Pan
Alguien lo dijo, y lo dijo bien: para el hambre no hay pan duro. En la casa de infancia, mi padre nos surtía de pan de dulce. Por las tardes lo veíamos cuando volvía de su trabajo y daba vuelta para entrar al callejón. Y desde lejos lo reconocíamos, pero veíamos si traía una bolsa en las manos. Y era pan, naranjas o plátanos. Suficiente para que todos alcanzáramos, y de ser posible, hasta repetir.
Uno de mis compañeros de la primaria, Carlos Vázquez, era de familia panaderos. Así que él aprendió, no sé si a gusto o disgusto, uno de los mejores oficios, el de panadero. Carlos estudió la secundaria y la Normal en las mismas escuelas que yo. Y ahora en la distancia del tiempo disfruto ver sus fotos en las que muestra las bandejas con donas, conchas o bísquets. Tenemos la promesa recíproca de vernos, yo llevar el café chiapaneco o veracruzano y él hacer el pan. Hay que hacerlo Carlos. Por cierto él es buen corredor. Digo yo, aunque él se ría, que la fuerza mental y física para correr grandes distancias es porque le ha acompañado el pan en su vida.
Mi padre contaba dos anécdotas de mi. Una es que cuando yo tenía tres años, y él salía a su trabajo, yo me le agarraba a sus piernas para que me llevara (ya de grande no quería ir). Mi grito de guerra era: "yo euro ir al tabaco". Así decía yo. De grande cuando llegaba algún amigo de él, este preguntaba: "Y cuál es el que de niño lloraba porque quería ir al tabaco". El tabaco me pusieron de apodo sus amigos. La otra anécdota es sobre el pan. A esa edad mi padre amarraba del techo una bolsa de pan dulce. Pero el cordel era largo de tal manera que quedaba casi a mi mano. Y yo de madrugada estiraba la mano y sacaba una pieza. Y dormido comía el pan. Dice mi padre que escuchaba el ruido que yo hacía al comer. Quizá como un puerquito.
Cuando estaba en la Normal caminaba con mis amigos de ruta desde la escuela a la casa. Salíamos a las 9 de la noche. Y cuando en invierno íbamos bien abrigados. La ruta era toda la calle 6a hasta la Solernau. Y por esta calle, creo que por la calle 2a había una panadería y era parada obligatoria. La dueña ya nos conocía. Y nos daba al dos por uno. Y cuando no traíamos nada de dinero, como quiera pasábamos a saludarla. Se daba cuenta y nos regalaba a cada quien una pieza. Y todavía nos preguntaba que si queríamos otra. Nosotros decíamos que no, que así estaba bien, aunque claro que sí queríamos una o dos más. Era hambre. Pero también era gusto.
Los vendedores de pan siempre han tenido un pregón tradicional, sencillo y fácil: ¡paaaaaan! ¡El paaaaaan! Ahora en varias partes de la ciudad el anuncio de que van pasando es la canción de Tin Tan: "el panadero con el pan, el panadero con el pan; traigo bolillos, y teleras de sazón, también gendarmes, besos, conchas de a montón; y traigo hojaldres, novias, cuernos ¡qué pasó!".
El caso que ya lo estamos esperando, sobre todo cuando hay crudos inviernos, para acompañarlos con un chocolate, atole o café calientitos.
Y claro que recuerdo las empanadas de calabaza que hacía Doña Petra Villarreal, madre de Cristóbal. cuando pasaba por él para ir a la escuela y me invitaba una, dos y hasta tres. Ahora me digo, en la distancia de 42 años de eso, ¿y no será que dejaba a alguno de los hermanos de Cristóbal sin empanada? Espero que no. Y si fue así, que me disculpen. Saludos.
Cuando voy a una cafetería por mi respectivo café, siempre pido una pieza de pan. Que bien puede ser canilla o bisquet. Si es este, lo ido al natural, sin adornos. Y siempre me acuerdo la broma de que el ombligo del bisquet los panaderos lo hacen con su ombligo.
Las donas eran mis preferidas en la infancia. Y aún le dí duro en la adolescencia. Pero ahora me limito a no comerlas por la tanta azúcar refinada que llevan. Y no he encontrado que les pongan azúcar mascabado.
Ahora bien, el pan salado, sea de la forma que sea, resuelve tanto en la cocina mexicana los asuntos del hambre. Basta ponerle unos frijolitos refritos y un pedazo de queso, para que estemos super contentos. Pero e ponemos lo que sea: jamón, salchichas, etc. Y hace días Carlos Vázquez y Víctor Orduña me recuerdan que en la primaria nosvendían un bolillo (nosotros en el norte le llamamos barra) con rajas de chile y zanahoria.
