Café de sábado

 Para un café el lugar es indistinto. Lo mismo Roma, París o Venecia. Lo importante es la esencia que se saborea en cada trago. Y lo que nos mueve por dentro.   Es razón del pensamiento de querer reír y platicar. O solo pensar si estamos solos. O escribir algo de breve o largo aliento. Si es con café hasta escribir de derrotas e indiferencia no es tormento. Es gozo pleno sea del tema que sea. Eso por lo de tomar el café solo. En compañía de homólogos amigos componemos el mundo. Es verdad lo que digo. Aunque lo comportamos muy poco. Se habla de libros, de pan dulce, de amores idos y presentes, de encargos cumplidos, de vejez y viruela, de transaccionales, del descubrimiento del hilo negro. Y no paramos entre café y café. Y capturamos ideas para un nuevo tema por escribir, entre amor, delirio y tormento. Mientras tanto, "señorita, otro café, por favor". Y ella va como batiendo alas, sinuosa en su andar y sonriente.

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