Emanuel, Ángel Eduardo y la música
Emanuel, Ángel y la música
Otro muy distinto fue el grupo con el que trabajé de agosto a enero de 2019. Fue el grupo de mi despedida laboral. Para el otro grupo, del que he referido algunas anécdotas de trabajo, adquirí diez flautas dulces, que son muy económicas, 30 pesos cada una, compradas en la calle Constitución. Las repartí a quienes quisieron. Les intenté dar clases básicas sobre notas musicales. No me hicieron caso. Lo intenté varias veces. No pude. En cambio el último grupo las recibió con mucho agrado. Se formó un grupo de cinco alumnos para flauta dulce y tres para aprender lo básico de guitarra.
El día que llegué con las flautas toqué un fragmento de la melodía compuesta por Beethoven, La Marcha turca. Ellos la identificaron rápidamente como la melodía del Chavo del ocho. "Si algunos de ustedes quieren aprenderla, aquí hay algunas flautas", les dije. La misma estrategia utilicé con los dos grupos. Son tan distintos, que con uno funcionó, y con otro no. Así de sencillo.
Emanuel es un muchacho alegre, responsable y que ve mucho canales como Discovery y otros. No tiene buenas calificaciones en matemáticas. Pero es sobresaliente como persona, siempre de buen humor, no pelea con nadie, ayuda a los demás. Le gusta mucho Ciencias. Y junto con Ángel Eduardo me platicaron sobre hoyos negros y otros temas de astronomía. Me platicaron de Stephan Hawking, físico y astrólogobritánico. Y me pidieron permiso para exponer en Ciencias temas que a ellos le gustaban. Cuando se trataba de experimentos, eran los primeros en anotarse, en presentarlos siempre con mucho cuidado.
El caso es que cada día que tocaba clase de artística llegaba con fragmentos nuevos de melodías El Titanic, La Pantera rosa, El Padrino. Yo por mi parte les enseñé Martinillo y un fragmento de La Marsellesa, himno de Francia.
Por supuesto que les enseñé una breve historia de la música. Reflexionamos sobre lo que representa la música para las personas. Lo que sienten. Así como las notas y su ubicación en el pautado. Los compases.
Ángel Eduardo, también como Emanuel, tenía interés en los mismos temas de ciencias y Astronomía. Pero él seleccionó la guitarra como instrumento. Yo tenía dos guitarras viejas, de las económicas, y con esas estuvieron practicando. De septiembre a mi salida en noviembre quizá no aprendieron mucho sobre música, porque además yo no sé aún mucho. Pero les desperté el entusiasmo por aprender música. Ángel Eduardo pasó de no saber nada de música, a dominar algunos acordes en la guitarra para acompañar canciones sencillas, lo cual hicieron en un homenaje de octubre, que era prácticamente mi último homenaje escolar, en la cual cantaron en grupo la canción Cariño. Me decía a la salida: "profe, dibújeme algunos acordes en mi cuaderno, para practicarlos en la tarde".
Lo poco que sé de música lo aprendí en secundaria con mi maestro Juan Pablo Puente Vallejo. Mi conocimiento sobre canciones populares lo aprendí de él: de compositores como Agustín Lara (Madrid, María Bonita), Álvaro Carrillo (La mentira, El andariego), Chava Flores (A qué le tiras cuando sueñas mexicano), José Sabre Marroquín (música de Nocturnal), Gonzalo Curiel (Vereda tropical), y otros, lo aprendí en secundaria. Cabe destacar que en la escuela secundaria federal donde estudié en Matamoros, Tamaulipas, tenían la disponibilidad de dar prestados los instrumentos para que los lleváramos a la casa. Así que en la mañana las clases y en las tardes nos reuníamos para practicar con los instrumentos. Con los pocos recursos disponibles, traté de hacer lo mismo.
Por eso creo firmemente que es en educación básica donde se puede lograr despertar el entusiasmo por el aprendizaje, la curiosidad por aprender. ¿Qué? Lo que les sirva a los estudiantes para vivir una vida de provecho y tranquilidad.
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