Sí, que vivan los estudiantes


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La sola expresión ¡que vivan los estudiantes!, da sentido al día de hoy, que está dedicado a ellos. Son la verdadera, real y única esperanza de la humanidad, que en ese proceso de adquirir conocimientos sepan que representan lo mejor de la sociedad en su conjunto y lo mejor en la etapa del individuo.

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Y no son expresiones demagógicas, sino entonces ¿qué es el individuo sin la actitud de aprender más del conocimiento humano creado por generaciones? ¿qué sociedad es la que se niega al desarrollo del conocimiento? Y hasta dónde vamos a parar, diría El Buki, en una actitud de adorar la ignorancia y el primitivismo?

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¡Que vivan los estudiantes!, es una canción de Violeta Parra, cantautora chilena, que en sus versos entre juego de expresiones, refleja la admiración por esa edad y esa etapa de los sueños rosa, que regenera las ansias de saber, de conocer, de componer el mundo. He aquí algunos versos: 


"Me gustan los estudiantes/ Porque son la levadura/ Del pan que saldrá del horno/Con toda su sabrosura/ Para la boca del pobre/Que come con amargura/ Caramba y zamba la cosa/ Viva la literatura!

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Admiro mucho a todos mis compañeros estudiantes que fueron insistentes en continuar a pesar de las limitaciones económicas. Que utilizaban el mismo uniforme del año anterior, a pesar de que les quedaba más ajustado. Que no llevaban dinero a veces ni para el transporte y tenían qué caminar largos tramos para llegar a la escuela. Que lo mismo no llevaban dinero para comprar un refresco y lonche a la hora del recreo o para invitarle algo a una amiga o a la novia. Fueron así casi todos mis compañeros de escuela en los distintos niveles educativo.

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Ya he contado la anécdota de cuando mi padre me llevaba los primeros días a la escuela primaria, era a primer grado, yo tendría seis años. La escuela está a dos cuadras de la casa. Y en la parte media del camino está la iglesia San Antonio de Padua. Cuando pasamos por allí, estaba en la puerta el tío nacho, quien para Semana santa interpretaba a uno de los apóstoles y era grato ver cuando el sacerdote teatralmente le lavaba los pies. Pues el tío Nacho le pregunta a mi padre en nuestro paso y cruce con él:  “¿A dónde vas Juan?” A lo que mi padre muy ufano le contesta: “A la escuela, llevo a Toñito a sus clases de primer grado”. Y el tío en la seguridad de lo que dice le espeta y cuestiona de manera burlona: “Y para qué lo llevas, si solo aprenden allí cosas del Diablo.

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El caso es que mi padre siguió su camino. Terminé la primaria. Luego estudié la secundaria, donde aprendí sobre las condiciones de vida nuestras en la miseria, sobre que no somos la primera generación de la humanidad, sino solo la generación presente. Y que el mundo es más grande que nuestro barrio. Ah, y aprendí a cortar madera, y conocí decenas de canciones populares mexicanas. Y sobre las líneas imaginarias de la tierra y que la tierra gira alrededor del sol, y no lo contrario, y que ese descubrimiento fue casi la hoguera para Galileo Galileo. “Y sin embargo se mueve”.

 

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En el colmo la maestra de primaria de una de mis hijas la recrimina y reprende porque ella, la niña de tercero de primaria aseguraba que ella había visto la línea imaginaria del trópico de Cáncer, y la niña regresó a casa lloranda por dicha reprimenda. Y al cabo de dos meses le llevó la fotografía del monumento esférico que está cerca de Soto La Marina, Tamaulipas, donde explica que por allí pasa el trópico de Cancer.

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Y otro a de mis hijas que escuchó en el preescolar de la escuela pública que la maestra aseguró fanáticamente que Adán y Eva habían sido los primeros sers humanos de la humanidad, que antes de ellos, nadie. Y la niña al llegar de su clase me preguntó: “oye, papá, y si ellos Adán y Eva fueron los primeros, ¿entonces quién les daba su biberón para alimentarlos?

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Y mi amiga Isabel (al igual que varias otras amigas) trabajaba un turno de ocho en una fábrica, otro turno correspondía a la escuela Normal, y el resto del día era para dormir, descansar, hacer tareas y demás cosas de la vida. Sí, que vivan los estudiantes porque son quienes dan esperanza de cambio individual, familiar y social.

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¿Y cómo nombrar a todos y cada uno de mis compañeros y compañeras de escuela y de sueños? Ellos están contribuyendo a un mundo mejor desde todas las trincheras (familia, barrio, mesa directiva, oficina, tribuna, etc.. Y cada uno de mis pocos lectores ¡vivan! también por lo estudiantes que fueron en diversas latitudes de la geografía, y que no terminen de aprender. Porque no terminamos de aprender lo que una vez inició en algún viejo salón de escuela, con un maestro o maestro, que fue estudiante y que lo seguía siendo en la vida.

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"Que vivan los estudiantes/ Jardín de nuestra alegría/ Son aves que no se asustan/ De animal ni policía// Y no le asustan las balas/ Ni el ladrar de la jauría/ Caramba y zamba la cosa/Qué viva la astronomía!
Me gustan los estudiantes/ Que rugen como los vientos
Cuando les meten al oído/ Sotanas y regimientos// Pajarillos libertarios/ Igual que los elementos/ Caramba y zamba la cosa/Qué vivan los experimentos!" Con voz de Mercedes Sosa, cantante argentina.

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