¿Sirven los cuentos y los poemas para enamorar?

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Recuerdo  bien la pregunta que me hizo una vez un muchacho en la Universidad Tecnológica del Usumacinta, de Emiliano Zapata, luego de la presentación de mi libro “Señal de humus” en 2015. Ya estábamos en las preguntas y respuestas. Y entre todos él, flaco, moreno y con espinillas en la cara, preguntó si "escribir poemas ayudaba a enamorar mujeres". Todos sus compañeros se rieron, menos yo.  

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Antes de que te diga mi respuesta, permíteme sugerirte que cada vez que tengas oportunidad de escuchar un cuento, hazlo. Son situaciones dialógicas que no se repiten muy seguido. Pero son necesarios dichos actos para mantener la flama de la luminosidad de la palabras. Puede ser un cuentacuentos o en esa función, tus padres abuelos o tíos. 

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Y así como todos (o casi) pensamos, y no todos somos pensadores, así también todos contamos historias, aunque algunos y algunas se dedican como oficio contar cuentos. A emocionar con lo que están contando. A mantener la atención de manera triunfante para la historia que se cuenta. Bien sea que han practicado mucho. Bien sea que son contadores naturales, que en un momento de su vida se dieron cuenta que mantenían la emoción y cada vez lo han hecho mejor.

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Y así como digo que debemos esmerarnos en pensar, aunque no seamos ni seremos filósofos, o pensadores, así también debemos de esmerarnos en contar cuando contamos. Y no me refiero a leerles cuentos a los niños, sean hijos o alumnos, que también es muy bueno, sino a contarles cuentos aprendidos o inventados. En esto de todo se vale. Los niños son especialistas en esto. Solo que empiezan a llegar a la escuela primaria y a nombre de la señora disciplina, se les calla constantemente, hasta que ellos dejan de contar.

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Todos contamos. ¿Cómo era nuestra casa? Y nos ponemos a contar. ¿Cómo eran nuestros padres? ¿A qué jugábamos cuando niños y cómo eran dichos juegos? ¿Y nuestros maestros de la primaria? ¿El barrio? Nuestros mejores amigos y amigas? ¿La novia primera? ¿Nuestra primera ilusión y desilusión? ¿Lo culinario de nuestro pueblo? ¿Alguna leyenda? Y así nos vamos contando de una u otra cosa, siempre y cuando consideramos que va a ser de interés para nuestro oyente.

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¿Y qué diferencia hay entre un standupero, cuentachistes y cuentero? En esencia coinciden en el uso de la palabra ante un público, y cada uno con un fin específico. El primero entretiene con plática variada; el segundo con base exclusivamente a chistes (de pepito, de borrachos, políticos, monjas, etcétera) y el cuentacuentos se nutre esencialmente de cuentos, mitos y leyendas. Puede haber otras diferencias que completan el perfil de los tres, pero estas a mi juicio son esenciales. 

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Los cuentacuentos son los mantenedores de la palabra. Herederos, posedores y difusores de la palabra, articulan su mensaje con base a mitos y leyendas. Diría Heráclito: "cada vez que lo hacen ya es algo distinto". Y entre más son lectores habituales, enriquecen su lenguaje, lo que les permite ser más hábiles para describir personajes, paisajes, ambientes. Y más sobre la base de la importancia de los mitos, que son elementos base del nacimiento y desarrollo de la humanidad. A semejanza del descubrimiento del fuego, que se apagaba, y había quien lo volvía a encender y trataba de mantener la flama. Así quienes cuentan mantienen viva la flama de la palabra luminosa, la flama de lo humano.

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Ayer (viernes 21 de enero)  escuché a Maty Pacheco en casa Alebrijes, en Villahermosa. Ella, originaria de Michoacán, radicada desde hace años en Tabasco, nos deleitó con dos leyendas, una sobre el Pochó, que identifica un baile tradicional de Tenosique. Y la de una tragedia maya, de corte romántica: Las criptas de Cagua, ubicada geográficamente en Motul, Yucatán.

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Lo mismo creo que el muchacho de la UTU haría la misma pregunta en relación a contar cuentos, de si ayudará para enamorar. Yo le respondí en aquella ocasión sobre la poesía, que sí, que claro, que por supuesto. Y se lo respondí a bote pronto, porque me agarró por sorpresa, aunque realmente no hay o no tengo ninguna evidencia científica al respecto. Pero lo supongo, diría el gran Jaime Sabines.



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