Reyes

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Como cuando decimos que solo el cucharón sabe lo que la olla tienen en el fondo; lo mismo sucede con cada Rey Mago. Cada uno sabe el esfuerzo que hizo para tratar de cumplir una vieja tradición muestra de religiosidad, y de amor, que no siempre es lo mismo, aunque debiera. De ayer y hoy he leído varios textos breves y bien escritos por amigos y amigos, con reminiscencias la infancia, de cuando eran infantes, y sus padres, madres, tíos o padrinos, les acercaban uno o más juguetes, y la respectiva bolsa de dulces. De pronto sale humo en los ojos al leer y recordar.

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A mi nunca me trajeron los Reyes magos una bicicleta. Y tanto que la anhelé. Un día como hoy miraba en el callejón, y si me iba un poco más allá en las calles, a niños muy orondos con sus patinetas, bicicletas, balones de futbol y rifles. Nunca sentí envidia. O tristeza. O algún sentir que me hiciera sentir mal. Lo cierto es que siempre cada seis de enero, amanecía bajo mi almohada una bolsa de dulces y un juguete, lo cual me proporcionaba una alegríano sé si igual o más grande que los niños que recibían bicicleta. La bolsa tenía colaciones dulces de leche y de piña y una naranja valenciana grande y muy redonda. Y nos poníamos a jugar mis hermanas y yo con lo que nos habían traído. Había valido la alegría (no la pena) esperar este momento mágico y especial, de apuros para los padres pobres, y de prisas para quienes no compraban con tiempo los juguetes impregnados de una magia mítica.

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Cuando tenía yo 26 años trabajaba con na compañera de nombre Gina Girald. Ella era tenía una hija y un hijo. Los días previos a este día andaba apurada pensando en sus compras de reina maga. Y nos metíamos en una discusión (estéril como todas las discusiones) no sobre la existencia en el remoto pasado de Reyes magos que siguiendo una estrella de Belén realizan un viaje por los desiertos para acudir a testimoniar el nacimiento de un niño al que llamarían Jesús. No la discusión era sobre la pertinencia de hacer creer a los niños sobre la llegada de esos científicos magazos que por todos los confines del universo llegaban a las casas a dejar regalos caros, medio caros y baratos en cada casa según correspondiera al nivel económico de los padres. No llegábamos a ninguna conclusión. Lo que sí es que sus hijos estaban super felices y contentos con los regalos.

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En la universidad tuve la fortuna de tener muy buenos maestros mexicanos y extranjeros. Uno de ellos nos hablaba sobre la importancia de los mitos. E iba más allá: la civilización que conocemos no hubiera sido posible sin la existencia de los mitos. Por supuesto que se dieron buenas discusiones donde el maestro (Dante Ruggeroni, argentino) callaba, sonreía al escuchar nuestros neófitos alegatos. Pero le encantaban que se armaran las discusiones. Y nos daba ejemplos sobre las mitologías griegas y romanas. Lo mismo que de otras culturas. Y finalmente la conciliación en ese choque de ideas. Porque para eso entramos a la Universidad (o antes a la prepa), para que muchas de nuestras viejas ideas chocaran contra el conocimiento científico, o se conciliaran con él. Acudo a este recuerdo en razón de mitos que no discuto, entre ellos Los Reyes Magos, y la visita cada 6 de enero a quienes creen en ellos.

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La mamá mira a su niña ya grande. De 11 años. Que esta ya sabía que no existían realmente los Reyes magos, pero le convenía hacerle creer a su madre que no, para que le siguieran comprando juguetes. Entonces la mamá reflexiona que ha llegado la hora de quitar ese velo mágico, además de que sería ahorro que le permitiría pagar el recibo de CFE, o los impuestos. "Hija, quiero comentarte que los Reyes magos son tus papas", digo ella, la madre, seria. La hija por supuesto que sabía a que se refería su abnegada y sufrida madre. Pero dando muestras de inteligencia y humor, además lo que estaba aprendiendo fuera de la casa le responde haciéndose la sorprendida: "¡Los tres!". Ambas rieron y se abrazaron alegres y juguetonas.

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Una de mis hijas, como todas las niñas y niños en algún momento, llegaron un día de su escuela algo serías y compungidas. Sería quizá un 4 o 5 de enero. "Papá, dice una amiga que los Reyes Magos no existen". "¿Y tú qué les dijiste?". "Que sí, pero creo que ya no estoy muy segura". "Yo asumí con seriedad la duda y le dije: "Vamos a hacer lo siguiente. Mañana temprano buscamos las huellas de los animales en el patio. Mientras investiga cómo son las patas del elefante, del camello y del caballo". Y así lo hicimos. Al día siguiente muy de mañana se levantaron las tres, me despertaron y casi era el amanecer y salimos al patio. Y efectivamente estaba huellas animales, quizá no muy diferenciadas, pero parecían de elefante, camello y caballo. Además había excremento de caballo. Y ellas quedaron convencidas de la realidad. Los Reyes Magos sí existen. Claro, yo me acordaba de mi padre y madre.

