De oficios y profesiones

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Toda profesión u oficio son buenos. Lo importante es la manera cómo se desempeñen. Hasta lo que aparentemente es más simple, tiene su dificultad para resolver. Y no siempre el título de profesión garantiza un buen desempeño. Así es la realidad. Para eso la diferencia lo señala bien la ética, en la que se distingue la responsabilidad, y de ser posible se le suma la alegría y entusiasmo en el desempeño. Dando por hecho del dominio del conocimiento. Es decir, no basta tenerlo, si se es irresponsable o si se realiza como carga.

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Y esto es general en todo. Hay una expresión popular que siempre me ha gustado y repito como loro: encuentra un trabajo que te guste, y no será trabajo.  Es grato disfrutar en el día a día el trabajo que se realiza. Aunque se diga que el trabajo lo hizo Dios como castigo: "y pagarás con el sudor de tu frente", o algo así. 

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Mi padre era jardinero. Y nunca lo vi yendo a su trabajo con furia o desgano. Y nunca lo escuché quejarse por el tanto trabajo, la poca paga. O el "no me alcanza". Él iba y regresaba con el rostro sereno, con la paz traslúcida en su verde mirada.  Su expresión es siempre válida: "uno es rey en lo que hace".  Y refleja que se sentía a gusto con su noble oficio. Allí crecí con esa enseñanza, entre pasto verde, árboles de frutas y plantas de muy distintas flores.

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Había un mecánico conocido, casi vecino, que me arreglaba el auto. Una ocasión llegué a que me reparara no recuerdo qué cosa. Me cobró como si yo comprara la cuarta parte del costo el auto. Nunca más lo volví a llevar con él. Y su taller permanecía vacío. Otro más, no vecino, cuando fui por el diagnóstico, le pregunté: "¿Malas noticias?", su respuesta fue: "Para usted sí, para mí no". Me lo arregló y nunca más fui con él. 

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El corte de pelo me lo hacía una señora del centro de la ciudad. Ahora por la pandemia he dejado de llegar con ella. Siempre muy atenta. Yo contento con el corte que me hacía. Y sin que yo le pidiera, me cortaba algún pelo largo de la ceja. Me preguntaba al final: ¿le pongo gel? De poca plática, una vez me dijo: "lo vi en la televisión".  Muy grato siempre ir con ella. Que tenga salud ella y su familia.

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Con esto de la pandemia dejé de salir, acatando al cien lo de Quédate en casa, además mi condición de jubilado me lo permite. Pero el cabello siguió creciendo, y al paso de los meses andaba yo como un ermitaño. Así que recordé que cerca de la casa un ex alumno de telesecundaria tenía una peluquería y lo busqué. Encontré su local y lo vi lleno, me fui de largo para regresar después. A las dos horas volví y seguía estando lleno. Así que me decidí quedarme. Lo saludé. Y él en su trabajo, seguía platicando conmigo. luego de tantos años de no verlo (unos 25 años). Ya luego me tocaba a mí en su hora de comida. Me atendió de maravilla. Las dos horas que lo vi atender, lo hizo con responsabilidad y alegre. Además que me quitó con el corte de cabello como 20 años. "No tanto, profe", me dijo riéndose. "Quizá como unos tres". Y reímos ambos. "Algo es algo".

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Hace ya varios años yo tenía un carrito Volkswagen golf. Y para sus revisiones y mantenimiento lo llevé siempre con un mecánico, cuyo taller permanecía siempre lleno de vehículos, y otros haciendo cola en espera.  Había que sacar cita días antes. Recuerdo que era joven. "Yo tomo mis cervezas -me decía- pero nunca en mi centro de trabajo". Y los precios que cobraba eran los que uno sabía que eran. Ni baratero ni carero. Y siempre responsable con la garantía del trabajo  que le hacía a los vehículos. Ah y creyente, el doce de diciembre les hacía convivio a los trabajadores.

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Pero cabe decir, que hay y habemos de todo, "como en botica". Lo que sí es que a veces miramos a alguien al que le va bien sea en su profesión u oficio, y nos preguntamos por qué a esas personas les va bien y al contrario a otros les "va mal", por la diferente actitud que tienen en el trato con sus clientes, y por los cobros. No puede ser al revés. Y todo va relacionado con la ética, que incluye hacerlo bien, y responsabilizarte con los resultados.

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Estos meses ha sido el turno de los trabajadores de la salud. Ayer vi un video de un médico que fue sacado de la sala de operaciones a jalones y golpes, porque la paciente joven que operó había fallecido. Lo acusaron de asesinato. Y tres días en prisión, salió cuando el peritaje médico dio como resultado que había fallecido por una infección y no por la operación (nada que ver con Covid).  He visto en estos días actos deleznables de ciudadanos que abarrotan centros comerciales, realizan reuniones y fiestas, y aún más: sin protocolos de distancia, cubrebocas y nariz, y casi seguro que sin gel a la entrada y en las mesas. Y vuelve a recrudecerse el problema de contagios, hospitales llenos y fallecimientos. Los doctores y enfermeras, en su loable labor, estudiaron para salvar vidas, no para quitarlas. Así también en este tema se requiere la ética de la responsabilidad en los ciudadanos.

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Y ahora que vienen las campañas electorales, sucederá lo mismo sobre la profesión u oficio de la política. La diferencia es la ética de la responsabilidad que tienen y la que hayan mostrado en los distintos cargosee han ocupado. Si mienten o no. Si roban o no. Si fingen o no. Esa es la diferencia. El verdadero ciudadano también asume su responsabilidad o lo contrario desde su ética de la responsabilidad. Si vota por votar. Si lo hace sin informarse. Si se deja engañar. Si vota a cambio de una dádiva o no.

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Es un buen tema al que hay que volver. No me refiero al punto 9, de los políticos "y cosas peores", como era el nombre de la columna de Catón. Me refiero al de todas las profesiones u oficios. Y sin que nadie califique al otro. Sin volvernos juez, que por la casa debe de empezar, y primero se ve l"a paja en el ojo ajeno que la viga en el propio". Así las cosas, preguntarse en lo personal ante el espejo: "¿soy feliz con lo que hago?"  

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Juan José Arreola escribió una carta a un zapatero. He aquí un fragmento:

Carta a un zapatero 

que compuso mal unos zapatos 

Juan José Arreola 

Estimable señor: 

Como he pagado a usted tranquilamente el dinero que me cobró por reparar 

mis zapatos, le va a extrañar sin duda la carta que me veo precisado a dirigirle. 

En un principio no me di cuenta del desastre ocurrido. Recibí mis zapatos muy 

contento, augurándoles una larga vida, satisfecho por la economía que acababa de 

realizar: por unos cuantos pesos, un nuevo par de calzado. (Estas fueron 

precisamente sus palabras y puedo repetirlas). 

Pero mi entusiasmo se acabó muy pronto. Llegado a casa examiné 

detenidamente mis zapatos. Los encontré un poco deformes, un tanto duros y 

resecos. No quise conceder mayor importancia a esta metamorfosis. Soy razonable. 

Unos zapatos remontados tienen algo de extraño, ofrecen una nueva fisonomía, casi 

siempre deprimente. 

Aquí es preciso recordar que mis zapatos no se hallaban completamente 

arruinados. Usted mismo les dedicó frases elogiosas por la calidad de sus 

materiales y por su perfecta hechura. Hasta puso muy alto su marca de fábrica. Me 

prometió, en suma, un calzado flamante. 

Pues bien: no pude esperar hasta el d


  



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