Julia dice baila en el Tropicana (Parte 2)

En la primera parte detallo el vuelo en Cubana de Aviación, la llegada a La Habana, nuestro hospedaje en El Vedado, por donde está Helados Coppelia, y las peripecias para conseguir comida, así como la tarde y parte de la noche en un reastaurancito bar.

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Silvia camina altiva por las calles de La Habana. Habíamos quedado de vernos en el Capitolio. De allí iríamos en guagua o camello a San Miguel del Padrón, para charlar sobre música y comer. Su pelo ensortijado y sonrisa al viento, además de su belleza y altura, en todos los sentidos, la distinguen en Cuba. Ríe franca. Pasamos por la famosa esquina de calles Prado y Neptuno, de la canción La Engañadora ("Por Prado y Neptuno iba una chiquita que todos los hombres  la tenían que mirar".  Luego de caminar abordamos transporte. La máquina donde vamos, una Ford apache 1944, cruza senderos y barrios en donde la bella negritud está presente. No veo anuncios comerciales ni los necesitan. Según nuestro esquema la ciudad se ve rara. Eso sí, imágenes de José Martí y Fidel Castro se ven por todas partes: "¡No pasarán!", ¡"Solo la educación y el arte os hará libres!", "Unidos enfrentamos al yanqui".

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No es lugar para turistas, pero sí para amigos, dice. De esos que levantan la voz, que miran las estrellas, remata. Yo continúo: .. y se enamoran de la vida materializada en sonrisas y guiños de la mujer cubana.Mientras caminamos nos explica sobre la plaza Solidaridad. Señala un gran ceibo senegalés cuya tierra que le alimenta proviene de 52 países que votaron hace ya algunos años a favor de Cuba en una de las más importantes votaciones de la ONU sobre derechos humanos.

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La sala de la casa de Silvia es como una galería. Tiene una exposición de Raplh Martell, norteamericano, quien la fijó en fotografías con sus amigos cantantes y músicos cubanos. ¿Motivo? Un libro sobre la vida musical en la isla. aparece por allí Eugenio Rodríguez (Raspa), Juan Formell, Ella Calvo, Don Rubén González, Elena Burke, Chucho Valdez, de Irakere y ,muchos otros, la misma Silvia, quienes por generaciones han llevado guaracha, son, feelings por el sendero de la alegría y han dado cauce al río de las emociones rítmicas que genera el amor y el disfrute de la vida.


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Su casa es modesta, la comida es sobria. Como típicos cubanos nos platican de todo. Yo les hablo de la muerte por desnutrición de los rarámuris en Chihuahua, de los 35 recién nacidos que murieron en diciembre del 202 en Chiapas, sin que pase nada, de la inseguridad en nuestras ciudades, de la educación en México y su baja calidad. Reímos como conclusión y decimos: "anda todo mal en el mundo".  El refresco es Tucola. La vianda: potaje sabrosísimo de chícharos con papas y arroz. Aparte pavo y ensalada de verduras. En el modular estéreo estaban sus canciones, alegres unas, de decepción otras. Dice Silvia: "el corazón me inspira". Allí escuchamos las voces de Inés María (Muchachita, Basta ya), Elena Burke (Tanto como usted), Danerys (Simpático ladrón), y otros. Reímos a carcajada suelta por cualquier motivo. Silvia: "así somos los cubanos, alegres y hospitalarios. Túpuedes llegar a las tres de la mañana y te recibimos como si fueran las tres de la tarde".

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La mamá de ella, Doña Gilma, salpicaba con humor la charla y con enorme y jovial sonrisa pedía que la escucháramos a ella y a las canciones de Silvia. "Ponles la vieja", decía emocionada. Y allí estaba en la letra de la canción la vieja que se queja de todo y piden que la lleven al doctor. Doña Gilma hablaba de las haciendas tabacaleras del siglo pasado, de sus hijas y la educación que recibieron gracias a la revolución. Saboreamos el postre: cajeta de guayaba con queso. Preguntan sobre sobre comidas y postres tradicionales de México. Respondimos: mole, guacamole, pozole y de beber atole; ya mas serios platicamos de las regiones de nuestro país, sobre nuestra afición al picante, la carne asada, tamales, guisado negro, panuchos, mole, pejelagarto y sobre el postre les comentamos de dulce "oreja e mico" (papayita enana en almíbar) y el arroz con leche. La despedida fue muy rápido. Nos "tiramos" unas fotografías. Silvia muy cortés me acomoda el pelo que siempre caigo por todos lados cuando no uso gomina. Teníamos el compromiso de asistir a la clausura del Encuentro Pedagogía 2003 en el teatro Karl Marx, lugar donde habría "Fifo" (así le dicen a Fidel). salimos y en el recorrido a la parada de guaguas sus vecinos la saludaban como una diosa. Hicimos cola para abordar el transporte. Allí nos dijimos adiós. Y para variar, prometimos regresar.

