Julia dice baila en El Tropicana Parte 3

 En la parte uno comenté del vuelo a La Habana y el primer día de estancia, que fue domingo. En la parte dos la plática con Inés María, cantante jubilada, y el conocer a la compositora Silvia González Guerra (a quien ayer saludé vía Messenger luego de 18 años, falleció su mami en Diciembre pasado).


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En la escuela secundaria Camilo Cienfuegos, nombre de uno de los guerrilleros míticos de Sierra maestra, nos reciben docentes y alumnos con unas palabras de bienvenida y un coro de muchachos y muchachas quienes nos cantan melodías típicas, empezando por Guantanamera. Quien dirige, una niña de ojos negros y sonrisa luminosa, lo hace con gracia y ritmo, dirigiendo y marcando el tiempo con movimiento de l batuta y su cuerpo. Las palabras de bienvenida por parte de otra muchacha (Odalys chiquita) son claras, con alusiones a Martí. Yo, en correspondencia, digo que "cultivo una rosa blanca en junio como en enero...". En el desayuno con frutas, Jordana Guzmán Rodríguez, de octavo grado, declama un poema de su autoría, estilo marcado de Nicolás Guillén, dicen los compañeros.. Coincido, aunque el tema de Cuba y su gente, y de las mujeres cubanas no tiene derechos de autor, ni marca registrada. Le pido escriba su texto en mi libreta azul. Pide de favor a su rubísima amiga Jans, quien con gusto la hace de amanuense y dice al terminar: "nunca había escrito tanto y en tan poco tiempo". Antes me escribió la canción Saberse cubano, la cual habían cantado unos minutos antes: "es la hora de gritar Revolución/ es la hora de tomarnos de la mano/, pues no habrá mejor promesa que cumplir con el deber/ de saberse cada día más cubano..."


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Jordany Guzmán Rodríguez: "El negro bembón te invita a bailar un son... después te vas a la fiesta que Juana está dando en el callejón".

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En El Morro, fuerte construido en el siglo XVI por los españoles, con el objeto de defender la ciudad de los ataques piratas, principalmente ingleses y franceses, se efectuó del 3 al 7 de febrero, la feria Internacional del libro 2003 de La Habana. Hubieron actividades varias: presentación de libros, conferencias, talleres literarios y de lectura y conciertos al aire libre. La Orquesta Aragón, los jóvenes clásicos del son y el grupo Buena fé, hicieron sudar a cientos de cubanos y turistas quienes se enfrascaron por horas en competencias de baile. Era de tarde. Las parejas, por docenas, chorreaban sudor sonrientes, y movían su cuerpo al ritmo de la música y del corazón. Parecía que oraban muy movidos, y los sacerdotes eran los músicos.

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Es cosa de ver para creer. Los cubanos, niños, muchachos y adultos, compran y leen en todos los lugares, bajo la sombra de los árboles o entre los brazos de la amada. Los precios de los libros decían 45, 20 y 15. Y uno, acostumbrado a que los a los precios para turistas son en dólares, se nos hacen caros. Y luego la agradable sorpresa: los precios son en moneda cubana, por lo que a cambio de 26 por 1, nos permitió comprar libros y más libros, teniendo como límite la capacidad de cargar y luego pensar en su traslado en a México. Por menos de cien pesos moneda mexicana me traje las obras completas de Nicolás guillen (dos tomos), Cicatrices de la memoria de varios autores, con prólogo de Roberto Fernández Retamar, Palabra de sombra difícil, antología de cuento cubano, Álbum de poetisas cubanas, y dos ejemplares de de Dulce María Loynas, poeta, premio Cervantes en 1992

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Sentada en una barda de El Morro, Odalys, estudiante de preuniversitario, lee, como si nada, poemas de amor de la poeta Loynaz. "Una foto", le digo enfocando con mi cámara y la mejor sonrisa mía. Ella sonríe y sigue leyendo -y ahora mejor al saber que su imagen de lectora cubana dará la vuelta al mundo. Risas. Aún escucho su diáfana voz. "Tú que te cierras/ los brazos vacíos sobre el/ pecho y murmuras la palabra/ que no oye nadie/ ven y enséñame/ a horadar el silencio/ a encender, a quemar la soledad".


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En El Morro recuerdan a diario los tiempos de los piratas mediante la ceremonia del "cañonazo"; con protocolo oficial a las 9 de la noche lanzan bala de salva con los mismos cañones del siglo XVI

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Por la madrugada recorrimos parte del malecón. Un cubano -pelo y barba largos- de nombre Rergis con su guitarra ambientó la medianoche. Nosotros con sabor a Bucanero en la boca, recordamos algunas canciones mexicanas. "Toño cantó en el malecón de La Habana", construí la frase para mí mismo.

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La Bodeguita de El Medio, restaurant bar sigue en Empedrado 206, de La Habana vieja. Allí Ernest Hemingway saboreó sus mojitos y daiquiris, elucubrando sus textos junto con habaneros que respetaban su aspecto de gringo, decían, y se le acercaban para formar parte de sus historias y crónicas, pedirle un dólar, o que les firme el libro El viejo y el mar, de su autoría. En las paredes de este bar restaurant han firmado miles de personas anónimas o públicas. "Yo estuve aquí", firma Juan Pérez. Afuera está orlando Laguardia, poeta popular, con su vieja máquina Remington de escribir. pregunta el nombre de esposa, novia o hijas. E improvisa sobre que uno extraña al ser querido y la nostalgia, etcétera. Y parafraseando a Martí completa: "una rosa blanca Antonio entrega al domingo, pero si hablamos del grinogo entrega una buena tranca", y reímos.

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Allí probamos el mojito (6 dólares), bebida típica cubana. es mezcla de ron habana Club, agua mineral, hielo, hierbabuena macerada y una pizca de azúcar. A los cuatro mojitos uno por lo menos anda más ligero, como si la vida valiera menos, pero en la realidad es más ligero nuestro bolsillo.

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Y fuimos al mítico Hotel nacional, lugar visitado por todo tipo de personalidades: de la mafia, de la política, del arte, de la moda, del show business, etc. Se encuentra en El vedado y frente al malecón. Allí el grupo de Enrique López Toca música de todo tipo y ritmo. Le pedimos canciones mexicanas de Armando Manzanero y de Agustín Lara. Nos complacen contentos. También pedimos el Son de la loma y todas esas que son verdaderos símbolos de la música cubana. Entre ellas Siboney, El cuarto de Tula, La engañadora, Aunque quiera olvidarte. Recorrimos la sala museo donde tienen fotografías de personajes que han sido hospedados en el hotel Naomi Campbell, Frank Sinatra, etcétera. Entramos al espectáculo que presentan en el bar parisién. Te lo anuncian como trato y de la misma calidad que el del Tropicana. No estuvo mal. Pero seguro que el de El Tropicana es igual, pero distinto. O mejor.

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Aparte de los bailes tradicionales y modernos, los cantantes y músicos, con ritmo sobrado y alegría desbordante, nos impresionó el baile de la muñeca. Él llega al escenario después de tropezar con algunos clientes Luego nos damos cuenta que es parte del espectáculo. De la maleta saca una muñeca. La mueve y acomoda los brazos y esta, inerte, se deja manipular. Cinco minutos de peripecias y juegos con ella. Luego nos damos cuenta que es una bailarina de verdad, viviente, pues. Al final la acomoda de nuevo en la maleta y sale. Aplausos.

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En La Habana vieja se encuentra uno de todo... (continuará)


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