Acá en los municipios de Emiliano Zapata es tradicional la panetela; en Tenosique el queque (que es una galleta dulce y dorada) y en Frontera el gusano relleno con queso,
Me rindo ante el pan de cualquier tipo. Y me envenenan y enamoran con el pan.
Uno de mis compañeros de la primaria, Carlos Vázquez, era de familia panaderos. Así que él aprendió, no sé si a gusto o disgusto, uno de los mejores oficios, el de panadero. Carlos estudió la secundaria y la Normal en las mismas escuelas que yo. Y ahora en la distancia del tiempo disfruto ver sus fotos en las que muestra las bandejas con donas, conchas o bísquets. Tenemos la promesa recíproca de vernos, yo llevar el café chiapaneco o veracruzano y él hacer el pan. Hay que hacerlo Carlos. Por cierto él es buen corredor. Digo yo, aunque él se ría, que la fuerza mental y física para correr grandes distancias es porque le ha acompañado el pan en su vida.
Mi padre contaba dos anécdotas de mi. Una es que cuando yo tenía tres años, y él salía a su trabajo, yo me le agarraba a sus piernas para que me llevara (ya de grande no quería ir). Mi grito de guerra era: "yo euro ir al tabaco". Así decía yo. De grande cuando llegaba algún amigo de él, este preguntaba: "Y cuál es el que de niño lloraba porque quería ir al tabaco". El tabaco me pusieron de apodo sus amigos. La otra anécdota es sobre el pan. A esa edad mi padre amarraba del techo una bolsa de pan dulce. Pero el cordel era largo de tal manera que quedaba casi a mi mano. Y yo de madrugada estiraba la mano y sacaba una pieza. Y dormido comía el pan. Dice mi padre que escuchaba el ruido que yo hacía al comer. Quizá como un puerquito.
Cuando estaba en la Normal caminaba con mis amigos de ruta desde la escuela a la casa. Salíamos a las 9 de la noche. Y cuando en invierno íbamos bien abrigados. La ruta era toda la calle 6a hasta la Solernau. Y por esta calle, creo que por la calle 2a había una panadería y era parada obligatoria. La dueña ya nos conocía. Y nos daba al dos por uno. Y cuando no traíamos nada de dinero, como quiera pasábamos a saludarla. Se daba cuenta y nos regalaba a cada quien una pieza. Y todavía nos preguntaba que si queríamos otra. Nosotros decíamos que no, que así estaba bien, aunque claro que sí queríamos una o dos más. Era hambre. Pero también era gusto.
Los vendedores de pan siempre han tenido un pregón tradicional, sencillo y fácil: ¡paaaaaan! ¡El paaaaaan! Ahora en varias partes de la ciudad el anuncio de que van pasando es la canción de Tin Tan: "el panadero con el pan, el panadero con el pan; traigo bolillos, y teleras de sazón, también gendarmes, besos, conchas de a montón; y traigo hojaldres, novias, cuernos ¡qué pasó!".
El caso que ya lo estamos esperando, sobre todo cuando hay crudos inviernos, para acompañarlos con un chocolate, atole o café calientitos.
Y claro que recuerdo las empanadas de calabaza que hacía Doña Petra Villarreal, madre de Cristóbal. cuando pasaba por él para ir a la escuela y me invitaba una, dos y hasta tres. Ahora me digo, en la distancia de 42 años de eso, ¿y no será que dejaba a alguno de los hermanos de Cristóbal sin empanada? Espero que no. Y si fue así, que me disculpen. Saludos.
Cuando voy a una cafetería por mi respectivo café, siempre pido una pieza de pan. Que bien puede ser canilla o bisquet. Si es este, lo ido al natural, sin adornos. Y siempre me acuerdo la broma de que el ombligo del bisquet los panaderos lo hacen con su ombligo.
Las donas eran mis preferidas en la infancia. Y aún le dí duro en la adolescencia. Pero ahora me limito a no comerlas por la tanta azúcar refinada que llevan. Y no he encontrado que les pongan azúcar mascabado.
Ahora bien, el pan salado, sea de la forma que sea, resuelve tanto en la cocina mexicana los asuntos del hambre. Basta ponerle unos frijolitos refritos y un pedazo de queso, para que estemos super contentos. Pero e ponemos lo que sea: jamón, salchichas, etc. Y hace días Carlos Vázquez y Víctor Orduña me recuerdan que en la primaria nosvendían un bolillo (nosotros en el norte le llamamos barra) con rajas de chile y zanahoria.
Acá en los municipios de Emiliano Zapata es tradicional la panetela; en Tenosique el queque (que es una galleta dulce y dorada) y en Frontera el gusano relleno con queso,
Me rindo ante el pan de cualquier tipo. Y me envenenan y enamoran con el pan.
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