Julia dice que baila en El Tropicana (parte 1)

1

Cruzamos el Mar Caribe en un viejo avión Yak ruso 462, de Cubana, de esos que sin exagerar anduvieron oteando vientos de la Segunda Guerra Mundial, allá por 1945. Las azafatas, morenas y rubias, nos entienden en nuestra insistente mirada y ríen con desparpajo. Un vecino de asiento le dice en broma: "enciendan los ventiladores, que hace calor". "Abróchese el cinturón", es la respuesta alegre, pero firme. En sus ojos achinados, profundos, mora tranquilidad. Uno ve las nubes por la ventanilla, como de algodón y espera ver los ángeles celestes. Adentro tenemos la respuesta, con el rostro altivo y el cuerpo sinuoso de las cubanas. Cincuenta minutos de vuelo. Nos atienden de maravilla. Con sencillez. Después del despegue nos ofrecieron un dulce para disminuir los efectos de la altura.  Luego ya en vuelo un sanswuichito y una galleta. Para beber pido una cerveza Cristal. Nomás para probar. Después pasan con carro de ventas: chocolates, perfumes, licor, puros, etcétera. ¿Quieren comprar? ¡Pues compren!

2

Piquillo, compañero de asiento, es cubano que trabaja en Cancún, Quintana Roo, México. Elegantemente vestido de negro, fino todo él, blanco, bien afeitado, escucha música en su discman. Mueve cabeza y pies con ritmo. Le acompaña la tía Nidia, señora de lentes. Ambos tienen aspecto de residentes de Miami y son conocidos por la tripulación; quizá son viajeros frecuentes. El piloto los saluda de besito: "tía, primo", les dice. Ellos compran chocolates. Él es cantante y compositor. Con facilidad y confianza, como si nos conociéramos de viajes anteriores, pide acomodar su frijolito  de audífono a mi oreja, y escucho parte de una canción de sus preferidas. ¿Por qué el hombre es mujeriego?, pregunta en la melodía.  Porque son más mujeres que hombres, responde alegre, jocoso, como si descubriera el hilo negro. De no ser así, agrega, mucha mujeres no tendrían pareja, y andarían por allí decepcionadas, tristes, suicidándose. Es composición de él. Piquillo es su nombre artístico. Se llama José Miguel.

3

Aeropuerto internacional José Martí. La revisión es de rutina. Turistas extranjeros en una fila y cubanos en otra, muestran sus documentos. Para la entrega de maletas no piden contraseña. Cada quien agarra la propia. En otra área una enfermera nos toma la presión. Impresionados quedamos ante esa escultural mujer, pero, sobretodo, por la sencillez y alegría. En una de las salas de espera veo por televisión a Polo Montañez (Fernando Borrego Linars), guajiro natural, quien falleció a los 47 años en accidente automovilísticos el 26 de noviembre de 2002. Su carrera como cantante fue meteórica. En un año pasó del anonimato a la fama nacional e internacional. Fue ídolo en Colombia donde llegó a reunir más de 80 mil personas en concierto. Su disco Esta guitarra mía, fue nominado el 2003 al mejor álbum tradicional para el Grammy latino; y se dice que no abandonó su país cuando su mujer se fue a Miami.

A la salida del aeropuerto, un grupo de chicas, desde lejos nos hacen señas, como para ofrecernos algo. No entendimos qué.

4

Es domingo. Nos hospedamos en habitaciones de renta legal (30 dólares diarios) en el barrio El Vedado, de La Habana. Décimo piso. El departamento tiene dos recámaras, cocina, sala y baño con tina y agua caliente. También tiene una terraza desde donde se domina esa parte de la capital, muy conocida porque allí cerca está Helados Copelia, la casa de la poeta cubana Dulce María Loynaz, los hoteles Nacional y Habana Libre, entre otros lugares. la panorámica nos muestra un conjunto de edificios nuevos y viejos. Desde aquí observamos las azoteas de casas donde ancianos y niños toman el sol. Salimos a comprar víveres. A ls tienes para turistas les llaman "Shoping". Allí encontramos de todo, y se paga en dólares. Una cajera morena, de nombre Odalys, sonríe y exclama: "Mexicanos! ¡México lindo y querido!". Y pide que cantemos la tradicional canción homónima. Al momento de pagar allí estamos, con nuestras voces en el cumpleaños de Odalys, según ella. Y cantamos con mezcla de Rondalla de Saltillo y Pedro vargas, la conocidísima "Voz de la guitarra mía, al despertar la mañana...". Salimos con el compromiso de vernos luego.

