Un libro, un árbol, un hijo

Un libro, un hijo y un árbol

 

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Mil veces repetida esta expresión sobre la misión de la vida, muchas veces se toma de manera literal, y allí andan las personas, muchas de ellas, escribiendo para publicar un libro, entretejiendo, para tener un hijo, y comprando en los viveros plantitas de árbol, para sembrarlo y aparentemente así cumplir con esa extraña casi galáctica misión, que enfatiza la reproducción, en el primer caso, de ideas.

 

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Y en todo caso en relación a lo del libro, no os apuréis. No es difícil ni fácil. También es feo que ande por allí un montón de libros que son poco comprados, menos leídos, y las más de las veces, preferentemente olvidados, y esto no es tan raro, cuando sabemos que todo tiene como destino final el olvido. Sí, es un sueño escribir, y otro más publicar. Pero el verdadero sueño debe ser el que le pongan de condición a lo nuestro: leído. Aunque nunca no los digan, y por lo tanto no lo sepamos. Muchas veces el hombre tiene una gran capacidad de contar de manera verbal, y capta la atención de manera fácil cuando está platicando, de tal manera que nos hace reír sin que tenga tanto chiste lo que cuenta, pero lo hace de tal manera que estamos atentos y no paramos de reír. Una de estas personas es el Chino Morales, amigo de hace años que no veo, aunque sé que es maestro, que trabaja por Cárdenas, Tabasco, hermano de Myrna, hijos de Ciro Morales, ya fallecido, que dejó una gran tradición de tacos en Villahermosa. Un saludo al Chino y Myrna. Pero decía que tienen gran habilidad de contar, que no necesitan publicar libros. Ya ellos son un libro viviente en sí mismos.

 

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No es fácil ser buen hijo. Que creo que es el mejor deber. Si no se tienen hijos, al menos ser buen hijo debe sor tomado como el sustituto perfecto de tenerlo. Ahora bien hay misiones que se han asumido con sobrinos o sobrinas, que asimismo se cumple con ese mandato. Y muy humano también es cuidar al abuelo o anciano padre. Así que concluyo: cuidar, proteger a alguien, sea de tu familia o no, es altamente valeroso, y debe ser tomado en cuenta, si no aquí en la tierra, sí en esa área indefinida de cielo al momento del pase de lista y revisión de los hechos en la tierra, donde dicen que se decide si se va al cielo o al infierno. Aquí recuerdo lo que decía mi madre sobre los perros: debes tener uno, cuidarlo y protegerlo, porque las almas, para cruzar el río Jordán, solo podrán hacerlo con la protección de un perro, y este ha de ser el perro agradecido al que cuidaste en la tierra.

 

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Y finalmente viene lo de sembrar un árbol. Recordemos los árboles con los que convivimos en la infncia. Nunca es tarde para sembrar, no uno, sino todos los posibles, siempre y cuando se siembre en lugares donde sean necesarios. Lo digo porque por muchos años a un costado de mi casa estaban dos ficus, árboles que fui cuidando y alentando su crecimiento con muchos cuidados y apapachos, bien regado con agua natural, o con agua de brea, que dicen que es fertilizante muy bueno, a donde mis amigos a veces decían, orinita vengo, sin decirme a dónde iban, y yo sin escucharlos bien. El caso es que es que crecieron altos y bellos, con sus hojas color verde deslumbrante. Solo que no sabía que sus raíces crecen horizontal y buscan más humedad hasta que logran penetrar en la tubería del pvc y tapan el drenaje. ¿Y qué culpas tienen ellos? Ninguna. Solo por eso digo que debe uno conocer sus características, y sembrarlos en lugares donde puedan desarrollarse bien. O aprender la técnica del bonsái.

 

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Afuera de mi casa, entre la banqueta y la calle hay un minúsculo jardín. Lo digo así, porque mi padre se reiría si digo que es mi jardín. Allí está sembrado pasto y algunas plantas de ornato y arbustos. Entre las plantas están unas brujits que sufren cada vez que cortan el pasto, o cundo lo corto yo, porque a veces me descuido, y si lo cortan (el dicho pasto), se la llevan a ellas confundidos con el pasto. Así que ya les he hecho una circunferencia y le pondré una llanta de motocicleta, para que ya no sufran las consecuencia de los descuidos. Hay un tulipán color melón, que cada vez que florece me sorprende con sus bellas flores, y hay un arbolito de lima. Hoy le sembraré semillas de dalia, y una penca de nopal de espinas muy pequeñas.

 

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Son de la loma, sería un título de hipotético libro, en referencia a la anécdota del origen de la canción del mismo nombre. Ya veremos, dijo un amigo. Porque lo importante no es escribir un libro, sembrar un árbol y tener un hijo (o dos, tres), sino que sea un buen libro, que lo lean, que el árbol esté bien cuidado y sembrado en un lugar que sea el suyo, y que el hijo sea formado con valores para que sea un buen ciudadano. 

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