Noticias de talleres y metamorfosis de los textos

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Hay quienes están de acuerdo con el trabajo que se realiza en los talleres literarios y quienes no. Estos no llegan o llegaron una o dos veces y ya no volvieron. Ambas posiciones están en lo correcto.  Porque cada quien es responsable de lo que firma como autor. Y el avance y desarrollo de su trabajo en todo caso depende de la disciplina personal, de las lecturas que se hacen y del empeño en crear mejores obras.  

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Los que llegan al taller ya escriben. Y no llegan al taller a escribir. Sino que escriben en su casa entre semana y al citado taller llevan un texto con copias suficientes para los demás talleristos (mínimo una copia para cada dos). El autor lee el texto. Los demás siguen la lectura en silencio y luego se da tiempo suficiente para que relean, que es cuando hacen algunas observaciones, las cuales por turno van exponiendo. El autor escucha. Si interviene lo hace muy poco. Quizá responda alguna pregunta. Las intervenciones de los lectores es a nivel de sugerencias , las cuales el autor puede hacer caso de ellas o no. El caso es que algunos errores son evidentes, y otros no tanto.

Yo fui tallerista del extinto Ramón De la Mora Bueno, hermano de mi amiga y destacada actriz María Elena. Él coordinaba a finales de los 80 un taller literario en el Centro deportivo municipal de Atasta. Llegué a sugerencia de Adriana Chan, una compañera de grupo en Ciencias de la Educación de la UJAT. Ella leyó un texto mío publicado. Quizá me vio posibilidades de escritor o el texto estaba muy mal: "deberías de llegar a un taller literario". Ella trabajaba en el Instituto de Cultura. Me dio información sobre ellos. Y un sábado de 1986 u 87 llegamos Hilario Feria y yo a la biblioteca del citado centro recreativo. Yo llevaba la idea prejuiciada de que los asistentes eran personas ya de edad, barbones y de lentes. Y no. Eran principiantes, muchachos y solamente una mujer grande de edad: Julia Calzada.

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Dos errores de los más frecuentes en los textos es el "queismo" y las terminaciones "aba". Ambas se notan mucho. Recordemos que la belleza de los textos literarios es principalmente por lo que cuentan o evocan. Pero no menos importante es el ritmo y los sonidos armónicos de las palabras. Entonces a veces se presentan cacofonías que demeritan la belleza pretendida. Nadie está exento de esos errores. Ni los escritores ya consagrados. Sucede en ocasiones que los tallistas llevan a la sesión siguiente un texto donde los consagrados tienen muchos "que" o el "aba" en demasía. Y lo hacen para justificar los propios en sus textos. Suele suceder. Solo que el tallerista está en un proceso voluntario de aprendizaje.

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Quienes llegan al taller literario no precisamente serán escritores o grandes escritores. Lo que aprendan sobre construcción de textos con armonía, lógica y belleza, les sirve en su vida cotidiana y laboral. Son los que hasta para hacer un aviso le ponen algo distinto en la redacción y dosis lo notan. Mas aún su forma de hablar hace que se le mire y trate distinto. No es lo mismo decir "Esta lloviendo", a "¡Qué belleza, mira cómo llueve!" Por decirlo de esa manera. También se dice que depende quién lo diga o escriba. No es lo mismo que Octavio Paz escriba en una servilleta "Está Lloviendo. Octavio Paz". (con su firma). A "Está lloviendo. Juan García"

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Y aunque todos escriten, pero no todos son escritores; a como todos hablan, pero no todos son cuentacuentos; y todos pensamos, pero no todos son filósofos; así unos son periodistas, otros son historiadores y otros son los escritores. Estos se refieren a quienes narran o escriben poemas. Esto puede ser discutible o no. También es cierto que hay novelas históricas y hay crónicas literarias. Los géneros sobrepasan la etiqueta. Pero es claro que la intencionalidad es distinta. Pongo por ejemplo el caso de Fernado del Paso, con su "Noticias del imperio", que le llevó más de diez años investigar sobre la vida de Maximiliano y Carlota, y no por ello se considera ni se le considera historiador. Riziard Kapushinsky escribió lo mejor de los reportajes, de belleza tal que sin duda es asimismo belleza literaria y con orgullo  para él se le nombra como periodista. Hay por supuesto diferencias. El escritor tiene licencia para mentir. El historiador y el periodista no. El escritor utiliza la ficción para dar más belleza a sus composiciones.

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