Casualidades y causalidades


  Casualidades y causalidades


 1


Entre las casualidades y las causalidades transita uno en la vida. Yo me pongo a pensar y no alcanzo a comprenderlas a cabalidad. Vaya, no le llego ni a la mitad de comprenderlas. De pronto está soleado y llueve. Entonces se forma un arcoíris. Y se muestra la belleza natural en todo su esplendor.


2

O sucede lo contrario. Vamos a salir, nos asomamos y vemos un conjunto de nubes negras que es seguro que va a caer una lluvia inmensa e intensa. Así que nos proveemos de paraguas y muy orondos, creyéndonos superior a los que no lo llevan, salumos y no llueve, y en vano fue la vanidad de llevarlo. Luego para acabarla de amolar lo dejamos en el camión, en una cafetería o en el hotel de paso.


3

Fue una casualidad, con el conjunto de causas, que nos encontráramos Temo Reyes Pérez y yo en la esquina sur poniente de la secundaria 2, donde estudiamos. Las cosas sucedieron así: yo hacía días que necesitaba cortarme el pelo. Y antierr no salí por flojera. Y apenas ayer me decidí junto a otras cosas que iba hacer. Ya tenía vista una peluquería unisex como a cuadra y media de la casa. Y entre que le pido permiso a una pierna y la otra para empezar a salir, finalmente salgo. Camino la media cuadra hasta la secundaria, cuando al pasar por una camioneta suv un hombre al volante me empieza a decir algo.


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Algo que yo no entendía como si lo dijera en un idioma como el chino mandarín. O mas bien su voz me quedaba en el oído semisordo, el izquierdo. Paso y veo que se empieza a bajar y pensé en un asalto, en que iba a perder nuevamente mi teléfono comprado en el Oxxo y mis tarjetas de puntos Chedraui y Soriana y los 50 pesos que traía para pagar el corte de pelo. Entonces volteo decidido a enfrentarme al sujeto que me seguía diciendo cosas, cuando empiezo a reconocer las facciones de Temo, el ingeniero, el que de niño y muchacho estaba en el pentatlhon, en el deportista, hermano de Ubaldo Bogar, hijo de Marcela y de Don Yuma, hermano de Lupe, Meche y otra hermana cuyo nombre en este momento no recuerdo.


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Yo lo había visto hace 41 años. Luego del abrazo fuerte, de mostrar la alegría de encontrarnos, me dice que casualmente había llegado a comer unos tacos de “arete” (de harina) en una fonda restaurant de enfrente, y que de pronto “veo que apareces en la esquina, y me dije: mira quién viene aquí”. Había un sol quemante de las 3 de la tarde. Y como quince minutos intercambiamos charla referente a lo que escribo, a su trabajo en la Química Flour, a los destinos, a la casualidad que él fui allí a comer a esa hora, y yo salí de mi casa justo en el instante y a mi velocidad de paso rumbo hacia mi corte de cabello, y justo en el instante voltea a ver, porque pudo estar viendo en su teléfono.


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Intercambiamos número de teléfono, nos despedimos como tres veces, y la plática siguió hasta que en la cuarta despedida nos saludamos de nuevo y tomamos distancia. Entre otras cosas me dijo “escribe una novela, Toño, tienes ese don para escribir, esa facilidad, yo te leo casi siempre todas las mañanas, me haces reír con algunos temas y reflexionar en otros. Tengo pendiente leer el texto de Martha. Ojalá que un día lea una novela tuya”.


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Le prometí que lo haría, y ojalá que lo haga. Solo que al escribir alguna historia alguien podría sentirse aludido y entonces se pueden generar problemas. Sería una historia laboral, por ejemplo, de amistad o de amor. Tal vez, quizá, con otros nombres y otras referencias, mezclando realidad con ficción y escribiendo la nota aclaratoria: "los personajes de esta historia son ficticios, cualquier parecido con la realidad es mera y absoluta coincidencia".


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Recuerdo, hoy que escribo, lo fortuito del encuentro de ayer. Y recuerdo la novela de Diderot, Santiago el fatalista (o Jaques y su amo, que es versión de Kundera). “Cuéntame de cuando te enamoraste”, le dice el amo a Santiago. Y este alude que la culpa la tuvo la quebradura de su pierna a causa del balazo recibido. Y empieza a relatar los hechos fortuitos que se van encadenando desde que está sentado en la banqueta de su casa platicando o discutiendo con su papá, y a causa del enojo decide sumarse a un grupo de harapientos soldados que pasa, se forma atrás de ellos y marcha, en las afueras del pueblo empieza la reyerta con otro grupo, a él le disparan en la pierna, se desmaya… y cuando despierta está en una cama, y ve que lo atiende una chica guapa, de grandes senos (se los imagina más allá de la blusa), es la hija del doctor que lo levantó en el camino. Y se enamora perdidamente. Y por culpa de la casualidad que estuviera herido a causa del balazo que le dieron, etc.


9

Así yo entré a la Normal. Por gustarme el basquetbol entraba a la cancha o miraba jugar, y por allí andaba Martha, que ya escribí este conjunto de hechos que se van desencadenando hasta que escribí hace un mes este relato, y me han llegado cartas, de mujeres que consideran que ellas son el personaje, y voy a dar cuenta en próximos escritos.


10

En todo caso la conclusión basada en lo empírico es que nada es casualidad, o mas bien para que esta se dé se requiere que se cumplan un conjunto de causas, que inevitablemente se van presentando para enlazarlas con otro conjunto de cosas que unen destinos, motivan risas, acuerdos, contratos, amistades, amores de película, etc. Y cómo no recordar aquí la maravillosa canción del buen Silvio Rodríguez que se llama "causas y azares", en cuyo tema lo dijo claro y conciso este tema de lo casual y de lo causal.


11

"Cuando Pedro salió a su ventana/ No sabía, mi amor, no sabía/ Que la luz de esa clara mañana/ Era luz de su último día...

Cuando Juan regresaba a su lecho/ No sabía, oh alma querida/ Que en la noche lluviosa y sin techo/Lo esperaba el amor de su vida.


Y las causas lo fueron cercando/ Cotidianas, invisibles/ Y el azar se le iba enredando/ Poderoso, invencible..."

Tra la la, la la la.

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