Soluciones demenciales

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Ahora que mucho se habla de las inundaciones de Tabasco y Chiapas, y el Plan federal para evitar nuevas inundaciones, me acordé de Don Heberto Castillo Martínez, personaje de la política de izquierda de nuestro país.

Él fue fundador líder del Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), y recorrió parte del país pregonando el bienestar social producto de la justicia, la distribución equitativa  de la riqueza. No pregonó el socialismo y menos el comunismo, sino el trabajo como función humana, y que cada trabajo requiere un salario digno, que le permita al trabajador vivir en la justa medianía, como dice el dicho popular: ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre.

Pero además fue un científico que inventó la tridilosa, un sistema tridimensional, ligero, combinación de hormigón y acero, que se utiliza en la construcción, y que abarata costos.

 

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Y me acordé de él porque cuando se habla de soluciones, se debe partir de lo concreto, que sería la parte problemática, pero se deben buscar soluciones más allá de la lógica común.

Un ejemplo de ello es que cuando se hablaba de la excesiva contaminación de la ciudad de México,  antes Distrito Federal, Don Heberto no se anduvo por las ramas: “hay que hacer ventiladores gigantes que saquen el aire contaminado y metan aire limpio, e instalarlos en las salidas del país”. Claro, lo anterior sin dejar de lado la educación ambiental a los ciudadanos, y el control de las emisiones contaminantes de fábricas y de vehículos.

 

Todos se reían de él por esa descabellada opinión. De loco no lo bajaron. Pero tampoco lo bajaron de ingenuo cuando luchaba políticamente por la justicia social para los más desfavorecidos.

Recordaba a Don Heberto Castillo,  cuando se habla ahora sobre soluciones para que Tabasco y Chiapas nunca se vuelvan a inundar; lo recordaba por su osadía rayana en locura, al decir de sus enemigos gratuitos, por poner en idea una solución casi loca para la abatir la contaminación perenne  de la ciudad de México.

 

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Cuando la campaña por la presidencia de la república en 1988, renunció Don Heberto a su candidatura por el PMT, para sumarse a la candidatura del Ing. Cuauthémoc Cárdenas por el Frente Cardenista. Fue generoso, como pocos, y como pocos, domó su ego para que tuviera la izquierda más probabilidades de triunfo en 1988. Lo demás la historia ya lo registra: con dudas por siempre, y certezas de fraude para muchos, ganó Carlos Salinas de Gortari, y el artífice de dicho delito fue Manuel Bartlett Díaz, que estaba de Secretario de Gobernación de Miguel De la Madrid Hurtado. Y se le recuerda a Bartlett cuando dijo en la madrugada del 7 de julio de 1988: “se cayó (calló) el sistema”, en referencia a que en la noche del 6 iba al frente Cárdenas, alternando la punta con Salinas, para luego de "caerse o callarse el sistema" de cómputo, Salinas se fue al frente sin perder en el conteo ya el primer lugar.

 

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Por eso me acordé del Ingeniero Heberto Castillo, en relación a las ideas de soluciones. Ahora que se habla de ellas para que no haya inundaciones en Tabasco,  dice un ingeniero jubilado, que omito el nombre porque me pidió el anonimato: “Mire profesor, no hay de otra; por un lado me parece bien lo del dragado de ríos y evitar que se autoricen asentamientos humanos y edificación de comercios en zonas bajas. Pero se tiene que pensar en soluciones de otro tipo, futuristas. Una de ellas es que toda el agua que sobra se envíe a las zonas desérticas del país, a través de una red de tuberías; si se hace ese tipo de obras para el petróleo, lo mismo se pueden hacer para el manejo del agua que nos sobra en el sureste a causa de las excesivas lluvias tipo diluvio; así se solucionan dos tipos de problemas: se evitan inundaciones en Tabasco y Chiapas, y se soluciona lo de las sequías del norte. Otra podía ser, trasladar a partes altas quienes viven en las partes bajas, incluyendo los centros comerciales. De veras, no hay de otra. Si no, nos acordaremos en la siguiente inundación dentro de cinco o siete años. Claro que para eso se necesitan inversiones y sobretodo, valor de autoridad”.

 

 

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No sé si haya muchos casos así. Pero en el estado de Tamaulipas hay un municipio que se llama Nuevo Padilla. El viejo Padilla quedó bajo las aguas en 1971, por la construcción de la presa Vicente Guerrero. Antes, en 1970, sus habitantes fueron trasladados al lugar que ahora se llama Nuevo Padilla. Cuando yo estaba en secundaria, hicimos una excursión escolar, premio a los estudiantes de promedio entre 9 y 10. Nos divertíamos en grande. En ese viaje nos acompañó el director de la escuela, Profr. Filemón Salazar Jaramillo, que nos daba la clase de historia. En la presa estuvimos un rato, allí comimos nuestro “lonche”. Vimos lo muy poco que se podía ver de los vestigios del viejo centro de Padilla, cabecera del municipio del mismo nombre: la torre de la iglesia San Antonio de Pdua, palacio municipal y una torreta de comunicaciones. No más. El nuevo Padilla, que he tenido oportunidad de estar allí ya de grande, es una ciudad bien diseñada, con calles amplias. Fue una solución en su momento. Pero ya es historia.

 

6. 

Sí, claro, que parecen demenciales, por lo desproporcionado, este tipo de soluciones. Lo mismo que las soluciones que proponía el ingeniero Heberto Castillo Martínez, con sus gigantescos ventiladores en las afueras de la Ciudad de México para combatir la contaminación. Pero así va la vida. A los grandes problemas, grandes soluciones.

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