Era fiesta, y no lo sabíamos

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Hacíamos fiesta todos los días en esos años y no lo sabíamos. Era la combinación perfecta de charlas, risas, canciones, novia y amigos. Ah y clases amenas con maestros que se las sabían de todas todo. Era una fiesta el amanecer con sol o frío. No sabíamos que era fiesta, porque era la vida misma sin reflexionar en plazos, pago de tarjetas, hipoteca, auto. 

2

Era fiesta sin andar rumiando en nostalgias de pasado ni metidos en incertidumbrebres de futuro. Era un ser y estar en tiempo presente, con libros, canciones y guitarra. Y serenatas de pedidas de besos o besos robados. Y largas caminatas sostenidas por la charla interminable, el tomarse de las manos, y abrazarse y sentir que esa era la gloria, porque lo es, lo era. Sin solicitudes de trabajo, sin almas preocupadas ni dolores de rodilla o espalda.

3

Eran las camisas de cuadro y los pantalones mezclilla acampanados por moda. Era una fiesta discutir en clase con temas escolares, correr en la pista de atletismo y encestar en la cancha de basquetbol, una novia en el despertar de las mariposas monarca volando y entrechocando en nuestro estómago. Era el tiempo de guerra y paz utilizando ideas, palabras, chistes, y a ver quien se sabe esta adivinanza. Era fiesta de palabras y risas. Aprendizaje de besos y versos. Y un presente que era el tiempo exacto para la vida sin más y sin menos.

Claro, estaban madre y padre. Polvo en las calles y callejones. Bullicio de vida sana. Y tamales para Navidad. En casa me esperaban mis adoradas plantas entre laurel, jazmín y gardenia. Y las rosas abriendo sus botones en flor. Era la primavera esperada luego de los crudos inviernos con sus heladas y tiempo de viento del norte con lluvia fina. A veces yo andaba descalzo. Y sentía que tenía los pies metidos en congelador y los pulmones resistiendo más luego en casa un baño con agua tibia, un frotar con vaporub, un té de manzanilla y un beso en la frente con un duérmete mi niño.

5

Y venían los inviernos y buscábamos bajo los abrigos de mujer un algo tibio que nos quitara el frío. Había danza de especie. Y entrecerrados los ojos descubrimos mundos maravillosos. Yo tenía un saco militar verde olivo y una bufanda gris que era parte de mi vestimenta y caminar marcial por las calles de esta ciudad obsequiosa no apta para turistas desprevenidos. 

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Era una fiesta la vida y lo sigue siendo, solo que ahora desde distintos puntos de vista. Encontrado o descubierto el peine con los pasos de los años, para referirnos a la experiencia, ahora resulta que estamos calvos, han pasado los años y nos sirve, sí como bastón para no caer al vacío de la incertidumbre y los miedos. Era una fiesta no tanto por la niñez juventud, sino por esa acuciosa curiosidad de conocer y sed de recorrer todos los caminos posibles. Y de ser posible es necesario mantener esas características de ser curioso y seguir teniendo esa sed y hambre por seguir conociendo mientras se respira para poder seguir suspirando.

7

Hubo un fuego y sube habiendo fuego en nuestros corazones. Crepitan los recuerdos, y se vuelven a vivir en el recuerdo. Pero te asomas por la ventana y luego sales y te das cuenta que todo está casi igual a como lo dejaste: las casas en su sitio lo mismo que las calles. Las personas de todas las edades siguen recorriendo el centro de la ciudad y caminando en los parques y siguen tomándose de la mano, comiendo su helado y dirigiendo la mirada al futuro que no los alcanza. 

8

Es miércoles. He tomado un café con pan. Me he impuesto tareas por hacer en en esta casa de mis padres. Vengo de peor peón para realizar algunas actividades que permitan a mi ser estar más tranquilo y respirar paz y alegría. Ha dejado de llover. El sol se asoma tímido y sigue el viento golpeando las puertas y ventanas, y meciendo las ramas de los árboles. Buen tiempo para la vida, para la fiesta de la vida. Ah y traje mis gises pastel para hacer algunos dibujos. Y mi armónica para buscarle armonía en los sonidos. 

9

Aquí donde me siento, en el techo de la casa, miro el viejo edificio de tres pisos de mi escuela secundaria, pintado de azul y blanco. Y empiezan a desfilar recuerdos de esos tres años escolares. Me tomo otra taza de café. Y suspiro por este presente frenético que me sigue proporcionando ganas de hacer cosas  mientras viva, que Dios mediante sean por muchos años más. Me encanta el olor al durazno ya la guayaba, como cuando era niño. Y sigo pensando que otra vida mejor de salud paz y dicha no es posible. Y le agradezco a mis padres que invisibles a la vista, pero no al corazón, me acompañan en esta visita a la casa que ha sido nuestro puerto seguro y nuestro refugio. Buenos días, padre, buenos días, madre. ¡Gracias!


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