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De Silvia escribió Chucho Valdez, director del grupo Irakere, ganador del Grammy 2002: "Silvia González Guerra compositora natural de gran inspiración. Poseedla facilidad increíble; sus textos son creativos, criollos y sobretodo muy originales y eso me motivó a que escribiera letras en algunas de mis melodías. En pocas palabras: gran talento y un hermoso corazón".

Por cierto, la editora musical de Cuba, de nombre Andante, le acaba de editar a Silvia el libro: De Cuba, sus autores, volumen I: Silvia González Guerra, con sus melodías en pentagrama; y en la portada su fotografía (guapísima) aparece a lado de figurines como José Antonio Méndez (Si me comprendieras), César Portillo de la Luz (Tú, mi delirio) y Ernesto Lecuona (Siboney).


Inés María vende jugos y café. Adolorida de las rodillas nos recibe atenta, hospitalaria y nos invita un café oloroso y sacro. Desde su cocina canta alegre y distingo una voz esplendente. Pregunto y me cuenta: fue cantante profesional y ahora está jubilada con la categoría A-1, la más alta. "Ese examen me lo hizo Marita (Portuondo) -nos dice orgullosa; lo cierto es que ente familia y carrera, elegí esto último". Nos acerca otra tacita de café y nos dice que si queremos le pone ron. A esa mezcla le llama carajillo. Nos muestra sus fotografías en blanco y negro, de cuando cantaba en los hoteles y centros nocturnos de la segunda mitad del siglo pasado y pone un csset con sus canciones grabado apenas hace unos pocos años, noten nos muestra l capacidad para atrapar al oyente con su magnífica voz. Con la Revolución (1960) formó parte de las caravanas artísticas de difusión del nuevo gobierno. Cantó en universidades de Colombia, Panamá y Venezuela; de por allá regresó a su país con el cariñoso mote de "Voz ricura de Cuba". Dice: "no se comparan los aplausos entusiastas de los jóvenes en los conciertos; van directo al corazón". Comenta del homenaje reciente que le hicieron Los Guantanameros. Tiene su video y nos lo pone, con el orgullo de ser quien es, cantante, al igual que sus colegas del Buena Vista Social Club. Nos tomamos otro café. "El doctor me regaño", cuenta al día siguiente fatigada. "Dice el doctor:  deberías estar cantando todavía Inés María". Y yo le respondo que sí, que ojalá se pueda. Recuerda a su hijo en México que le mandó con nosotros algunas cositas. Graba en video sus canciones, siguiendo la música del modular a manera de pista. Emocionada envía saludos a su hijo.

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Ella se casó con Joseíto Fernández, director del grupo Los Guantanameros.

Y precisamente Silvia llegó a su casa en visita de "doctor". Allí escuché la voz rápida, franca y sonora de los cubanos. Una alegría lúcida cara a cara. Allí me metí en la plática. Eres cantante también, el digo sin preguntarle. "No, soy compositora", responde alegre. Me gusta cantar, pero lo mío es componer, especifica. Y yo le prometí escribir está crónica de viaje. Ella nos invitó a comer a su casa. Me hablas y nos ponemos de acuerdo. Me dio su número y le hablé para comer el viernes en su casa. Allí conocí a Silvia, a su madre, Doña Gilma y el ambiente hospitalario de los cubanos. 


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En la escuela Camilo Cienfuegos, nombre de uno de los los míticos guerrilleros de la Sierra Maestra, nos reciben docentes y alumnos con unas palabras de bienvenida y un coro de muchachos y muchachas quienes nos cantan melodías típicas, empezando por Guantanamera. Quien dirige el coro es una niña de ojos negros y sonrisa luminosa...

(Continuará)

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