Domingo de melancolía y frío

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El domingo es completamente tuyo, como cada día de la semana. Solo que este se percibe de manera diferente, porque ne la mayoría de las personas es día de descanso. Y entonces buscamos qué hacer. O solo lo dedicamos para descansar. Si hacemos o no es asunto nuestro. De todas maneras se acaba y viene el lunes que dicen que las gallinas también ponen, aunque el dicho asegura lo contrario.

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Antier y ayer para escribir fue el tema de mi madre. Ella tenía sus gallinas en un corralito al fono de la casa. Unas 10, con quizá algún gallo. En las mañanas las alimentaba y en las tardes les echaba otra mirada. Y otro poco de maíz picado. Con su muerte yo, insensible, creí que íbamos a comer caldo algunosdías. "No, ni se te ocurra, -dijo enfático mi padre- se las vamos a reglar a tu tía Socorro; yo no podría comerlas, y me imagino que ustedes tampoco". Y así fue. Los familiares de mi mamá -mi tía y primos- disfrutaron de esos caldos.


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Sí, este domingo para mi es de nostalgia. De melancolía. No de dolor, de ninguna manera. Este 27 a las 10 de la mañana, pero del 2001, la enterramos. Qué duro es decirlo. Solo los que han pasado por eso, entierro de un familiar del núcleo, saben lo que es eso. Pero mi gozo y satisfacción es que no conoció los latigazos del estrago en la vejez, de cuando ya la persona no se puede atender ella misma, sino que todo depende de los demás, hasta lo mínimo. Así que ría Leonor por donde quiera que esté.

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A los pocos meses de su fallecimiento me tocó viajar en avión. Un vuelo quizá de Villahermosa, Mérida. Siempre me ha gustado la ubicación de asiento junto a ventanilla. ñY miraba las nubes, como cuando niño y muchacho (la verdad que ahora de grande también) trataba de encontrarle forma a las viajeras nubes. Y esa vez en el avión, a pocos meses de su muerte, trataba de encontrar el rostro de ella entre las nubes. "¿Por dónde andas ahora, Leonor, Doña, Leo, Leona, madre, jefa, matriarca?", me decía, me repetía, mientras ligero humo de cigarrillos se metía en mis ojos.

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Hace muchos años tuve una alumna que se llamaba María Leona, por acta de nacimiento. Y su nombre me gustaba. A ella no. Cuando pasaba lista, ella, con el "presente", agregaba, "es Leonor, maestro". "Pero tu acta dice Leona," agregaba yo, juguetón, pero me doy cuanta, que eso quizá le lastimaba a ella. Yo lo hacía sin querer. Y ella luego me platicaba que cuando estuviera grande, y tuviera dinero, se lo iba a cambiar mediante juicio. Yo le decía que Leonor era nombre bonito, que así se llamaba mi madre. Pero que el de María Leona era más bello, porque significa fuerza, decisión, liderazgo. 

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Los domingos son breves, porque si son de descanso se van rápido. Si son de trabajo, hacemos algo, nos sentimos satisfechos y plenos, pero mañana lunes sí que hay que trabajar de veras. A veces se aprovechan para visitar familias o amigos. Aunque por ahora no se recomienda hacerlo, por eso de los contagios. Otros lo aprovecho para dormir hasta tarde. Yo no puedo. Ya a las 6 estoy con los ojos pelones. Reflexionaba hoy que luego de despertar hay que quedarse unos minutos sin levantarse, para que toda la circulación se normalice. A semejanza de los vehículos, cuyo aceite de motor se concentra en el carter, y al moverlo rápido, sin darle oportunidad en minutos a que todo el aceite ya ande circulando, entonces el desgaste va siendo mayor. En el caso de uno, se puede provocar un infarto, porque la oxigenación no está aún en todas partes del cuerpo.

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También los domingos son para ver películas, varios capítulos de series, algún juego deportivo, salir a caminar, sembrar semillas, jugar al ajedrez o al dominó, salir a caminar con nuestro perro, experimentar en la cocina, lavar el patio, etc. Tiene el domingo todas las posibilidades para elegir. Yo, por ejemplo, me preparo un café, escribo este diario texto, luego quizá lea, no lo aseguro, practicaré un poco de guitarra, y alguna otra actividad que surja de improviso.

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Tomo café. Y escribo estos textos que son como una carta al mar. Quizá lleguen a una playa lejana arrastrada por las corrientes marinas y las olas la dejen en la arena. Es un decir. Quizá alguien lea este texto. Y, esa es la esperanza, que alguien la lea, seahoy, mañana, o el año que  entra. Quizá ladea y me entere. Quizá la lea y yo no me entere. Es quizá lo que sucede como la existencia misma. Somos y estamos. Y no tiene por qué saberlo gran cantidad de personas fuera de la familia y amigos o conocidos. Con ellos basta. Sé por ejemplo, que los maestros realizan una labor educativa por años. Y algunos alumnos son influenciados por ellos, y cambian su ruta de mejora personal gracias a unos minutos motivantes de su maestra o maestro. Y alcanzan sus sueños. Y recuerdan a uno de sus tantos maestros. Y le agradecen en silencio, aunque nunca lo llegue a saber o se lo quieran hacer saber y no pueden porque ya murió, o porque no tienen datos de él.

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Al respecto ls redes han ayudado mucho. Yo logré contactar a mi maestro de civismo en secundaria, el Maestro RaúlTorres Torres, y se lo hice saber con un texto. Con él aprendí, más que con el libro, sobre ciudadanía, fronteras de país, la guerra fría entre países del bloque socialista y capitalista, sobre marginación y sus causas. Y se lo dije. Y le reitero las gracias. Era agradable en sus clases. reía. Dialogaba. 


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Es muy conocida la carta que Albert Camus, luego de recibir en 1957 el premio Nobel de literatura, en agradecimiento le escribe -manda y publica- a su maestro de primaria, donde le agradece lo que hizo por él.  Pero mejor la transcribo:


Querido señor Germain:

He esperado a que se apagase un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, la mano afectuosa que tendió al pobre niñito que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y le puedo asegurar que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso continúan siempre vivos en uno de sus pequeños discípulos, que, a pesar de los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.

Le mando un abrazo de todo corazón.

Albert Camus





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