Desayuno con Sergio y Héctor Urbina

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Puntual ya estaba Sergio. Puntual yo, y porque ingresamos por entradas distintas, nos encontramos en la mesa central del restaurante La Traviata poética. Nos esperaba un festín de palabras y emociones. Un verdadero desayuno.

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Yo no sabía que él era yerno del.maestro Héctor Urbina, quien falleció en julio pasado, y del que cuento la anécdota, cuando fue mi maestro de quinto año de primaria, que con dos preguntas me hizo despertar conciencia sobre cómo vivía mi familia y cómo quería vivir yo de grande. Y ante mi respuesta, me dijo: el camino para llegar a ese punto es estudiar, es seguir estudiando.

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Así que luego de algo más de 40 años sin vernos, aunque mantuvimos de algunos años para acá comunicación por las redes sociales, nos encontramos para hablar atropelladamente de muchas cosas. Y digo atropelladamente porque un tema.nos conducía a otro, en ese otro, ambos teníamos qué decir y aprovechándose un respiro de quién hablaba para entrar con otros elementos del tema.

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Ambos maestros jubilados, coincidimos a finales de 70s en la Normal de Matamoros. En esos años juveniles abrevamos de la planta docente que nos formó en nuestra carrera del magisterio. Y corrimos en las mismas pistas, y cantamos en las mismas  aulas, y encestamos en las mismas canastas de basquetbol. Y me enteré también que el maestro Héctor Urbina, mi maestro de 5o grado también egresó de dicha escuela Normal.

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De entrada, al encontrarnos, un abrazo fuerte y un apretón de manos. Y las miradas de ambos sorprendidas agradablemente de vernos como somos, ni más ni menos, en una edad fructífera y plena, y sonrientes de oreja a oreja por el milagro encendido de la amistad.

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Tan pronto me enteré de la.muerte del.maestro Hector Urbina en Julio pasado escribí una carta que leyó su familia y transmite mi programa de Lecturas, (que era a diario) en su memoria, y me había dicho ya Sergio que lo habían visto en su momento y querían invitarme a desayunar, como sucedió ayer.

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Un hermano del maestro Héctor no pudo llegar por averías en su auto. Y minutos después se integró elmaestro Héctor Urbina, subdirector de escuela técnica e hijo de su homónimo padre. Y siguió la charla arrebatada ahora entre tres. Solo que yo tengo la sospecha y creo que cometí la imprudencia de monopolizar la palabra. Prometo que para la.próxima no será así. Muy parecido Héctor a su padre. "Ya de viejo", me dice. Y agrega: "eso dice también mi madre". 

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Me entero que mi maestro Héctor falleció en el Seguro con un infarto que no atendió el personal de allí. Que le gustaba la carpintería y de jubilado a eso se dedicó. Que fue director de la escuela Cuahutémoc, y con esa categoría se jubiló. Que tenía su carácter fuerte en respuesta cuando alguien quería pasarse de listo. Que era un gigante y andaba por el 1.90 de estatura. Y que fue uno de los fundadores de la secundaria federal 2 donde estudié.

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Con la emoción de la plática nos olvidamos de los alimentos, hasta que Sergio nos decia: "platicar da hambre", y nos levantamos a seleccionar lo del gusto de cada uno en el buffet de la Traviata.

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Sergio vive para contar un accidente que tuvo hace años. Consciente de que su vida tiene una misión. De carácter afable. De voz tranquila que transmite paz. Sergio es una rara avis que no donde quiera se encuentra uno. Y escribe literatura de buen nivel. Un día tendremos en las.manos un libro de su pluma. Va un abrazo fuerte, mi felicitación a los maestros, y a la memoria del maestro Héctor Urbina Berrones, quien fue una de mis brújulas para orientar mi ruta de vida. 

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me daba 5o grado en la escuela Cuahutémoc.  Era la hora del recreo y me detuvo. Esa vez me dijo: "¿de grande quieres trabajar en el sol? ¿ de grande quieres vivir en una casa como en la que vives?" Mi respuesta rotunda fue "no". Y eso lo platiqué siempre a los padres de familia en las asambleas en las que participé como maestro en mivtraywcto laboral.





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