5

Tenemos hambre. Alejandro (amigo de Elba, nuestro contacto en La Habana) en su auto Lada oro nos lleva a comprar pan (en Cuba no venden tortillas) Y la compra fue como si fuera para él. Así es más barato, porque es precio para cubanos, nos aclara como ayudándonos. Del aeropuerto a la calle 23 esquina con Cienfuegos nos había cobrado 20 dólares. Nos vio cara de quien llega por primera vez. Nos entrega cinco panes de sal, grandes, tipo baguette. Tan pronto nos los entrega, cada uno toamamo un pedazo, y a punto de morderlo, Alejandro nos dice: "coño, espérense, me van hacer una cargazón en el carro. se refería a las migajas. Todos reímos.

6

Domingo en la noche. Calle 23, cerca del malecón, en El vedado, habana. Decenas de mujeres buscan clients con la mirada. Las hay de todos tipos, principalmente jóvenes. Son altas. Sus cuerpos despiertan ímpetus, ganas de escribir poemas. Ellas ríen y su risa, como rictus de tristeza extraña, se pierde en la noche y el filo del frío de 20 grados centígrados. Llegamos a un restaurancito bar lleno de turistas. La idea era aprovechar todos los momentos disponibles para ver y oír mucho, lo más posible. Por supuesto, la necesidad básica era música en vivo. Y ahí estaba ante nosotros el grupo Tradición cubana. Yo lo rebautizo como Toño y su charanga habanera, porque al calor de los refrescos, pido permiso para tocar el güiro. Clara pose para foto. Julia aplaude desde una mesa cercana. Al parecer espera clientes mientras disfruta una cerveza Bucanero. Su compañero ocasional, Tony, paisano de ella, me ofrece puros, discos, pepejé, "baratos, mexicno2. Y ofrece a Julia, también. Dice: "es bailarina del Tropicana". Le compro tres discos: Trío Matamoros, Polo Montañez y Salsa cubana de hoy. Mi tocayo insiste en ofrecer a Julia por 35 dólares. Y luego pude pasarte gratis en Tropicana, como su novio, asegura. Sí, pero no. Pido a Julia me platique sobre su parte en el espectáculo. Su compañero habla por ella. "Es del baile tradicional. De antes de los españoles". Ella ríe, yo hago como que creo. 

7

Josmani es un negrito feliz. Se acerca a la mesa y habla hasta por los codos. Sabe de política. Claro, lo que ve en la televisión, lee en el diario El Granma y lo que oye de los turistas. Asegura que su mamá, ahora jubilada, trabajó para las embajadas de Italia y Mozambique. Habla de Fidel (El Caballo) con admiración, de Camilo, El Che y de Hugo Chávez. Le invitamos varias Bucanero, a cambio de hablarnos en cubano.

8

Otro día en un restaurant de la Habana vieja. Vemos la carta. Pedimos arroz con pescado. langosta especial. Cangrejo con arroz. Arroz con huevo. Y claro, Bucanero para todos. Nuestra amiga esperaba la langosta incluyendo sus tenazas, pero oh, decepción, se la sirvieron molida. Al rato preguntamos a Osmany: "¿Cómo nos identifican rápido lo mexicano?". Responde burlona: "fácil, pidieron chile, tacos, tortillas. ¿Quién más? Ustedes los mexicanos. Ah, y ese dejo que tienen al hablar, como Pedro Infante y Tony Aguilar. Pero sobretodo por el gran relajo que hacen dondequiera. Tengo unos vecinos paisanos de ustedes. Son becarios. Tienen fiesta a diario con guitarra y trago. Bailan en alta. 

9

Silvia camina altiva por las calles de La Habana...

(continuará) 

Comentarios

Entradas populares de este blog

lecturas 20. Poemas de Carlos Pellicer Cámara

Rigo Tovar y Chico Ché

Max in memoriam