A tiempo amar y desatarse a tiempo

 

1

Nos sucede de manera común que en algunas circunstancias sentimos que el tiempo va lento. Y al contrario a veces decimos: se me fue muy rápido el tiempo. Seguro que nos ha pasado. Y cuando pensamos en el tiempo imaginamos el reloj de pulso o de pared, o el calendario vistoso que nos regalaron en la refaccionaria, en el taller mecánico o en la carnicería. Y más aún, si conocemos y recordamos el poema Tiempo, de Renato Leduc, que musicalizado lo cantaron en dueto Marco Antonio Muñiz y José José: “sabia virtud de conocer el tiempo, a tiempo amar y desatarse a tiempo…” O alguien nos dice el tiempo es relativo.

 

2

Ya he contado la anécdota de cuando el maestro Juan Pablo Puente cumplió 30 años, y nosotros estábamos en segundo grado. Entró a clases y nos lo dijo: hoy cumplo años. Cuántos profe? Treinta. Y la respuesta nuestra en coro fue: uuuuuuuuuu. Como dicendo ya está muy viejo. Y él nos dijo: “ustedes tienen 14, 15. Yo treinta. Cuando tengan treinta se va a acordar de esta charla, y van a sentir que de 15 a 30 años el tiempo se fue demasiado rápido”.  El caso es que ya tengo 61. Y se me ha ido muy rápido. 

 

No recuerdo el año en que fui a Bacalar, Quintana Roo. Quizá fue en 1992. Había un seminario de Narrativa en la Casa Internacional del Escritor, que tiene su sede en ese lugar paradisiaco, y que dirigía ya el maestro, poeta y artista plástico Ramón Suárez Caamal. La invitación me la hizo Maximino García Jácome, poeta y y coordinador de talleres radicado aquí en Tabasco, amigo de Ramón. Yo estaba ansioso por ir, quizá era mi segunda o tercera salida como incipiente escritor, “narrador en ciernes”. Salimos en un autobús de ruta ADO. Y llegamos por la mañana. Nos instalaron en las cabañas. Y era muy agradable caminar por los pasillos de ese lugar, entre jardines con palmeras y demás plantas tropicales. El tema era la narrativa, por donde yo estaba incursionando en esos años.

 

3

Uno de los maestros fue el cubano Francisco López Sasha (Manzanillo, Cuba, 1950), de quien yo no había escuchado absolutamente nada, y que tiempo después localicé uno de sus cuentos en la revista El cuento, que dirigía Don Edmundo Valadez, y que hacía en cada número, una verdadera joya de colección de cuentos de escritores de distintas épocas y geografías: y allí en algún número encontré un cuento del tal López Sasha. Un cuento elegante y docto, entretenido, interesante. En resumen: muy bien escrito. Él fue uno de nuestros maestros. Sencillo y cordial, muy didáctico, habló de la importancia de las diez novelas cumbre de la narrativa mundial. Nos habló de Crimen y Castigo, de Fiodor Dostoyevski; de La Montaña mágica, de Tomás Mann; de Cien años de soledad; de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust; de La guerra y la paz, de Tolstoi; y por supuesto, de El Quijote de La Mancha, de cuyo nombre siempre queremos acordarnos.

En todas ellas, aparte de dar un sinopsis breve, destacaba el tiempo, no tanto sobre el tiempo histórico en que suceden los hechos narrados, sino en el fluir del tiempo, es decir, del tiempo como concepto.

4

Allí nos hizo saber de las novelas que se escriben en tiempo lineal (el personaje nace, crece, se casa, tiene hijos, se enferma y muere); en el tiempo que va al pasado y regresa al presente y vuelve al pasado (el personaje que se casa, vuelve a la infancia, regresa al presente donde tiene hijos, se cuenta sobre sus padres antes que él naciera, etc). Y ya no digamos de las novelas que se sitúan en el futuro y terminan sin regresar al presente.

 

5

Otro de los conceptos que manejó es el que no hay un solo tiempo, sino muchos, y de la coincidencia en el presente de muchos de ellos, concepto que por supuesto me sorprendió. Un hombre que no sabe leer ni escribir vive a principios o mediados del siglo pasado. Uno que sabiendo leer no maneja el internet vive como en 1970 del siglo pasado. Y el que conoce y maneja bien el internet vive en el presente. Y le sumamos de quienes viven su vida en el laboratorio experimentando para descubrir o inventar algo nuevo, viven en el tiempo futuro. Parece extraño todo esto. 

 

Yo este último de los conceptos lo relaciono con los maestros que tienen que ir a trabajar en los lugares apartados del medio rural, y que no logran hacer empatía con las personas de esos lugares que tienen apenas el sexto año de primaria; y muchos de ellos ni eso. El maestro representa el tiempo actual (si maneja el internet), y la comunidad representa quizá el 1960 del siglo pasado. Y el docente al no tener noción ni intuición de ello, se siente incómodo con las personas de esos lugares. El docente no sabe que la educación es el puente entre dos tiempos.

Sobre esto recuerdo que el maestro de español de la Normal nos pidió que leyéramos los cuentos del Llano en llamas, de Juan Rulfo, para que conociéramos y comprendiéramos cómo viven, piensan y actúan las personas del medio rural, para que nosotros, que éramos nativos de ciudad, no chocáramos con la forma de pensar en las comunidades.

 

7

Siendo interesante el tema, me permito terminar con el poema de Don Renato Leduc, Tiempo:

Sabia virtud de conocer el tiempo,
a tiempo amar y desatarse a tiempo;
como dice el refrán: dar tiempo al tiempo,
que de amor y dolor alivia el tiempo.

PUBLICIDAD

Aquel amor a quien amé a destiempo
martirizóme tanto y tanto tiempo,
que no sentí jamás correr el tiempo
tan acremente como en ese tiempo.

Amar queriendo como en otro tiempo,
ignoraba yo aún que el tiempo es oro.
Cuánto tiempo perdí, ay, cuánto tiempo.

Y hoy que de amores ya no tengo tiempo,
amor de aquellos tiempos, cuánto añoro
la dicha inicua de perder el tiempo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

lecturas 20. Poemas de Carlos Pellicer Cámara

Rigo Tovar y Chico Ché

Max in memoriam