Los amores imposibles

Los amores imposibles

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Hay amores imposibles. Esos los que por más que les lanzamos la mirada de petición romántica, nomás ni nos miraron, o se hicieron. Por supuesto, no tenían la obligación, pero ni siquiera nos lanzaron una mirada de desprecio, o de cómo crees. Algo así, pero nada. Y no hay fijón; son los destinos o nuestra vestimenta sin marcas conocidas o el pelo al viento sin gel fijador. O simplemente no, "porque no", o algo semejante. Al fin y al cabo todo pasa y lo que ha de llegar, llega.

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Y hay amores imposibles porque solamente las vimos desde la butaca en la pantalla y eso sí marca una diferencia abismal, estrellas de cine, teatro o televisión a años luz de distancia, sin probabilidades, a menos que uno viva cerca de los estudios de cine, o audicione para un papel de extra para un pueblo de cerros y nopales y necesiten personas como yo, en esos años de juventud cuando se enamora uno fácilmente hasta de una piedra.

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Sin dejar de lado los amores imposibles de cuando éramos niños de entre seis y diez años, además que éramos flaquitos y chaparritos y veíamos con arrobo a las vecinas,  mujeres mayores de 18 años, con minifaldas, que eran la moda en esos años de música de rock and Roll cuandi sonaban en las rocolas Los Apson y los Rolling Stone, y las mirábamos sentadas en las neverías mostrando sus dientes blancos y un poco más arriba de las rodillas, con sus perfectas piernas cruzadas y tarareando la canción Fue en un café o Diablo con vestido azul.

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O de nuestra maestra de primaria a quien le cumplíamos de todo en las tareas y adornábamos el margen con dibujos a colores que les llamara la atención y para las vacaciones de Navidad o el Día del amor y la amistad y más seguro el Día del maestro, le llevábamos una flor silvestre o un jabón Maja de regalo, pero todos los días nos asomábamos a su rostro para deleitarnos con su sonrisa la que recordábamos todas las tardes y antes de dormir y al día siguiente íbamos contentos a la escuela para asomarnos con disimulo bajo el escritorio y mirar su pantalón encampanado pegadizo a su cuerpo.

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Y sin duda, los personajes de las novelas que fueron producto de la imaginación de escritores y destacaban en las descripciones su mirada, estatura, sinuosidad, cabello y voz acariciante y más aún sus buenos modos, sus anhelos románticos, sus sueños de futuro, en síntesis su belleza interna y externa, y nosotros no dejamos de leer la novela angustiados por las vicisitudes por las que pasaban y alegres cuando su buena suerte las llevaba a mejor destino.

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Los amores imposibles destacaron en nuestros sueños. Lo fueron solo en nuestro pensamiento. Nos motivaban sin quererlo en el día a día. Y cuando las tribulaciones hacían presa de nosotros, atraíamos sus imágenes como pomada para curar o aminorar el dolor de nuestras heridas cotidianas. Por eso cumplieron un papel importante en nosotros, para nuestro desarrollo emocional. Lo imposible en unos casos fue por nuestra edad pequeña, diferencia abismal con la de ellas ya adultas. En otros por los mundos tan distantes. Y en otras más por la diferencia económica, de la nada y el todo. A nadie se culpe por esas diferencias.

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Y "pasaste a mi lado, con gran indiferencia, tus ojos ni siquiera, voltearon hacia mí. Te vi sin que me vieras. Te oí sin que me oyeras. Y toda mi amargura se ahogó dentro de mí..."

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Solo que es grato rememorar esas imágenes de ellas en nuestra infancia, nuestros amores imposibles. Y las de nuestra adolescencia con las estrellas de cine, teatro y televisión. Y es cierto, seguimos añorando esa etapa de nuestros amores imposibles, que solo cuando en algunos casos se hicieron posible, se desataron las siete plagas bíblicas en nuestros corazones. Y lo digo de manera metafórica, por supuesto. Llovieron flores amarillas en nuestros callejones de polvo o lodo, en nuestro barrio. Y eso ya es decir mucho. Y con eso nos basta.

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