Amores imposibles 4

 1

Lauren Bacall

Lauren, Lauren, Lauren. Tu nombre evoca risas y nostalgia. Los recuerdos bien fincados en el sueño, de nuestras historias. En otras vidas anduvimos sonrientes y felices comiendo zarzamoras. Mas tu timidez ahora, cuando más se necesita la osadía, fue ayuda para tu triunfo. esa mirada de soslayo. Traslúcido tu corazón anhelante. Esas tardes en el parque con palabras interminables como cuentos de las mil y una noches. Te escribo ahora cuando menos te lo esperas. Y es desde el sueño donde te nombro y celebro los años fieles de tus andares. Discreta y amorosa. Sabías más del mundo, las calles y aceras, la vida de los gatos y los amaneceres. Las tardes en las heladerías fueron nuestras con lecturas de historias y poemas. Y nuestros sueños de futuro. Mas cuando la tarde cayó, fuiste a tu destino, que venía de pasarelas hacia set cinematográfico, a donde anidaste anécdotas y creaste escenas de estrella de verdad. Lauren, por donde andes, en esa gloria que a pulso alcanzaste,  recuerda la palabra que te dije una tarde de invierno abrazados: sed feliz es el destino de los hombres y mujeres libres. Y así fue el tuyo. En sueños vuelves muchacha de 18, tímida, bella. De radiante luz. Bienaventurada en tu larga y fructífera vida. Seremos polvo, a pesar de la perra fama, dijiste serena. Y fue tu vida final una mar en calma.

 

2

Natalie Wood

Natalie. Estrella de verdad fulgurante. Sabías de ritos que nunca terminan. El oráculo te arrastró indubitable. “Su hija será famosa. Pero cuidado con las aguas turbias”. Dijo la gitana en esa avenida, río de prisas, cuando la tarde se escapaba. Y cabizbaja tu madre marcó como meta tu fama y salvarte a toda costa de ese designio. Luego fueron años de boomerang. En donde siempre pusiste tu mejor empeño. Memoria y dicción perfecta. Y una sonrisa particular como dato de identificación. La niña prodigio que a los tres años sube a las piernas del director de cine en una calle de suburbio en pleno rodaje. Canta lindo la niña. Madre. Firme aquí. Y allí estaba sembrada la ambición de madre. Como toda madre que mira en su hija el futuro que siempre soñó para sí misma.

“No me esperes”, me dijiste en sueños. Estabas en la ruta señalada por el destino. Natalie bella. Olor de madera. Poética en tu canto. Esplendente y fulgurante. Permitidme esta retórica corta sobre tu belleza. Rebelde con causa del amor. Dijiste, “mi corazón es dable por cierto”. Y echaste el clavado a ese mar de máscaras duales. Las luces estaban sintetizadas en tu mente. Lograbas artificial tus sueños. Y al bajar sabías de la nueva sed de todo. 

 

Natalie. Donde estés. Te esperaré cuando te vayas. Y sabré de tus razones para las nubes. De vuelo en vuelo. Mariposa atrapada en red de la araña. Y sí, al final era lo que esperabas. Belleza esplendente. 

 

Ángel elevado al agua por el polvo.  Gioconda de los ángeles, aquí estamos ahora. En el sueño de la vida misma como sueño. Otro sueño. Natalie.

 

Permite que hable Wordsworth“Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello, que me deslumbraba. Aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor en la hierba de la gloria en las flores, no hay que afligirse, porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo".
 

 

 

3

Dolores Del Río

En fin que desvarío, Dolores del Río, por escribirte a tantos años. La vida es un vuelco en todas partes. y entre el polvo reconozco tu belleza. Tan natural que era, como del cine fuiste. Y te impusiste en aquel lado de la frontera. Donde estés ahora, es algo que importa, pues recorro carteleras para encontrarte en un cine. Y a veces en cines viejos quedan carteles de antaño, y encuentro uno, y al verte me hacen daño, de saberte lejana y ufana, en ese limbo alcanzado al irte. Aquí se te sigue queriendo, con el aplauso permanente. Como en ave del Paraíso. O como Estrella de fuego. O volando hacia Río. En todas partes te miro, aunque jamás estés presente. El rostro no fue nunca tuyo. Pero bien hiciste tu parte, en el cine de arte. Por eso siempre te admiro. Y te platico que anduve en Durango. Donde de ti están orgullosos. Pero mira bien, Dolores, no me causes más tu nombre, que por ahora río. Y me estremezco al pensarte. Sueño al recordarte. Que si alguna vez te miro. Exhalaré un suspiro. Y no dudaré en besarte. En sueños, aclarado todo. Quedo en ti, Dolores del Río.

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