Ayer fui con el dentista

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Nomás de imaginarme el ruido del taladro, temo ir al dentista. Es algo irracional, pero así es. Tuve uno con el que tenía mucha confianza. Y hasta platicábamos de otras cosas. Pero murió.

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Una de mis hijas me dijo en 2020:  "sácame cita con el dentista para hoy  en la tarde". Busqué su número en mis contactos. Y le marqué diez veces. Nada. Me dije: ha de estar atendiendo a un paciente. Al rato le volví a marcar. Y lo mismo. Entonces le dí el número a mi hija para que ella se encargará de seguir insistiendo.

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Me habló ella a la media hora. Y me dice: "oye, papá, me contestó su esposa. El dentista murió hace tres meses". Nos quedamos en shock por la fatídica noticia.  Apenas seis meses antes fui con él. Me contó alguna desventura. Yo le dije algunas palabras para levantar el ánimo. Lo volví a ver cuatro meses antes de su deceso. Ya más repuesto. Resultó bien la estrategia que le dije: no ruegues, médico. Cuando se quieren ir se van. No te humilles.

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Así que ayer por necesidad fui al dentista, uno nuevo. Tenía cita a las 4: 30 de la tarde. Los dos puntuales e inició la revisión. Para eso me había dicho que me acostara en el sillón reclinable que tiene lámpara y cámara en la parte superior. Luego de unos minutos me dio el diagnóstico: "Una muela, un colmillo y un diente a reparar".  Y con mi aprobación inició. Cerré los ojos cuando empecé a escuchar un taladro. Y mi corazón latía de más por miedo. "Va agua". Va aire". Avisaba. Yo sentía, por el sonido aterrorizante , como pequeños helicópteros o drones en mi boca.

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Yo trataba de de pensar en otras cosas, situaciones alegres. Lo lograba por minutos. Y me traía al consultorio la voz del doctor. "Ya vamos por la mitad" "Ya casi terminamos". Y el ruido del aparato y del compresor de aire me remarcaba que estaba siendo atendido por un dentista a los que les tengo terror. Pero me daba cuenta que no pasaba algo extraordinario, y las molestias dolorosas no lo eran tanto. Volvía a concentrarme en una canción y la cantaba en mi mente: "amor perdido, si como dicen que es cierto que vives dichosa sin mí, vive dichosa", mientras el médico hacía lo que había aprendido en sus años de estudiante en la escuela de odontología. Y lo había practicado en muchas ocasiones.  

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Luego de media hora de trabajo terminó. Me cobró. Pagué. Le pedí y me dio una tarjeta con su nombre y dirección. Y sentí con el trabajo del Dr. Juventino Payró que no hay que tenerle miedo a los dentistas. Un trabajo cien por ciento recomendado. 

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No sé si en Tabasco y demás lugares tropicales sea la composición del agua factor de daño de los dientes. Lo que si estoy seguro es de los malos hábitos desde niños, cuando peleamos en las piñatas por coger la mayor cantidad de dulces y luego consumirlos, además que nos vamos acostumbrando, también desde niños, a las bebidas saborizantes, con exceso de azúcar. Así que en general siempre hay malos hábitos en el consumo y los dientes son invadidos por caries, que atendemos tarde por temor a los dentistas. Y así sucede cuando acontece, dicen

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“Sí, sí lo conocía. De vista. Nos encontramos en algunas conferencias y Seminarios sobre odontología. Lo saludé ocasionalmente”, me respondió cuando le conté lo de mi anterior dentista. “Quizá fue por un infrto”, agregó. No le quise decir de mis sospechas que hubier asido por Covid al atender pacientes aún en la pandemia. Que realmente no lo sé. El caso es que a su muerte fui con una doctora dentista, y resultó muy descuidada, que a sus errores, volvía a cobrar el trabajo al corregirlo. También ui con un doctor que movía su taladro con mucho descuido y tenía música de Reguetton como fondo. Hasta que el destino me llevó con este médico muy profesional y con ética. Ya tengo cita para el próximo martes. Y hoy amanecí sin dolor, ni malestar por su trabajo hecho. Yo lo recomiendo.


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