo al Gobierno federal para que lo vuelvan a rifar. Y salga más dinero para hospitales y medicinas. Que bien lo necesita el sector salud. O mitad y mitad para educación y salud.
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