La amistad

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Hemos hecho amigos en todas las áreas por donde hemos andado desde niños. Así en el barrio con vecinos. Como en los grupos de escuela donde hemos estado. ¿Cuál será la razón por la que conocemos a muchas personas, pero siempre tenemos pocos amigos. Y conforme la vida nos pone a prueba, van siendo cada vez menos, cribados por el tiempo, separados por las circunstancias, y a veces por la política y la geografía.

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Hace cuatro días recibí un mensaje: ¿Eres Antonio Solís, el que estudió en la secundaria federal de Matamoros, generación 72-75 del siglo pasado? Y a mi respuesta de sí, empecé a platicar 47 años después con una estimada amiga de la secundaria, que competíamos ella y yo por aparecer en el cuadro de honor, en la que casi siempre ella me ganaba, y a veces yo, con diferencias de décimas. La plática fue como si fuera ayer que salimos.

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Dice el escritor argentino, de los más grandes de la lengua española, Jorge Luis Borges que, a diferencia del amor que requiere y urge presencia, a la amistad no le ocurre lo mismo. Así que pueden pasar años sin que los amigos se vean para que continúe el hilo de la plática interrumpido por las circunstancias. Me pasó con algunos amigos de la Normal, que nos vimos luego de 25-30 años de no hacerlo, y platicamos como si hubiéramos dejado de vernos una semana o un mes. Nos unimos al corriente en los temas Y evocamos, cada uno con la oreja dispuesta a escuchar, nuestros amores de juventud, y anécdotas que nos sucedieron o de las que fuimos testigos. "Y te acuerdas de tal maestro tal, de la chica tal?". 

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Pero con los de secundaria han pasado ya 47 años que salimos de la federal 2. Pareciera que ya están enterrados con cien candados los recuerdos de esa etapa. Y digo, encerrados y entrerrados como grupo, porque cada quien, cada uno de nosotros, los tiene (a los recuerdos) y de vez en cuando los sacamos a refrescar para ver en la imaginación aquel amigo, aunque principalmente aquella amiga, con quienes pasamos tres años de nuestra vida, con las risas y palabras dentro de un salón de clase. Y de pronto nos sale la letra de la canción de Roberto Carlos "qué será de ti".  

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La mañana del 2 de enero del 2015 que el maestro Rodolfo Lara me dio la noticia de la alta responsabilidad como sub en la Secretaría de Educación de Tabasco, me dijo: "crees que tienes muchos amigos, pero en el cargo te vas a dar cuenta que muchos te van a dejar de hablar, porque creen que les vas a poder conseguir trabajo o cambios de adscripción para sus hijos, o  ellos, y al no poder hacerlo, te van a dejar de hablar" "Corro el riesgo, porque entonces evidenciarán que no lo eran", le respondí. Y tal como lo dijo, así fue.

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Del grupo de la Normal tenemos un grupo en Facebook. Allí tenemos fotos de grupo emblemáticas. y allí nos asomamos, como si fuera una ventanilla para abrazarnos a la distancia. Estudiamos la Normal durante cuatro años, de 1975 a 1979. Allí se forjó el acero de nuestro espíritu, la tenacidad para asumir nuestros trabajos en las comunidades rurales del país. Somos tan cercanos. Lamentablemente ya han fallecido  compañeros, pasaron a mejor vida Alejandra García, Pedrito, Jacinto Villela y recientemente Juan José García; entrañables amigos que se adelantaron en el trance de la existencia.

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Con el grupo de la secundaria nos sentimos bien los que estamos. Apenas 8 o 9. Y tenemos la intención de llegar a la mayor cantidad posible. En estos tiempos las redes sociales tienen mucha utilidad. Nos permite estar cerca, reducir distancias, y estar en contacto con personas queridas, como es el caso de los integrantes de ese grupo. En las charlas recordamos el nombre de alguien, otro recuerda el apellido, otro más no se acuerda, o apenas recuerdo algo.

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Y solo para inquietar al ego de todos, les digo: ¿y si los que no recordamos ya hicieron un grupo como este y no se acuerdan de nosotros? Y están con lo mismo: ¿Qué sabes de Toño Calvillo, Qué de Víctor y Letty? Y las respuestas entre ellos: No me acuerdo, no, no los ubico. Y digo, aunque puede ser, nos jactamos que eso es casi imposible y en ese casi, cabe la rendija de la probabilidad.  

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Qué hacen, dónde y cómo están, esos chicos y chicas que apenas ayer posaban para fotografías en sepia o blanco y negro, con la mirada puesta en el futuro, cuya frontera estaba marcada por la incertidumbre, como todo futuro. Bajo qué árbol se cobijaron. Qué tormenta pasaron. Y si salieron indemnes o no a los golpes que nos deparó la vida. Apenas su edad era de 12 años, y 15 cuando ya no nos vimos más, o apenas de lejos. 

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Eran el futuro de la patria. Marchaban al frente con marcialidad. Y sus sueños eran simples, y se reducían a uno solo: ser mejores, para ayudar en lo posible, al prójimo. Y en el camino qué piedras los derribó, qué espina en el corazón quedó, que injusticias padecieron. Y cómo se levantaron cada vez, y con más fuerza siguieron en la ruta del ciudadano de bien, como padre, madre, vecino, trabajador.

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Las charlas de los maestros de la secundaria, fueron el aliciente que les marcó una ruta, los salvó en gran medida de la miseria humana, y respiraron sin prisa, caminaron con sonrisa, y mantienen los brazos abiertos para el camarada del grupo, a poco de llegar al puerto o a la última estación.

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"Calvillo, no seas apocalíptico". Y seguimos con el hilo de la conversación. "Te acuerdas de... "




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