Divagaciones de viernes (o el cuerpo ya no lo sabe)

Divagaciones de viernes (y el cuerpo no lo sabe)

1
¡Ay de aquel que no crea sus sueños! ¡Y ay de aquel que crea que la vida es real! Yo cuando despierto me doy cuenta que es a otro sueño que abro los ojos y me mentalizo para creer que es la realidad. Yo he buscado en todos los rincones de la casa a mi madre y padre, y nada.

-¡Siempre sacas el tema de ellos-

-Sí, siempre, porque es la única referencia que tengo de mis ancestros responsables de este sueño que es mi vida, lo mismo que las de mis hermanos, que uno de ellos ahora, por cierto, ya no está.

2
Entonces me despedí de ellos, de mis padres y hermanos, y salí a recorrer el mundo (apenas algo más allá de mi barrio). Y ubicando mi mirada entre el camino y el cielo pude darme cuenta de varias cosas: que la vida individual es prescindible para el mundo. Que la naturaleza es benigna e indiferente. Que un pez o una hormiga tienen la misma importancia que el ser humano para la vida natural. Y que la arrogancia y vanidad de este le han llevado al casi total desquiciamiento de todo lo que existe y al borde de la aniquilación.

-A veces me pareces catastrofista.

-Lo soy porque voy registrando en la historia una serie de desatinos. Ya no digamos las guerras y desastres nucleares, sino la indiferencia del hombre con su semejante y el desprecio de sí mismo. Pero tengo la esperanza de que todo cambie para bien. Aunque leo noticias del desprendimiento de glaciares, tormentas en meses fuera de su ciclo anual, etc.

-Y vuelve el pesimismo y la desesperanza.

3
A veces me detengo ante el vacío. Y reniego de mí. Siento que ante el dicho vacío soy solo un espejo que busca reconocer el paso del tiempo, sea con un ser vivo u otro. Y que todo sonido, ruido, imagen o aroma es solo un mensaje del universo que comunica los secretos de la existencia entre los distintos reinos. A veces me distraigo y ante el vacío del pensamiento me quedo dormido y es cuando sueño la vida misma como un conjunto de sucesos fortuitos que van encadenados y tienen como límites un principio y un fin que serían nacimiento y muerte.

-Sí, ya lo has dicho, el paréntesis entre la nada y la nada.

-Sí, los pequeños detalles, los que le dan sentido a la vida. Apagar las velas como símbolo de alegría. El esfuerzo diario por trascender que hace olvidar la vida bella en los instantes en que esta sucede. Los besos sublimes. Los versos del poeta. El abrazo de los padres.

4
Lo que uno escribe es responsabilidad de uno en tanto se van uniendo palabras que aparecen para darle sentido a un discurso. Pero el personaje del que se cuentan sucesos es alguien independiente de uno, aunque parezca que lo que uno hace suceder en el texto es a uno mismo. Lo que le sucede al personaje tiene semejanza con lo que le sucede a miles y miles en toda la geografía de la tierra. Si el texto dice “tengo hambre y sed” es que le sucede al personaje mismo, pero que no tiene sentido si no le sucede también al que lo lee, o el que lee sabe que le sucede a miles y quizá millones en la tierra. De otro modo la literatura no tendría sentido.

5
Traje una toalla de viaje. Como traje un cepillo y pasta de dientes. Además un perfume y un desodorante. Y Traje también cinco cambios de ropa. Y un libro de Enrique Serna, “El seductor de la patria. Y una computadora. Una armónica también traje. Y me falta una guitarra que ando consiguiendo.

Todo lo que se requiere para un viaje regular de alguien como yo, lo traje. Pero asimismo si no escribiera no traería la computadora. Y esto porque escribo directamente en teclado. Porque bien podría bastar un cuaderno y una pluma.

Y traje asimismo mi acta de nacimiento e identificación con fotografía. Por si debo comprobar que yo nací aquí, en este pueblo y que Juan y Leonor fueron mis padres.

6
León Felipe, poeta español, dijo traer siempre en su equipaje un ladrillo de su casa infantil. Y con él, decía en entrevistas, cargaba por todas partes. Claro que es una metáfora para alertar que dentro de sí llevamos todo lo que hemos sido. Y ese todo se llama tradiciones, lenguaje, costumbres, sonrisas de madre, padre y hermanos. Y el olor a tortilla recién hecha, y el chile que se pone a asar y que nos hace toser. Y abrimos las ventanas de la casa para que se vaya ese conocido y ríspido olor y entre el aire fresco. Todo esto es posible porque somos la memoria que nos habita y es donde el ser humano habita.

7
Pero ese ladrillo del poema de León Felipe es simbólico. Y a la vez que representa todo lo antes dicho, representa igual un proyectil para lanzarlo a quien él considere necesario en su defensa (a la cabeza de Dios, dice en sus versos). 

8
Y también trae un hacha. Y sabemos lo que significa esa herramienta de trabajo que es a la vez arma de defensa. Y si te sientes menos lo dice en otra poema y aseguras que el español se siente más, es que estás hablando y mirando el acontecer de la vida desde el fondo de un pozo.

9
Ahora es viernes (ya el cuerpo no lo sabe) y escribo que tomo café y tengo un matamoscas en la mano. Me siento un dios con este artefacto. Estoy alerta para matar las moscas antes que se paren en mi taza de café. Antes que se posen en mi cuerpo. Son ágiles y escapan a dos obtres intentos. Hasta que se descuidan y caen bien muertas. Y quedan allí para alimento de las hormigas. ¿Qué Dios tiene un matahumanos a la espera que yo me acerque a donde tiene guardados los secretos y planos del universo? 

Fotos tomadas de internet

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