Hacia la nueva normalidad educativa (colaboración para revista)

 Hacia la nueva “normalidad” educativa

Antonio Solís Calvillo

 

El mejor tiempo siempre será el presente. Aún con sus problemas y contradicciones. Este presente continuo nos tiene desde marzo del 2020 en zozobra por la pandemia del Covid, y con la esperanza de la vacuna que es ya una realidad en gran parte de la población, sobretodo en las personas de edad más vulnerable. 

A partir de ahora deberán de irse acomodando de nuevo las cosas a una “nomalidad” que deberá ser distinta a la anterior: con mejor sentido humano, tanto en lo personal y social,  y con responsabilidad para con el planeta, nuestra única casa.

Por ejemplo en el plano educativo, se tuvo que improvisar un modo de enseñanza aprendizaje en la modalidad de virtual. Hay que valorarlo porque simplemente no había de otra, aún con sus evidentes limitaciones, y que un sector amplio de la población no cuenta con la facilidad técnica del internet y de la telefonía.

Y entonces los maestros heroicos tuvieron que hacer uso de su creatividad e imaginación para hacer llegar a los alumnos las indicaciones junto con los temas, a través de cuadernillos emergentes. Y conozco casos donde los docentes llegaban una vez por semana a la tienda de la comunidad para recoger trabajos y dejar el temario semanal.

Así que se deberá valorar mejor al maestro, al espacio escolar, porque en todo caso el ideal educativo tiene que ver con la interacción directa entre docente y alumnos, y asimismo la interacción social que se da de manera normal de manera cotidiana en los alumnos.

En todo caso se espera que, aprovechando la experiencia de las clases virtuales, se sigan utilizando sus ventajas, y estas se acoplen en la nueva normalidad escolar. Es decir: lo bueno de lo virtual con lo bueno de lo presencial, para potenciar el trabajo educativo.

Uno de los planteamientos que siempre he hecho, es que inculcar el hábito de la lectura libre (la recreativa) seguirá siendo fundamental. Y son varias las razones; una de ellas es que la función principal de la escuela es “enseñar a pensar”, y que ninguna tecnología por más “inteligente” que sea sustituye al mecanismo del cerebro para la toma de decisiones. Y, para enseñar a pensar, las prácticas de leer, escuchar con atención, escribir y hablar son esenciales. Eso, claro, que se todo ello se realiza todos los días con las diversas actividades de las materias. Solo que es necesario estar consciente de que están en función de enseñar a pensar.

Aquí recuerdo el ejemplo sencillo que tenemos en el realizar operaciones matemáticas con o sin la calculadora. Con esta la rápidez y la precisión. Sin ella el desarrollo mental al buscar realizar cada paso de las operaciones, y revisar el proceso si hay un error.

Tanto el niño como el muchacho, de primaria y de secundaria o preparatoria, se encuentran en procesos de desarrollo mentales básicos, en procesos de formación. Así que es preferible que realicen las operaciones matemáticas sin ayuda de la calculadora porque el objetivo en matemáticas, en esas etapas, no es llegar al resultado, sino el desarrollo de los procesos mentales de razonamiento, reflexión, análisis, etcétera. Y esto solo se puede lograr “picando piedra”, para utilizar esa expresión popular que refiera al trabajo arduo, en el caso de los ejercicios matemáticos, de trabajo intelectual. 

Pues lo mismo sucede con el hábito de lectura: incrementa el vocabulario, se aprende ortografía por memoria fotográfica, desarrolla la capacidad de imaginación, reflexión y análisis, se tienen más temas de conversación, y otras muchas ventajas más.

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