 

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De Carlos Hernández Morales:

Para mi viejito mi viejita y mi madre
Los mejores reyes
Una vez vi a los Reyes Magos. No eran tres, eran dos y eran los mejores magos que vi en mi vida. Se las arreglaban para que siempre hubiera algo en los zapatos, Lo mínimo, lo que fuere. Aunque no hubiera nada, ellos lograban que hallara lo que para nosotros era todo. El tercero nunca lo vi, pero seguro que lo dejaban cuidando los camellos. Nunca, nunca olvidaré a los dos reyes magos que vi. Seguro que ustedes también lo vieron y saben quiénes son y saben que son más magos que reyes. Si dejaron de creer, si esta noche no ponen los zapatos, ni el pasto, ni el agua, acérquense a sus reyes, denle un beso en la frente (ustedes saben que los tienen cerca) y los que no los tienen con ustedes, sepan que desde un cielo hermoso siguen viajando para seguir entregando ilusiones y sonrisas...
Agradézcanle la herencia porque ahora muchos de ustedes se han convertido en reyes y en magos. Y lo mejor que pueden dejarles a sus hijos es esa magia que los convertirán en reyes y en magos…. Y tal vez, dentro de unos años, ustedes recibirán el beso en la frente y así será hasta el fin de los tiempos… Feliz noche para los reyes de hoy, para los de ayer y los reyes del futuro, porque no hay mejor reino que el mágico ni mejores reyes que ustedes…


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De Esperanza Gallegos Gómez

Ya hiciste tu carta? No!! Y que esperas? Pues, hasta el día 5 no? Noooo, no, hazla hoy. Hoy?? Síi ahorita.
Mi hermano Luis me animaba cada año a escribir la carta a los Reyes Magos. Me daba miedo y emoción. Miedo al pensar que tal vez no me trajeran lo que quería pedir y emoción de que a lo mejor si.
Se sentaba junto a mí y con paciencia y amor me ayudaba, sugiriendo mil cosas que yó pensaba que ni en sueños me los trairían.
1 muñeca de pasta que abriera y cerrará los ojos, 1 estufita de verdad, utensilios de cocina, una escoba, un juego de té, un muñeco de celuloy, unos patines, una pelota.etc etc
Incrédula escribía con dificultad todo lo que me decía y siempre movía mi cabeza en negación.
No me los van a traer, es mucho le decía y él con una sonrisa me decía, tú crees que son magos? Pues sí le decía yó. Ahí está, si te los van a traer, ya verás que si y doblaba la hoja de cuaderno y la colocaba en el altar.
Yo pasaba mil veces frente al altar y la cartita no se movía, de repente pasaba otra vez y ya no estaba, el corazón se aceleraba pero no decía nada, ni a él ni a nadie.
Llegaba la madrugada del 6 de enero y él y mi otro hermano, Manuel, me despertaban a eso de las 5 y susurraban, Negritaaa, ya llegaron los reyes!!!
Temblando de la emoción me levantaba y aún con la casa en oscuras comenzaba la búsqueda, envueltos en papel periódico estaban algunos y otros en su empaque de fábrica, unos debajo de la cama, otros por la sala, en el comedor y en la cocina, mi papá sentado en la hamaca recibía los regalos que yó iba encontrando. Era un momento mágico que se repitió hasta los 11 años. Inolvidables años de mi infancia.
Mis tres Reyes Magos adorados. JOSÉ, MANUEL Y LUIS. Hasta el cielo todo mi amor, por hacer de mi infancia la etapa más feliz de mi vida.
FELIZ DIA DE REYES PARÁ TODOS!!
egr.
5/01/2021

9

De Lorena Fuentes Gómez 

Una cama hecha de cedro que formaba un cuadro de tamaño matrimonial, con agujeros de cierto tamaño y distancia entre ellos en sus cuatro orillas, donde pasaba el mecate de henequén que se trenzaba en cuadros de lado a lado formando el tapete donde se ponía el petate. Tenía barandales para colgar el pabellón de manta cielo que evitaba la picadura de insectos. Prácticamente era un cubo de tela cuando se cercaba el pabellón entre el petate y el tejido de la cama. Justo ahí una noche de Reyes me dejaron un juego de té. Yo vi cuando el Rey Mago, no recuerdo cuál de los tres, colocó con mesura el regalo; desde afuera del pabellón buscó la forma de acomodarlo y ahí lo dejó. Algo me impidió abrir los ojos, por más que quise, fue tan rápido, tan mágico y tal irrepetible. A la mañana siguiente noté el bulto y jalé el petate, ahí estaba un platoncito naranja, sobre este cuatro tazas y cuatro platitos de plástico y sus respectivas cucharitas, una jarra, todo de tamaño diminuto pero perfectas para mis manos. Justo así, ideal, perfecto. "¿Quieres una tacita de té, café, chocolate?" "Sí comadrita, gracias". Diálogo dicho una y otra vez durante años junto a las primas o amiguitas. Cientos de veces jugué a la comidita y al té. Horas y horas sirviendo y platicando con las comadritas. Otros días de Reyes pasaron, cuando me trajeron la estufita con una pequeña pelota adentro y yo había pedido patines. Los Reyes eran raros, cuando mi papá estaba con nosotros siempre se accidentaba el elefante, el camello o el caballo y los Reyes dejaban carta con disculpas. En cambio cuando sólo estaba mamá llegaban aunque fuera con un mínimo detalle. No recuerdo más regalos de ese día que los que me daban mis padrinos Antonio y Gloria: luces de bengala, cajas de galletas, una muñeca, un par de zapatos, una sombrilla. Son pocos los años en que se conserva la magia y se van muy pronto. ¡Carajo! Tuve una sola oportunidad de verlos y no pude despertar. Una sola vez que recuerdo de manera muy especial. Había una vez y ahora ya no hay.


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Excelente amigo y amigas, y excelentes textos. ¿Qué más agregar? Que siga la magia de la vida, que esta imaginación, los anhelos y sueños; el amor de nuestros viejos. Ausentes o presentes, pero sin duda en nuestra memoria y en el corazón.



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