Somos naturaleza

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Somos naturaleza. Equivocadamente se nos enseñó en educación básica que hay animales irracionales y nosotros, los inteligentes, el ser humano. Y que las plantas no sienten. En resumen: que el ser humano es el rey “sobre” la Naturaleza. Y nada más falso. En todo caso ¿Qué hemos hecho con ella: fábricas contaminantes; lagunas depositarias de aguas negras. Alimentos con base a químicos generadores de cáncer y mil enfermedades más. 

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Hay un libro que urge leer: "¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales?", del autor holandés Franz de Waal. Y yo le agrego sobre las plantas.

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Tenía en mi patio un árbol de papaya. Como de cuatro metros. Frondoso y rozagante en hojas. Y cero flores para fruto. Un día le dije a una de mis hijas: "el próximo sábado lo corto, este árbol nada de fruto da". Lo dije junto al árbol. El siguiente sábado no tuve tiempo. Pero a los quince días el árbol ya estaba dando flores. Y a las pocas semanas papayas gigantescas como de cuatro kilos cada una. Como cuatro años nos dio su magno fruto. Hasta que una tromba la tronchó y se secó.

4

Tenía un árbol de limón mandarina. Su fruto es algo más grande que el limón normal y por dentro es del color de la mandarina, de allí su nombre. La acidez es casi igual con un sabor poco diferente. Ya grande el árbol, daba mucho fruto, que hasta sus ramas llegaban al suelo. Pero luego se secó. Nunca supe la razón. Pero cerca de ella ya estaba su reemplazo, una matita chiquitita, ya hoy está grande, y me surte igual en su temporada. Por cierto qué caro está el limón en las tiendas ahora.

5

Tengo ocho matas de plátano. Son guineo, macho y manzano. Las plantitas me las regaló mi amigo Daniel y me ayudó a sembrarlas. Solo que una vaca comelona se metió a mi patio y las acabó. Pero tercos ambos, Daniel y yo, me regaló otras y reforzamos la cerca con alambre de zinc. Y ya tiene tres años que crecieron y me siguen dando belllos racimos. 

6

Había un lirio grande y amontonados muchos de sus descendientes. Una tarde me decidí a separarlos y sembrarlos. Son siete. De pronto me sorprende con sus racimos de flores. Me maravilla la belleza en todas partes. Hay muchas flores bellas, pero la del lirio es especial. 

7

Tengo un árbol viejo de mandarina. Cuando lo conocí estaba cundido de termitas. Y en la parte hueca que se forma de donde salen muchas ramas, estaba la ciudad principal laberíntica; el centro de su reino. Yo me puse en una encrucijada: o la vida de las termitas o el futuro del viejo árbol. Las mandarinas las daba muy chiquitas. Así que destruí la colonia de dichos bichos organizados y le puse fertilizante. Al año siguiente dio muy pocas mandarinas y chiquitas aún. Y esta temporada pasada dio una cosecha super abundante, de su tamaño natural y jugosa. Cada vez que corto  su fruto, le digo gracias. Y la elogio con palabras dulces y cariñosas.

8

Tengo un árbol de aguacate. Es de unos quince metros de altura, frondoso. En temporada me surte de cientos de su fruto. No se me pudren, regalo algunos a los vecinos. Y veo que a veces algunas personas pasan los domingos y recogen de los tirados para sus carnes asadas en su día. Generoso el árbol.

 

9

Y tengo un alto palo mulato y un cedro joven, pero alto también. En Tabasco es el de la canción Mi árbol y yo. El original de mi infancia y juventud en Matamoros, ya con mi guitarra y su letra, es un mesquite viejo, que aún conserva su dignidad en altura y verdor. Y una amiga de la infancia recuerda cuando su hermano la llevaba a mi casa y se columpiaban en él. Me lo ha contado hace poco.

10

Ah, y me visita cada domingo un perro, al que le guardo huesos en la semana, para dárselos. Cuando me ve, corre hacia mí, jubiloso, moviendo la cola como hélice de helicóptero. Y luego de comer se queda cerca, como guardián severo. Está muy alerta, me avisa cuando alguien se acerca. Y cada rato va a sus labores de casa y regresa. Triste se pone cuando me voy.